Montse Chaure, la mujer que luchó junto a Tito Vilanova
A las 19:45 minutos de la tarde de este lunes, Montse Chaure llegaba a la catedral de Barcelona de la mano de Carlota. La esposa y la hija de Tito Vilanova, fallecido el pasado viernes a los 45 años víctima de un cáncer de glándula parótida, venían flanqueadas por el pequeño de la familia, Adriá, que accedía al templo en segundo término.
Tito Vilanova y su mujer (Facebook de Montse Chaure)Fueron los últimos en tomar asiento y con ellos portaban las cenizas de Tito. El funeral, oficiado por el arzobispo de la ciudad, Luis Martínez Sistach, y al que acudieron unas 1.500 personas, arrancó pasadas las ocho de la tarde. Fue una misa solemne y emotiva, en la que estuvieron presentes el presidente de la Generalitat, Artur Mas, y todos los jugadores, el cuerpo técnico y el equipo directivo del F.C. Barcelona.
Sin duda el momento más emotivo de la ceremonia llegó cuando los hijos de Tito subieron al altar para pronunciar, él especialmente emocionado, unas palabras. "De todas las cosas que me ha enseñado mi padre una es que la vida es demasiado corta para ser infelices. Nadie me podrá enseñar a vivir sin él. Mi padre está vivo dentro de mí y estará vivo para siempre", dijo Carlota.
Después fue Adriá quien tomó la palabra: "Siempre has sido mi ejemplo y lucharé hasta el final con seny pit i collons. Descansa en paz, padre". El hijo pequeño de Tito, de 17 años, quiso hacer un guiño a una frase (“seny pit i collons”) que se había convertido en máxima en la vida de su padre e que incluso lucía en su espacio personal de Whatshapp. La catedral rompió en ese momento en un aplauso, mientras Montse, la madre, contemplaba la escena visiblemente emocionada.
Adriá y Carlota Vilanova durante el funeral por su padre
La mujer siempre al lado de Tito
Amor sin fin. Este título de la película protagonizada por Brooke Shields en 1981 es la mejor definición para la relación que siempre mantuvieron Tito Vilanova y su mujer, Montse Chaure, con quien se casó en 1992 después de que empezaran a ser novios con tan sólo 18 años. Lo suyo, desde el principio, fue inquebrantable.
Poco se sabe de Montse. La discreción ha sido su obsesión. Siempre ha querido estar a la sombra de su marido, sin destacar, con sencillez, con humildad, con los pies anclados al suelo. Cuando iba a ver los partidos del Barça jamás pidió un trato especial. “En eso ha sido siempre bastante distinta a la mujer de Pep Guardiola, Cristina Serra”, aseguran fuentes del equipo aVanitatis. Las dos tuvieron un cruce duro de palabras cuando se encontraron por casualidad en Nueva York mientras Tito estaba ingresado en un hospital tratándose el cáncer y Montse disfrutaba de un año sabático en la Gran Manzana junto a su marido. Al parecer, la amistad inquebrantable entre Pep y Tito se había ido al traste poco antes.
Tito Vilanova y su mujer (Facebook de Montse Chaure)Montse, diseñadora gráfica de profesión (trabajó durante años en el grupo Zeta) es una mujer muy normal, austera, con mucho carácter y que nunca ha perdido sus raíces. Pero, por encima de todo, “ella misma no había sido consciente hasta ahora de lo fuerte que era”, aseguran los que la conocen. Cuando en noviembre del 2011 el Barça hizo público que su entrenador padecía un cáncer en la glándula parótida, Montse y Tito se fusionaron en una sola persona. Desde ese momento, la joven no se separó ni un minuto del amor de su vida. Siempre ellos y sus hijos: Carlota, de 20 años y estudiante de derecho, y Adrià, de 17, que juega en el Juvenil B del Barça.
Tan catalanista como Tito
Montse es una mujer de pocas palabras, introvertida. Tenía pocos amigos; como su marido, que siempre decía que “los cuatro que tengo no los perderé jamás”. Es también una gran amante de la gastronomía, de la música y tan catalanista como Tito lo fue. Por eso ambos se entendían tan bien. Él se chupaba los dedos cuando su suegra le preparaba los canelones caseros. A los dos les encantaba pasear cogidos de la mano por el pueblecito de L’Escala (Costa Brava), donde nadie les molestaba, porque todos los vecinos eran conscientes de que querían pasar desapercibidos.
Su fortaleza le ha servido para que se haya convertido en el principal punto de apoyo de los padres de Tito, Joaquim y Maria Rosa, de la que no se ha separado ni un segundo porque es consciente de lo duro que es perder a un hijo. Todos han formado una gran piña. Consciente del poco tiempo que le quedaba, unos días antes de fallecer, Tito diseñó junto a su mujer cómo quería que fuera el día después. El sábado 26 su familia y cuatro amigos íntimos realizaron una sencilla ceremonia fúnebre en la iglesia del Castell de Peralada, donde la pareja se había casado. Poco después todos se fueron al tanatorio de Figueres, le incineraron y parte de las cenizas se esparcirán en su pueblo, Bellcaire d’Empurdà, cuyo alcalde, David Font, es gran amigo de la pareja.
Los últimos días juntos fueron terriblemente duros. Y Tito, una vez más, quiso darle muestras de todo lo que ella había significado en su vida. En Jueves Santo llamó a su amigo Ángel Fernández, exvicepresidente del Barça y exdueño de la inmobiliaria Don Piso, para que le comprara un reloj a su mujer. Ese fue su último regalo. Consciente de todo lo que se le venía encima, Montse delegó en el Barça la organización de la despedida por parte de todos los que admiraban a su marido.
Tito Vilanova y su mujer (Facebook de Montse Chaure)
Su último concierto
Quizás la última imagen pública de la pareja se captó el año pasado cuandofueron a ver a Pablo Alborán al Festival de Cap Roig en Calella de Palafrugell. A pesar de llevar veinticinco años juntos, el público que estaba a su alrededor comentaba que en su cruce de miradas había electricidad, química, un amor puro y verdadero, en definitiva. En los últimos meses Tito estaba muy débil, había pedido unos 14 kilos, era consciente del poco tiempo que le quedaba, pero quiso salir a cenar una vez más, y la última en público, con un grupo de amigos al restaurante argentino Nueve Reinas. De esa noche no existen fotos.
A partir de ese momento, cualquier reunión familiar o de amigos, ya fuera para comer o para cenar, se hacía en su casa de la elitista urbanización barcelonesa de Torremirona. Allí, madre e hijo solían olvidar sus penas jugando al pádel. La historia de Tito y Montse ha sido de película romántica. Y qué mejor final que ver en su perfil de Whatsapp una de las últimas fotos que se hicieron donde sólo se ven las manos entrelazadas de los cuatro miembros de la familia.
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