Vive lentamente, si quieres vivir de verdad
El tiempo ha dejado de ser una realidad física para convertirse en una enfermedad. Vivir lentamente se ha convertido en un sinónimo de ineficiencia o de error. “Perder el tiempo” es para muchos casi un sacrilegio, porque siempre se asume que “cuanto más rápido, mejor”. Lo grave es que ya no se pierde el tiempo, sino que es la vida lo que se funde en ese ritmo de vértigo.
Vivir de prisa casi es no vivir. El contacto que tienes con cada experiencia es mínimo, casi como si no la vivieras. Apenas te queda tiempo para saborear, de manera epidérmica, cada vivencia. La rapidez más bien te lleva a eludir, a pasar por una situación sin realmente pasar por ella. A dejar de lado los detalles y, con ellos, la esencia de muchas realidades.
Cuando vives a alta velocidad, difícilmente encuentras tiempo para pensar. No hay lugar para que te detengas a reflexionar sobre lo que estás haciendo o sobre la manera en la que estás viviendo. Simplemente tienes que pedalear más rápido, tratando de alcanzar ese segundo inmediato, para que no se pierda.
Quien lentamente vive, lentamente envejece
La cultura de la prisa trae consecuencias obvias. La primera de ellas, que tu organismo permanece hiperestimulado todo el tiempo. Tienes altas descargas de adrenalina constantemente y también de cortisol, la hormona del estrés. Actúan casi como un psicoactivo dentro de tu cuerpo y te haces más o menos adicto a ellas.
Sin embargo, el precio es muy alto. Cuando tu cuerpo se acostumbra a vivir a ese ritmo y no te queda tiempo ni siquiera para respirar profundamente, aumentan las probabilidades de que caigas enfermo. Este estrés es el mejor caldo de cultivo para que empiecen a aparecer esos dolores que se vuelven compañeros inseparables.
Por el contrario, vivir lentamente -o lo que es mejor, manejar las dos velocidades- conduce a tener una salud más sólida y estable. Es algo que te permite digerir adecuadamente tanto las experiencias que vives, como todo lo que comes y hasta el aire que respiras. A mediano y largo plazo, esto se traduce en mayor bienestar orgánico, lo que a su vez contribuye a tu buena salud mental.
La multitarea: uno de los males de la época
Estamos en el tiempo de la multitarea. Ahora resulta que ya no solo importa hacer todo con mucha rapidez, sino que para algunos lo ideal es que también se puedan hacer muchas cosas a la vez. Se supone que si realizas varias actividades a gran velocidad y al mismo tiempo eres alguien “eficiente”.
Quizás es algún aspecto lo seas -aunque muchos estudios apuntan en sentido contrario-, pero esa eficiencia no te beneficia a ti, sino a un sistema en el que el tiempo es dinero. El mundo está lleno de baratijas, zapatos que no aguantan más de 5 posturas o ideas que duran lo que dura la moda. Para fabricar artículos básicamente desechables se necesita gente que produzca en cantidad. Y, por supuesto, rápidamente.
Estamos en una cultura en la que lo importante es abarcar mucho, aunque se apriete poco. Lo de menos es si te gusta o no lo que haces o si logras ponerle un plus a ello. La lógica de la gran producción es otra, pese a que está completamente comprobado que trabajar menos y más lentamente genera mejores resultados.
La rapidez es un elemento tóxico en tu vida
La extrema velocidad reduce tu nivel de tolerancia, porque para soportarla tienes que desarrollar un importante nivel de estrés. Si no estás en alerta, difícilmente puedes seguir el ritmo frenético de una producción en serie, o de un plan de metas ansioso, o de los 3 ó 4 trabajos que has conseguido.
Sin darte cuenta, olvidas cómo disfrutar de los pequeños placeres cotidianos. Estos solo se pueden experimentar si vives lentamente. ¿Con qué tiempo vas a detenerte para contemplar la sonrisa de tu hijo?, ¿con qué cabeza podrías lograr percibir que la vida se te está pasando y que no eres el protagonista de ella? En una carrera de gran velocidad solo hay tiempo para pensar en no demorar el siguiente paso.
Cuando te vuelves un adicto de la rapidez, la paciencia es una palabra que no tiene significado para ti. De hecho, te exasperas continuamente y el motivo de esa irritación suele ser alguna demora, por mínima que sea. Cuando menos lo piensas, estás también haciendo el amor en 3 minutos y almorzando en 2. Un día te miras al espejo y no sabes a dónde fue a parar ese joven vital que ahora se ve como un adulto fatigado y vencido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario