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EL CORAZON Y LA BOTELLA


A veces la vida se tuerce y no podemos luchar contra eso. La protagonista de esta historia lo descubre muy pronto y frente al inconmesurable dolor que experimenta, decide reaccionar como la mayoría de nosotros: protegiendo su corazón para no volver a experimentar ese sufrimiento. Guarda su corazón dentro de una botella.

Se trata de un detalle metafórico con el que Oliver Jeffers, un ilustrador y escritor australiano, aborda temas tan complejos como el dolor y la pérdida, de manera que este cuento infantil en una joya tanto para los niños como para los adultos.

Jeffers cuenta la historia de una niña que podríamos ser perfectamente cualquiera de nosotros. 


Su padre alienta su curiosidad natural y la anima a descubrir otros mundos a través de los libros y las experiencias que viven juntos.


Todo es idílico, hasta que un día la niña se enfrenta con la dura realidad de la vida: la silla vacía de su padre. 


A través de las ilustraciones podemos percibir su dolor y ese flujo silencioso pero desbordado de emociones que genera la pérdida de una persona muy querida.


Y si ese dolor es tan desorientador y aplastante para los adultos, ¿cómo podemos suponer que el corazón de un niño pueda gestionarlo? La niña no puede, y no lo hace. Por primera vez descubre que el corazón puede doler, y mucho.

Entonces se sintió insegura y pensó que debía poner su corazón a salvo. Al menos por un tiempo. Así que lo metió en una botella y se la colgó del cuello.

“Con esto las cosas parecieron mejorar…

“Al menos al principio”.


Pero poco a poco la botella se volvió incómoda y pesada. Sin embargo, la niña se consolaba pensando que al menos así su corazón estará a salvo.

Pero nuestra resistencia al sufrimiento rompe la psiquis en pedazos. Aislarse del dolor puede protegernos del sufrimiento pero también bloquea nuestra capacidad para amar y nuestra vitalidad.

Un día, mientras caminaba por la playa donde una vez había paseado alegremente con su padre, la “niña”, que en aquel momento ya era una mujer adulta, encuentra a una niña pequeña que le recuerda a ella misma. 


De repente se da cuenta de todo lo que perdió al guardar su corazón dentro de la botella.


Así que se dispone a liberar su corazón de la prisión de vidrio, pero descubre que no es tan fácil como pensaba porque durante años ha fortalecido la botella con capas y más capas de autoprotección.

“La botella no se rompía. Sólo rebotaba y rebotaba... hasta que cayó al mar”.


Entonces ocurre el milagro: a una niña pequeña que aún no había perdido su curiosidad y capacidad para amar, se le ocurrió una manera de sacar el corazón de la botella.


Y entonces la silla de su padre no volvió a estar vacía nunca más. 


Lo interesante de este libro es que no se trata de una literatura explícita sino que está plagado de detalles y guiños escondidos que complejizan la obra, de manera que los niños pueden construir sus propios significados y sacar sus conclusiones según su etapa del desarrollo.


Aborda temas tan complejos como el dolor lacerante por la pérdida, la instintiva necesidad de protegernos, lo que perdemos cuando nos negamos a amar y todo lo que recuperamos cuando finalmente aceptamos la pérdida y seguimos adelante.

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