La princesa Soraya, segunda esposa del sha de Persia Mohammad Reza Pahlevi, la emperatriz cuya existencia pasó del cuento de Las mil y una noches a la más desgarradora de las historias, buscó el consuelo a su abandono y a la pena de saberse estéril en las paredes de Casa Maryan en Marbella, un precioso palacete en las lomas de Rió Verde que pronto será derruido.
Lo que más llama la atención del derribo del que fuera el refugio en el que se cobijó la emperatriz de Persia es que en él aun permanece todo intacto, tal cual como ella lo dejó cuando falleció en 2001 en su casa de París. Allí permanece hasta un secador de los años los años 70 con el que mesaba sus cabellos cada mañana.
Protagonista de una vida marcada por su implacable destino. Era tan bella como estéril su útero. Es por eso que no pudo dar hijos al emperador del Trono Persa, por lo que la repudió, convirtiéndola en la princesa errante, esa que incesantemente buscó el amor y sólo encontró el silencio como compañero de viaje. Y así, poco a poco, entre Marbella y París, fue esculpiendo su hermosa leyenda nómada. A los 69 años la viajera de las soledades se cansó de respirar y, después de arropar con sus destronados ojos verdes un mundo que ya no existe, se fue para siempre.
Soraya Esfandiary Bakhiari, la princesa que miraba triste, se casó con el emperador Reza Pahlavi en 1951 y se divorcio siete años después. Fue encontrada muerta en su apartamento de la capital francesa el 26 de octubre de 2001. “Demasiadas adiciones”, decían los que la conocían en Marbella. La emperatriz dejo su vida sin herederos. Sus bienes fueron subastados por el Gobierno de Alemania y utilizados por el pueblo teutón, donde vivían sus padres y hermano, para comprar camiones para la recogida de basura. En la subasta iba el anillo de compromiso que el sha le regaló: una alianza de platino con un diamante de casi 23 kilates. También un collar de zafiros diseñado por el joyero italiano Bulgari, valorado en dos millones de euros. Demasiado legado y ni un heredero. Ahora lo único que queda de ella es un trozo de historia en la pequeña loma de Marbella. Y esta también se diluirá cuando la excavadora tire abajo sus cimientos: esos posos de su memoria que han intentado borrar sin éxito los actuales propietarios de Casa Maryam.
Princesa Soraya (Gtres)Princesa Soraya (Gtres)La piscina de la Jet, nido de pájaros
Cada rincón de Casa Maryam rezuma pasado. Vanitatis ha podido tener acceso al inmueble, cuyo jardín, a pesar del estado de abandono, aún mantiene su encanto. El entorno y sus detalles nos pueden dar una idea del amor que la “princesa de los ojos tristes” puso en muchas cosas y el abandono que dejó en otras. La piscina, que fue lugar de las fiestas más espectaculares de la época dorada de la jet set marbellí, es hoy lugar de descanso de las aves que pasan por allí. Las estatuas aún son visibles y el caballito de madera parece que todavía galopa por el suelo mustio.
Dentro de la vivienda todo permanece como si Soraya nunca se hubiera ido. Como si cuando salió de ella por última vez lo hubiera hecho para dar un paseo. El silencio que allí se escucha es ahora su mejor aliado, como si fuera el centinela que guarda todo como ella lo dejó. A través del gran ventanal se puede observar un jarrón enorme, una biblioteca sobre la cual descansan dos libros en inglés y otro en alemán. Y en un vestidor en la distancia, sus trajes, sus cepillos… Sus detalles.
“Miss cune” y sus adiciones
Al poco de fallecer la emperatriz se hicieron públicas las memorias de Soraya en El palacio de las soledades. En este libro, ella misma relataba cómo, después de ser repudiada por los siete sabios de Irán, recorrió todos los meridianos del mundo buscando una medicina para su corazón. Marbella fue un placebo en los últimos días de su existencia.
Era frecuente encontrársela en el restaurante La Meridiana, con su caída de ojos al compás de la copa que sujetaba en la mano. “Siempre que le preguntaba algo en su mesa sólo balbuceaba palabras inteligibles”, aseguran los camareros de este santuario marbellí, que la llamaban “Miss Cune” (por el vino que pedía). Recuerdan cómo los más allegados “se la tenían que llevar casi a rastras al coche” por los efectos del alcohol. “Con el tiempo comprendí que todas las heridas se tienen que ir curando. La vida se esfuma, la vida continúa. Y pasado un tiempo, me sorprendo a mí misma haciendo proyectos… No quiero quedarme en ningún sitio fijo. Necesito espacios abiertos, pero creo que sé dónde echar el ancla. París. Marbella. España es uno de los países que más quiero”.
Con su adiós también se despidió un legado y la historia de una familia extinguida. "¿Cómo se puede estar triste si se lleva en el corazón un golpe de gacelas… y una margarita? ¿Cómo se puede estar triste cuando el pasado y el futuro existen?”. Y el presente, del que nunca hablo Soraya, es ese que a manera de premonición Casa Maryam aún aparece a nombre de su primera propietaria, una señora catalana llamada Luisa que falleció al poco de dejar esta mansión en su natal Barcelona. La vivienda en cuestión se encuentra en litigio. Y cosas del destino, sus actuales ‘negociadores’ no han podido, pese haberlo intentado, cambiar la titularidad de la misma.