Esta es la iglesia que me gusta no se si es cristina, apostólica o romana pero poco me importa es la
mía la que me habla de la labor de cristo.
Marta Romero | En Profundidad 22/05/2014
Sor Lucía Caram, la monja argentina que desde Manresa está trabajando, implicándose e implicando a su comunidad cercana en la ayuda mutua y la generación de recursos, desde la base, para “salir de la crisis”; ha pasado por Alcázar de San Juan (Ciudad Real) para presentar su último libro “A Dios Rogando” que, como ella misma dijo, con la agudeza y el sentido del humor que la caracterizan “es más con el mazo dando. Antes de la crisis le pedía a Dios, ahora le pido a todo dios”. Sor Lucía ha llegado a Alcázar de la mano de la recién creada asociación “Hella” que pretende iniciar en la localidad un movimiento solidario similar al que esta religiosa desarrolla en Cataluña.
Escuchar a Sor Lucía Caram es todo un privilegio, sus palabras están llenas de sentido común, sencillez y pasión. Habla desde el conocimiento profundo de las situaciones, pensamientos y sentimientos de tantos y tantos “indignados” con la situación política, económica y social derivada de la crisis. Pero no desde una posición ideológica, sino desde la más cruda realidad de la “impotencia” y la “pobreza”.
Sor Lucía – “Cualquiera puede ser pobre hoy en día. Nos puede tocar a cualquiera. Antes llegaban al banco de alimentos o a los comedores sociales personas en situación de exclusión derivadas por técnicos de los Servicios Sociales. Ahora son esos técnicos los que se ven en la necesidad de pedir para comer”.
Con una frase tan gráfica define la situación que se está viviendo hoy en España y que “los políticos no quieren ver”.
Sor Lucía – “Los políticos están lejos del pueblo. No ven su día a día, todo lo resumen en estadísticas. No son conscientes de cada historia y cada drama personal. Cuando la política se aleja de las personas, los pobres se vuelven invisibles y se quedan sin voz. Hay que dejar que se les escuche, no robarles la voz y mirar para otro lado”.
Pero Sor Lucía no “culpa” a los políticos, los medios de comunicación o la banca de la situación, considera que todos “somos corresponsables” de lo que está sucediendo y, desde nuestra responsabilidad “hay que encontrar la salida”.
Sor Lucía – “La política es necesaria para gobernar un país y no todos los políticos, empresarios o periodistas son corruptos. Todos somos parte del problema y tenemos que ser parte de la solución. Nos hemos acostumbrado a vivir con demasiadas cosas que no son necesarias para ser felices. Hemos estado sujetos a un consumo voraz de unos recursos que son finitos. La Tierra comienza a quejarse. El iniciar una economía de decrecimiento no es un retroceso, es un avance. Tenemos que adquirir la conciencia que todos somos parte del Universo y frenar esa vorágine. Como dijo Iñaki Gabilondo, “vamos en un tren de alta velocidad camino hacia el abismo”. El capitalismo es ese tren de alta velocidad que ha descarrilado y que los poderes políticos y económicos quieren poner otra vez sobre la vía. La solución no nos va a venir desde arriba, ya lo estamos viendo. El cambio tiene que surgir de las bases. Tenemos que actuar localmente para transformar la sociedad. Por supuesto que esto no se consigue de un día para otro, es un proceso lento; pero yo soy militante de la esperanza. Las movilizaciones son necesarias para exigir a los políticos lo que el pueblo necesita, para criticar sus actuaciones y no permitir que puedan hacer todo lo que quieran, para que abran los ojos. La gente se moviliza cada vez más porque la pobreza nos ha mordido de cerca. Estamos hartos de escuchar en los debates como se descalifican unos a otros, sin proponer soluciones, sin poner proyectos sobre la mesa para que la gente pueda vivir con dignidad. Lo que ha sucedido es que los poderes económicos y políticos han adquirido demasiado poder y ya nadie los cree, por eso gana la abstención”.
Ante este panorama la propuesta de Sor Lucía puede parecer “utópica” e “irrealizable”; pero su experiencia y los resultados que están a la vista demuestran que se pueden conseguir cosas desde la “implicación”.
Sor Lucía – “No basta con colaborar, hay que implicarse. Tenemos que pensar ¿qué puedo hacer yo por mi país?, ¿cómo puedo generar el cambio? Ante esto sólo conozco una fórmula, algo que todos necesitamos y queremos: amar y sentirnos amados. Hay que rescatar el Amor para crear espacios de convivencia y diálogo. Si yo hago algo con amor por otra persona, esa persona lo hará por otra y así se irá creando una cadena que, sin darnos cuenta, irá poco a poco generando lazos sociales y creando recursos para que todos salgamos adelante”.
Un Amor, con mayúsculas, que nada tiene que ver con la idea romántica de este sentimiento. El Amor transformador al que Sor Lucía se refiere tiene que ver con el compromiso, con “dejarse la piel”, con encontrar soluciones “haciendo”, no pensando en el “cómo hacerlo”. Tiene que ver con la “lucha por la justicia” y la “implicación real”. Un Amor que Sor Lucía ha visto cómo trabaja y puede poner ejemplos.
Sor Lucía – “La gente que vive en la pobreza no quiere caridad, necesita tener la posibilidad de aportar algo. Lo veo todos los días. Tenemos un taller de costura que se creó para que inmigrantes africanas se reunieran y aprendieran catalán y español para desenvolverse. Ahora, esas mujeres se han implicado y dan clases de cocina en un centro de enfermos mentales. Está siendo todo un éxito, porque no son sólo ellas las que van a ese centro, también sus hijos que juegan por los jardines y le han dado un aire más familiar a una institución que suele ser muy fría. Y estos niños, con los hijos de los voluntarios que trabajan en unos huertos sociales que también hemos creado, en los que se ha dado trabajo a 8 personas, han hecho un equipo de fútbol. Esto demuestra que todos podemos trabajar juntos, que llevamos la misma camiseta”.
Lo que propone Sor Lucía es “cambiar el chip”, volver a una vida más sencilla, ligada a la naturaleza y a la esencia de las sociedades y la humanidad. Tomar un nuevo camino que pasa por sentirse parte activa de la sociedad próxima en la que vivimos, sin pretender dar grandes soluciones, simplemente trabajando desde lo pequeño e inmediato, en el momento presente y con lo que cada uno de nosotros podamos aportar.
Sor Lucía – “De nada sirve que una ONG diseñe grandes proyectos si no los lleva a la práctica. Esto está sucediendo, porque muchas se han acostumbrado a vivir de subvenciones y ahora, esas subvenciones no les dan más que para pagar los sueldos de los técnicos que diseñan los proyectos. Hay que replantearse las cosas. Antes de la crisis le pedía a Dios, ahora le pido a todo dios. Esa es la clave. Implicar a las empresas, a las instituciones y a las personas para tender una mano a quiénes peor lo están pasando y trabajar juntos. Una suma de voluntades. Un trabajo desde la libertad, la honestidad y la transparencia. Cuando eres honesto consigues que te escuchen”.
Sor Lucía – “Cualquiera puede ser pobre hoy en día. Nos puede tocar a cualquiera. Antes llegaban al banco de alimentos o a los comedores sociales personas en situación de exclusión derivadas por técnicos de los Servicios Sociales. Ahora son esos técnicos los que se ven en la necesidad de pedir para comer”.
Con una frase tan gráfica define la situación que se está viviendo hoy en España y que “los políticos no quieren ver”.
Sor Lucía – “Los políticos están lejos del pueblo. No ven su día a día, todo lo resumen en estadísticas. No son conscientes de cada historia y cada drama personal. Cuando la política se aleja de las personas, los pobres se vuelven invisibles y se quedan sin voz. Hay que dejar que se les escuche, no robarles la voz y mirar para otro lado”.
Pero Sor Lucía no “culpa” a los políticos, los medios de comunicación o la banca de la situación, considera que todos “somos corresponsables” de lo que está sucediendo y, desde nuestra responsabilidad “hay que encontrar la salida”.
Sor Lucía – “La política es necesaria para gobernar un país y no todos los políticos, empresarios o periodistas son corruptos. Todos somos parte del problema y tenemos que ser parte de la solución. Nos hemos acostumbrado a vivir con demasiadas cosas que no son necesarias para ser felices. Hemos estado sujetos a un consumo voraz de unos recursos que son finitos. La Tierra comienza a quejarse. El iniciar una economía de decrecimiento no es un retroceso, es un avance. Tenemos que adquirir la conciencia que todos somos parte del Universo y frenar esa vorágine. Como dijo Iñaki Gabilondo, “vamos en un tren de alta velocidad camino hacia el abismo”. El capitalismo es ese tren de alta velocidad que ha descarrilado y que los poderes políticos y económicos quieren poner otra vez sobre la vía. La solución no nos va a venir desde arriba, ya lo estamos viendo. El cambio tiene que surgir de las bases. Tenemos que actuar localmente para transformar la sociedad. Por supuesto que esto no se consigue de un día para otro, es un proceso lento; pero yo soy militante de la esperanza. Las movilizaciones son necesarias para exigir a los políticos lo que el pueblo necesita, para criticar sus actuaciones y no permitir que puedan hacer todo lo que quieran, para que abran los ojos. La gente se moviliza cada vez más porque la pobreza nos ha mordido de cerca. Estamos hartos de escuchar en los debates como se descalifican unos a otros, sin proponer soluciones, sin poner proyectos sobre la mesa para que la gente pueda vivir con dignidad. Lo que ha sucedido es que los poderes económicos y políticos han adquirido demasiado poder y ya nadie los cree, por eso gana la abstención”.
Ante este panorama la propuesta de Sor Lucía puede parecer “utópica” e “irrealizable”; pero su experiencia y los resultados que están a la vista demuestran que se pueden conseguir cosas desde la “implicación”.
Sor Lucía – “No basta con colaborar, hay que implicarse. Tenemos que pensar ¿qué puedo hacer yo por mi país?, ¿cómo puedo generar el cambio? Ante esto sólo conozco una fórmula, algo que todos necesitamos y queremos: amar y sentirnos amados. Hay que rescatar el Amor para crear espacios de convivencia y diálogo. Si yo hago algo con amor por otra persona, esa persona lo hará por otra y así se irá creando una cadena que, sin darnos cuenta, irá poco a poco generando lazos sociales y creando recursos para que todos salgamos adelante”.
Un Amor, con mayúsculas, que nada tiene que ver con la idea romántica de este sentimiento. El Amor transformador al que Sor Lucía se refiere tiene que ver con el compromiso, con “dejarse la piel”, con encontrar soluciones “haciendo”, no pensando en el “cómo hacerlo”. Tiene que ver con la “lucha por la justicia” y la “implicación real”. Un Amor que Sor Lucía ha visto cómo trabaja y puede poner ejemplos.
Sor Lucía – “La gente que vive en la pobreza no quiere caridad, necesita tener la posibilidad de aportar algo. Lo veo todos los días. Tenemos un taller de costura que se creó para que inmigrantes africanas se reunieran y aprendieran catalán y español para desenvolverse. Ahora, esas mujeres se han implicado y dan clases de cocina en un centro de enfermos mentales. Está siendo todo un éxito, porque no son sólo ellas las que van a ese centro, también sus hijos que juegan por los jardines y le han dado un aire más familiar a una institución que suele ser muy fría. Y estos niños, con los hijos de los voluntarios que trabajan en unos huertos sociales que también hemos creado, en los que se ha dado trabajo a 8 personas, han hecho un equipo de fútbol. Esto demuestra que todos podemos trabajar juntos, que llevamos la misma camiseta”.
Lo que propone Sor Lucía es “cambiar el chip”, volver a una vida más sencilla, ligada a la naturaleza y a la esencia de las sociedades y la humanidad. Tomar un nuevo camino que pasa por sentirse parte activa de la sociedad próxima en la que vivimos, sin pretender dar grandes soluciones, simplemente trabajando desde lo pequeño e inmediato, en el momento presente y con lo que cada uno de nosotros podamos aportar.
Sor Lucía – “De nada sirve que una ONG diseñe grandes proyectos si no los lleva a la práctica. Esto está sucediendo, porque muchas se han acostumbrado a vivir de subvenciones y ahora, esas subvenciones no les dan más que para pagar los sueldos de los técnicos que diseñan los proyectos. Hay que replantearse las cosas. Antes de la crisis le pedía a Dios, ahora le pido a todo dios. Esa es la clave. Implicar a las empresas, a las instituciones y a las personas para tender una mano a quiénes peor lo están pasando y trabajar juntos. Una suma de voluntades. Un trabajo desde la libertad, la honestidad y la transparencia. Cuando eres honesto consigues que te escuchen”.
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