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A medida que envejecemos vamos perdiendo cada vez más la capacidad de generar un sueño profundo y reparador. Esta es la conclusión a la que ha llegado el Laboratorio de Sueño y Neuroimagen de la Universidad de Berkeley en California, Estados Unidos, tras llevar a cabo una revisión de la literatura científica existente sobre la calidad del sueño.
Hasta ahora muchos estudios señalaban que si un adulto dormía menos se debía a cambios en su horario o simplemente a que necesitaba dormir menos. Pero los últimos resultados, publicados en la revista Neuron, afirman que en realidad ocurre al revés y que los adultos no es que tengan menores necesidades de sueño, sino una menor capacidad de generar ese sueño.
Esto ocurre porque a medida que el cerebro envejece se van degradando las neuronas responsables de regular el sueño y, en consecuencia, cada vez se produce una menor cantidad de sueño no REM (Rapid Eye Movement o fase de movimientos oculares rápidos), que corresponde a la etapa más profunda del sueño y desempeña un papel clave a la hora de conservar la memoria.
La menor capacidad de generar sueño comienza a partir de los 35 años y suele afectar más a los hombres que a las mujeres. Además, un mayor deterioro del sueño puede influir en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y la demencia.
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