En noviembre de 2003 España se paralizaba ante la televisión. Se anunciaba que el Príncipe se casaba y que lo hacía con un rostro conocido, el de la periodista de TVE Letizia Ortiz Rocasolano. La noticia de su compromiso no estaba prevista por entonces, pero un chivatazo entre las redacciones hizo que Casa Real lo anunciase con premura. Se comunicó que el heredero contraería matrimonio a principios del verano del año 2004. No quedaba tanto. El tiempo se echaba encima, se trataba de una boda de Estado. Todo debía ser gestionado y no podía quedar puntada sin hilo. Desde el anuncio de boda, Letizia se fue a vivir a la casa del Príncipe y empezó a recibir clases de protocolo, idiomas e historia. Pero había un asunto importante que tratar: las capitulaciones.
Aunque desde el primer momento quedó claro que don Felipe y doña Letizia era un matrimonio por amor, ambos sabían que debían dejar establecido qué pasaría si ese amor se agotaba. La suya no era una pareja al uso. Se iban a convertir en los futuros reyes de España y nada se podía dejar en manos del azar. Por eso, en febrero en 2004, apenas tres meses antes del enlace, a Letizia le entregaron las famosas capitulaciones. En ellas se dejó muy claro que la Princesa de Asturias tendría su situación resuelta en caso de divorcio.Una cuantiosa asignación económica y dos residencias, una de verano y otra de invierno –con servicio, por supuesto–, sería lo que a Letizia Ortiz le correspondiese en caso de poner fin a su matrimonio con el Príncipe. Además si sólo se separase y no hubiese divorcio seguiría conservando su título de Princesa de Asturias y el tratamiento de Alteza Real.
La custodia de las Infantas
Sin embargo, las capitulaciones tenían un episodio más oscuro para la Princesa según relata su primo, David Rocasolano, en su libro Adiós, Princesa.Era el relativo a su descendencia. ¿Qué ocurriría con los hijos que los Príncipes de Asturias tuvieran en caso de divorcio? Al respecto, Zarzuela es clara: la custodia de los hijos sería otorgada a don Felipe y la Corona seguiría siendo la encargada en exclusiva de su formación.
Los Príncipes y las Infantas en el posado por el 40 cumpleaños de doña Letizia (Gtres)Los Príncipes y las Infantas en el posado por el 40 cumpleaños de doña Letizia (Gtres)
En su libro, David Rocasolano cuenta que doña Letizia le pidió consejo cuando le entregaron las capitulaciones apenas tres meses antes de la boda. Su primo era abogado y podría explicarle mejor en qué consistían. “Esto no son unas capitulaciones matrimoniales, Letizia. Este documento no es ni siquiera legal”, le dijo David Rocasolano a su prima cuando terminó de leer los 50 folios que ella le había entregado minutos antes.
Según el texto, doña Letizia renunciaba por completo a la custodia de sus hijos en caso de separación y para el abogado esto únicamente podía dictaminarlo un juez. “Yo que tú no lo firmaba. Es nulo en pleno derecho. En un contrato privado, ni en uno público, se puede pactar la custodia de un menor sin pasar por un juzgado”, le dijo David Rocasolano a su prima. Pero para Letizia eso no era un consejo. “¡David, escúchame! ¡Ellos te imponen que esto es así! ¡No hay otra manera de hacerlo!”, dijo la Princesa.
Don Felipe y doña Letizia el día de su boda (Gtres)Don Felipe y doña Letizia el día de su boda (Gtres)La tensión alcanzó su máximo cuando Letizia llamó a don Felipe y le pidió que hablase con su primo. Entonces, el Príncipe dejó aún más claro en qué consistían las capitulaciones. “Son innegociables. Hay que firmarlas tal y como están redactadas. No se puede cambiar ni una coma”, dijo el hijo del Rey.
Aunque el tono de don Felipe era rotundo Letizia quiso pedir una tercera opinión. Llamó a su amigo Jaime de Burgo, quien precisamente años más tarde se convertiría en su cuñado y en, según palabras del propio David Rocasolano, “el nuevo caballero andante en defensa del derecho a la intimidad”. Del Burgo fue claro: si te separas, “a ti te tienen que tratar mejor que a Lady Di”. Así se sentenció la conversación y también el tema de las capitulaciones.
Es por esto que son muchos los periodistas que aseguran que los príncipes de Asturias nunca se separarán. Resulta imposible pensar que la Princesa fuese a renunciar a la custodia de las Infantas. En 10 años de matrimonio han sido muchos los altibajos que ha sufrido la pareja, pero ninguno ha sido tan fuerte como para acabar en divorcio. En el décimo aniversario de su boda, la pareja atraviesa un buen momento y la popularidad de ambos mejora considerablemente gracias a su estrategia para ganarse a los españoles. Todo juega a su favor.