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Empatía, la difícil y enriquecedora tarea de ponernos en los zapatos de los demás


 Lady Ann Umaña Segura 13, Julio 2017 en Psicología33239 compartidos
Dos personas unidas por la cabeza simbolizando la empatía
Estamos conectados con nuestro interior, pero también con el exterior, y en los dos tipos de conexiones la empatía juega un papel muy importante. Además, gracias a los adelantos tecnológicos, el mundo exterior con el que podemos interactuar e interaccionar es cada vez más amplio.
Al ser más amplio y los canales de comunicación más extensos pero con menor información, la empatía se vuelve más difícil. Piensa, por ejemplo, lo complicado que puede resultar ser empático con una persona con la que te comunicas mediante mensajes de texto y lo fácil que puede ser conseguir esta empatía con alguien con el que te comunicas cara a cara.

¿Qué es la empatía?

Podemos definir la empatía como la capacidad para entender el estado emocional (emociones y sentimientos) y cognitivo (ideas o pensamientos) de otras personas o de nosotros mismos. Además, este entendimiento es consecuencia de habernos puesto en las circunstancias del otro.
No es un ejercicio fácil ni sencillo y en ocasiones para lograrlo es necesario dejar a un lado los estereotipos o los heurísticos a los que nuestras mentes son tan aficionadas. Además, se trata de un ejercicio complejo, porque el mundo de otra persona o el propio lo es, y requiere una buena parte de nuestros recursos atencionales.


Manos cruzando el dedo meñique
Por otro lado, hay personas y circunstancias que tienen el poder de provocar más empatía que otras. Así, por ejemplo, será más fácil que seamos empáticos con personas que son similares a nosotros o con personas que demanden nuestra ayuda, en el primer caso porque será más fácil ser empáticos y en el segundo caso porque tendremos un buen motivo para hacerlo si que evaluamos su petición como sincera.

Enemigos de la empatía

Los seres humanos somos en parte el producto de las situaciones que nos moldean desde que nacemos. La indiferencia puede deberse a diferentes factores, entre los cuales podemos enumerar:
  • El egocentrismo.
  • La desconfianza.
  • La pérdida de valores.
  • La competencia individual por llegar lo más alto posible, a cualquier precio.
  • Las divisiones raciales, educativas y de estrato social.
Por otro lado, podemos decir que la falta de empatía pasa factura. Nos aleja de los abrazos cálidos y sinceros, el regalo desinteresado, de la sonrisa amiga, de la mano que se extiende sin pedir nada a cambio. La ley del más fuerte impide entender las necesidades de otros, llámese cónyuge, familia, vecino, compañero, amigo. Los psicólogos atienden diariamente miles de casos cuyo pronóstico mejoraría simplemente con un ejercicio de escucha activa y normalización, para el cual es imprescindible la empatía.
“Mi libertad termina donde empieza la de los demás”
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¿Qué puede hacer la empatía por nosotros y por los demás?

Vamos a intentar contestar a esta pregunta haciendo un viaje por diferentes situaciones:
  • Aumentaremos la probabilidad de que nuestra relación de pareja funcione si de vez en cuando nos cambiamos los zapatos. Así comprenderemos la necesidad de afecto del otro, cómo funcionan sus cuerpos y el origen del alguna de sus emociones. Aceptar el  historial de vivencias negativas y positivas mutuas les ayudará a vivir, no solo a sobrevivir.
  • Si el empleado entiende la necesidad de que la empresa aumente el rendimiento y el jefe provee lo necesario, la relación obrero-patronal sería muy satisfactoria.
  • Ser empático nos hace más sensibles y respetuosos a las limitaciones de los demás. Por ejemplo, a través de la empatía seremos capaces de entender la frustración que pueden sentir en determinados momentos los padres de niños con autismo ante la imposibilidad de comunicarse con ellos.
  • ¿Y, por qué debemos  ser empáticos con nosotros mismos? Revisar con honestidad nuestras fortalezas y debilidades impedirá que nos perdamos y al mismo tiempo facilitará oportunidades para encontrarnos con los demás.
  • La profesora verá incrementado su poder de influencia si es empática con sus alumnos. Por ejemplo, la empatía le permitirá descubrir que el niño abusador y violento solo está copiando la conducta de su entorno familiar. Entender la timidez, la hiperactividad, la extroversión y la tristeza de sus alumnos hará que su función sea más valiosa y a la vez más sencilla.
“Un docente que no sea empático, no podrá solucionar de forma eficaz los conflictos de su clase”
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Dos árboles con forma de cabeza
  • Si los padres recordaran que fueron niños y adolescentes, habría más comprensión y disminuirá la brecha generacional. Al fin y al cabo, ser padres, con una pila de años más, no ha borrado de manera radical todos sus recuerdos y en muchas ocasiones solo es necesaria una clave para recordarlos.
  • Potenciar la empatía en niños y adolescentes, apelando a sus sentimientos, es un excelente recurso para prevenir posibles comportamientos sociales indeseables, como el acoso o la pasividad ante el acoso. Por ejemplo, el método KIVA, aplicado en Noruega, se dirige al espectador del abuso facilitando la empatía por la víctima; facilitando la labor de que los niños-espectadores sean empáticos con el sufrimiento del niño que es acosado, de manera que lo impidan y lo prevengan.
Como hemos visto, la empatía es una habilidad relacional que sirve precisamente para mejorar relaciones, estrechar lazos y acercar corazones. Además, es muy útil para prevenir una buena parte del sufrimiento moderno, marcado profundamente por la sensación de vacío y soledad que se ha instalado en muchas personas, que gritan pero no se sienten escuchadas, reconocidas y finalmente queridas.

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