65 años y sin planes de jubilación. Meryl Streep los cumple este domingo y pocas actrices pueden presumir de haber superado la fobia que los estudios de Hollywood tienen a darle papeles importantes a las actrices que llegan a cierta edad. Dejando su incuestionable calidad profesional, en la trayectoria personal de la actriz hay una historia que parece salida de uno de sus dramas y que, en ocasiones, pasa desapercibida para el gran público: su romance con el también actor John Cazale, marcado por la trágica muerte de él a causa de un cáncer en 1978.
En los años 70, y tras participar en El Padrino de Coppola, Cazale era un actor de sobra conocido por haber ligado su nombre al de la saga de los Corleone. Poco después, acudió a ver a su amigo Al Pacino a un rodaje. “¿Sabes? He conocido a la mejor actriz de la historia. Trabajo con ella”, le dijo entre toma y toma. Resulta que, durante el rodaje de Medida por medida, el actor se había enamorado de la que más tarde sería la protagonista de Memorias de África. Pacino ya se preguntó aquel día si la chica sería tan buena como decía su amigo o simplemente se había enamorado de ella. Finalmente, resultó ser las dos cosas.
Pese a que había una diferencia de edad de 14 años entre ambos, Streep y Cazale eran uña y carne y se complementaban muy bien. Ella nunca respondió al estereotipo de belleza hollywoodiense y él, poco agraciado y calvo desde que era muy joven,  tenía en su nerviosa forma de interpretar su gran virtud.Medida por medida no fue ningún éxito de taquilla pero encajaba a la perfección con el tipo de cine que ambos querían hacer en el inicio de sus carreras: comprometido, de calidad y alejado de la pompa y el glamour añejo de las películas de la generación anterior.  Compartiendo profesión, ambos tenían una elevada imagen de sí mismos y de lo que querían conseguir. Tan bien se llevaban que Meryl cogió sus bártulos y se fue a vivir al apartamento que John tenía en Nueva York. Por entonces, eso les bastaba, ya que el cine alimentaba su dinámica de pareja.
El rodaje de 'El Cazador'
La actriz y John Cazale, en el rodaje de 'El Cazador'La actriz y John Cazale, en el rodaje de 'El Cazador'
Uno de los proyectos más acariciados por ambos fue El Cazador, de Michael Cimino, una vuelta de tuerca a la Guerra de Vietnam desde el punto de vista de un grupo de amigos de la América rural. El reparto coral y los personajes de ambos fueron un gran incentivo para participar en el rodaje al lado de grandes como Robert DeNiro o Christopher Walken. Sin embargo, a Cazale le diagnosticaron un cáncer de pulmón que puso al estudio que producía la cinta en alerta. El tumor estaba lo suficientemente avanzado como para hacer que las aseguradoras que trabajan en ese tipo de producciones pusiesen el grito en el cielo: en el caso de que Cazale muriese, habría que volver a rodar todas sus secuencias y el coste sería desorbitado.
Ante las dudas, Streep fue la que acudió en ayuda de su pareja. Fue a hablar con DeNiro y él medió con los aseguradores de la cinta. También convencieron a Cimino y los productores de que había que rodar todas las secuencias en las que aparecía Cazale al principio de la filmación. Sin embargo, lo más conmovedor de la historia fue ver a Streep tan joven y haciendo frente a la decadencia física del hombre que amaba. “No he visto casi nadie tan devoto a alguien que está muriendo", aseguraba Al  Pacino en un documental reciente. "Verla en ese acto de amor por ese hombre fue inconsolable. Lo más sorprendente era ver que Meryl estuvo con él, a su lado, durante toda la enfermedad. Cuando vi a esa chica allí con él pensé que eso es lo importante para mí. Por muy buena que sea en su trabajo, es lo que veo cuando pienso en ella. Ese momento, eso es lo que recuerdo”, añadió.
Meryl Streep, en la última edición de los OscarMeryl Streep, en la última edición de los Oscar
Así, el 12 de marzo de 1978, el actor que encerraba en sus ojos una “profunda tristeza”, según dijo el director Sidney Lumet, fallecía con tan sólo 42 años. Meryl había estado a su lado hasta el último aliento. Tanto fue así que ni siquiera tenía valor para volver a poner un solo pie en el piso del actor. Fue su hermano el que le dijo que se mudase al estudio de un amigo, el escultor Don Gummer, mientras este estaba de vacaciones. La casualidad quiso que Gummer se acabase convirtiendo en la nueva pareja de la actriz y que se casasen en septiembre de ese mismo año.
El dolor que había sentido Meryl al ver morir al hombre que quería acabó impulsando, paradójicamente, la felicidad de un hombre que sigue siendo su pareja a día de hoy. Sin embargo, la protagonista de Los Puentes de Madison nunca olvidó aquella prueba que el destino le puso en su camino siendo aún muy joven. Tampoco a Cazale, del que dijo en un documental queera  “distinto, no he conocido a nadie como él. Destacaba en él su singularidad, su humanidad, y la curiosidad que le despertaba la gente”. Una curiosidad que les llevó a vivir una historia breve y trágica que, a buen seguro, ha alimentado muchas de las interpretaciones de la que muchos consideran la mejor actriz viva; una mujer de carne y hueso que canalizó el dolor y lo convirtió en arte.