"Dos monjes zen, Tanzan y Ekido, regresaban al monasterio después de un largo viaje. El día antes había llovido, por lo que el camino estaba lleno de lodo. Cuando pasaron cerca de un pequeño pueblo, encontraron a una joven que vestía un espléndido kimono dorado.
Para proseguir su camino, la joven debía atravesar un enorme charco de agua. Ante aquel obstáculo se quedó paralizada pensando que, si mojaba su kimono lo arruinaría y su madre la reprendería duramente.
Sin dudar un segundo, Tanzan se acercó a la joven y le brindó su ayuda: la cargó sobre su espalda hasta el otro lado del charco. Luego ambos monjes prosiguieron su camino.
Cuando llegaron al monasterio, Ekido, quien se había mostrado incómodo durante el resto del viaje, le reprochó en tono áspero a su compañero:
- ¿Por qué has tomado a esa joven en brazos? ¡Sabes que nuestros votos nos lo prohíben!
Tanzan no se turbó, miró a su compañero de viaje y le respondió con una sonrisa:
- Yo cargué aquella joven hace algunas horas, pero tú aún la llevas sobre tu espalda".
Esta parábola zen nos invita a reflexionar sobre las ataduras y limitaciones que nosotros mismos construimos con nuestras creencias y estereotipos. Y cómo las utilizamos para criticar a los demás.
También nos hace preguntarnos cuántas veces reaccionamos ante la película que vemos en nuestra mente, en vez de limitarnos a analizar objetivamente los datos de la realidad. Se trata de un comportamiento particularmente peligroso que puede hacer que nos ahoguemos en la tormenta que hemos creado dentro del vaso de agua.
También nos hace preguntarnos cuántas veces reaccionamos ante la película que vemos en nuestra mente, en vez de limitarnos a analizar objetivamente los datos de la realidad. Se trata de un comportamiento particularmente peligroso que puede hacer que nos ahoguemos en la tormenta que hemos creado dentro del vaso de agua.
3 grandes enseñanzas que pueden cambiar tu modo de afrontar la vida
1. Los problemas se afrontan cuando aparecen y luego se dejan ir
Se cuenta que un discípulo le preguntó a un gran maestro zen cuál era su secreto para alcanzar aquella paz interior. El maestro zen le respondió simplemente: “cuando como, como; cuando duermo, duermo”.
Se cuenta que un discípulo le preguntó a un gran maestro zen cuál era su secreto para alcanzar aquella paz interior. El maestro zen le respondió simplemente: “cuando como, como; cuando duermo, duermo”.
Nuestro problema es que evitamos las dificultades cuando estas aparecen, generalmente porque nos asustan demasiado, y cuando por fin desaparecen, seguimos rumiándolas. De esta manera un pequeño problema adquiere proporciones catastróficas y mantenemos nuestra mente permanentemente ocupada con pensamientos negativos que solo nos dañan.
Aprender a estar plenamente presentes y adoptar una actitud más pragmática nos evitará grandes sufrimientos, frustraciones y malestar. Eso significa que deberíamos intentar solucionar los problemas cuando aparecen y dejarlos en el pasado cuando finalmente ya no forman parte de nuestra vida. Debemos recordar que todo lo que alimentamos en nuestra mente, para nosotros es real. Sin embargo, las preocupaciones no eliminan el dolor de mañana, tan solo nos arrebatan la fuerza de hoy.
Aprender a estar plenamente presentes y adoptar una actitud más pragmática nos evitará grandes sufrimientos, frustraciones y malestar. Eso significa que deberíamos intentar solucionar los problemas cuando aparecen y dejarlos en el pasado cuando finalmente ya no forman parte de nuestra vida. Debemos recordar que todo lo que alimentamos en nuestra mente, para nosotros es real. Sin embargo, las preocupaciones no eliminan el dolor de mañana, tan solo nos arrebatan la fuerza de hoy.
2. Cada quien da lo que tiene dentro de sí
La mayoría de las personas con las que nos relacionamos, incluyendo nosotros mismos, no reaccionan ante los hechos sino ante sus propias expectativas y estereotipos. Al igual que el monje Ekido, esas personas sacan conclusiones basándose en una perspectiva sesgada y luego se basan en ellas para criticar a los demás.
Cuando una persona toma datos aislados de la realidad y los inserta en la película que ya está rodando en su mente, corre el riesgo de actuar de manera irracional. En esos casos puede acusarnos de cosas que realmente no hemos hecho, porque asume que nuestras intenciones son las suyas.
Si esa persona suele actuar con maldad, asumirá que nosotros también actuamos con maldad porque pone en marcha un mecanismo de defensa llamado proyección a través del cual proyecta las características propias que no quiere reconocer sobre los demás. Por eso se dice que cada quien da lo que tiene dentro de sí.
Dialogar con ese tipo de personas es muy difícil porque prácticamente cualquier cosa que digamos será usada en nuestra contra. Lo mejor es actuar como el monje Tanzan y, sin atacar, dejarle ver que sus opiniones son una proyección de su manera de ver el mundo, que no corresponde con la realidad. Ese pequeño cambio de actitud te ahorrará muchísimos dolores de cabeza en tus relaciones interpersonales.
La mayoría de las personas con las que nos relacionamos, incluyendo nosotros mismos, no reaccionan ante los hechos sino ante sus propias expectativas y estereotipos. Al igual que el monje Ekido, esas personas sacan conclusiones basándose en una perspectiva sesgada y luego se basan en ellas para criticar a los demás.
Cuando una persona toma datos aislados de la realidad y los inserta en la película que ya está rodando en su mente, corre el riesgo de actuar de manera irracional. En esos casos puede acusarnos de cosas que realmente no hemos hecho, porque asume que nuestras intenciones son las suyas.
Si esa persona suele actuar con maldad, asumirá que nosotros también actuamos con maldad porque pone en marcha un mecanismo de defensa llamado proyección a través del cual proyecta las características propias que no quiere reconocer sobre los demás. Por eso se dice que cada quien da lo que tiene dentro de sí.
Dialogar con ese tipo de personas es muy difícil porque prácticamente cualquier cosa que digamos será usada en nuestra contra. Lo mejor es actuar como el monje Tanzan y, sin atacar, dejarle ver que sus opiniones son una proyección de su manera de ver el mundo, que no corresponde con la realidad. Ese pequeño cambio de actitud te ahorrará muchísimos dolores de cabeza en tus relaciones interpersonales.
3. Tus creencias no te hacen mejor persona, tus acciones sí
El monje Tanzan nos ofrece una enseñanza sublime que el mundo pasa por alto: no son nuestras creencias lo que nos convierte en buenas o malas personas, son nuestras acciones. Esto significa que no somos mejores porque el simple hecho de ser católico, budista, adventista, taoísta o científico, son nuestras acciones las que cuentan y las que dejan una huella en el mundo.
La superioridad intelectual o moral no cambia el mundo, al contrario, crea un mundo peor donde algunos se creen con derecho a juzgar y criticar todo lo que no cumple con sus parámetros. Lo que cambia el mundo es la gratitud, la empatía, la ayuda.
El monje Tanzan nos ofrece una enseñanza sublime que el mundo pasa por alto: no son nuestras creencias lo que nos convierte en buenas o malas personas, son nuestras acciones. Esto significa que no somos mejores porque el simple hecho de ser católico, budista, adventista, taoísta o científico, son nuestras acciones las que cuentan y las que dejan una huella en el mundo.
La superioridad intelectual o moral no cambia el mundo, al contrario, crea un mundo peor donde algunos se creen con derecho a juzgar y criticar todo lo que no cumple con sus parámetros. Lo que cambia el mundo es la gratitud, la empatía, la ayuda.
Esta idea también nos transmite otro potente mensaje extremadamente liberador: no permitas que ninguna creencia limite tu “yo”, tus ganas de descubrir, de relacionarte con otras personas o de hacer cosas que te hacen sentir vivo.
Un sistema de creencias rígido, que pone a su merced a las personas, sea el que sea, nunca es positivo. Las creencias deben existir para llenarnos la vida y convertirnos en mejores personas, no para limitar nuestra libertad y crear barreras con los demás.
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