El archipiélago sigue siendo un destino con un incalculable patrimonio cultural y paisajístico.
Grecia es mucho más que la terrible crisis económica que asola a sus ciudadanos. Más allá de la decadencia de un sistema político o del turismo de lujo, distante al drama que viven los griegos, hay un patrimonio histórico, cultural y paisajístico que permanece intocado, puro y dispuesto a darse a conocer. Te propongo siete modos de conocer Atenas y la islas del Egeo en las cuales no te sentirás un turista más, sino un viajero libre.
Al fin y al cabo, tal como decía Graham Greene, "la diferencia entre el turista y el viajero, es que el turista sabe cuándo volverá y el viajero no". Si necesitas más información para construirte tu propio viaje con independencia de los tópicos que asolan las guías y las páginas de internet, ésta es mi crónica Sin Grecia no habría más mundo (civilizado) que recorrer.
1. Atenas no es fea, de verdad
Te lo van a advertir, seguro. Sobre todo, la gente que considera que la Acrópolis no son más que piedras y la que no ha pasado de Plaka, el barrio turístico por excelencia. Pero es tan fácil como adentrarse en los barrios donde residen los locales. Empezando por Monastiraki, cuya calle Ermou está repleta de tiendas de todo tipo y la plaza Monastirakiou, que por las noches tiene unas vistas increíbles a la Acrópolis.
Por el barrio de Psiris, se mueven artistas y bohemios por sus mercadillos, cafés, restaurantes, creperías, etc. que sacan sus terracitas al aire libre y, en la plaza de Dacon Anargyriou o en la calle Lepariotou, hay muchos bares interesantes, algunos con conciertos. Entre Omonia y Paneristimio, en la plaza de la Universidad, hay multitud de placitas con cafés y boutiques modernas colindando con tiendas de siempre y con el mercado popular.
Si estás harto de masas en la plaza Syntagma, encontrarás la paz en Kolonaki, el barrio que se eleva hacia el monte Licabeto. Descendiendo al nivel del mar, en el puerto del Pireo, Mónica Caballo, una española criada en Atenas aconseja "la zona de ocio nocturno de Microlimanos, después de una excursión al cabo Sunion, para ver el atardecer en los templos de Poseidón y Atenea".
2. Tienes alternativas para navegar entre las islas
Lo fácil es apuntarte a uno de esos cruceros que paran unas cuantas horas en las islas más demandadas y navegan mientras duermes. Más laborioso, a la par que independiente, es organizarte el tour por tu cuenta, de ferry en catamarán, combinando horarios y días de las compañías navieras.
Si prefieres que el viaje te lo customice un profesional, Patxi Urzaiz es un vasco helenizado que alquila veleros para grupos u organiza circuitos con el sistema plaza por plaza, al que te puedes apuntar solo, en pareja o con amigos, hasta que se llene el velero.
"De mayo a septiembre, partimos durante una semana a las islas del Sarónico y la costa oriental del Peloponeso, aconsejable para quienes no hayan hecho nada o poca navegación, ya que las aguas son más tranquilas y son raros los golpes de mar", cuenta Urzaiz. Su oferta es una forma guiada de descubrir playas desiertas, pueblecitos y lugares recónditos, y aún poco transitados, en Egina, Epidauro, Poros, Dhokos y Leonidio, Fokianos e Hydra.
3. Las Cícladas Menores, para profundizar
Los griegos aseguran que en Donousa, Ano Kufonisi, Iraklia o Shinousa todavía se observa la vida tradicional griega, y que el silencio y la paz son la norma, porque no están explotadas. Si no puedes detenerte a pernoctar en cada una de ellas con el Skopelitis Express, confórmate con ir avistándolas superficialmente desde la proa del Skopelitis, seis horas que un ferry recorre en dos, pero sin vivir su idiosincrasia intacta (por el momento).
Al contrario que el velero, que te permite adentrarte en las Cícladas, pues, según Urzaiz, "lo único que cambia es la mar, que allí es más brava y sopla más fuerte el viento", los sitios adonde vamos son lugares tranquilos y alejados de la masificación turística. Las calas son realmente paradisíacas y los pueblos, tradicionales.
4. Santorini, millones de visitantes no pueden estar equivocados
Hay 2.000 islas deshabitadas en los mares griegos, pero no por ello Santorini va a desmerecer una belleza de visita obligada, como podrás comprobar ya desde la cubierta del ferry. Te extasiará la aproximación a La Caldera, la ladera frontal que da la cara a la isla volcánica, Thirasia, en cuyas aguas calientes es posible bañarse.
La centralizada Fira hay que pateársela cuesta arriba y abajo, si bien, para alejarte del gentío, se recomienda ir en bus a la preciosísima aldea de Oia. Eso sí, no te quedes en los bares atestados de turistas esperando a ver el el ocaso del sol dándole besos al volcán, aprovecha para callejear a solas haciéndoles fotos a los molinos y las campanas de sus iglesias a contraluz.
5. Paros y Antiparos
A la calle principal de la linda Paros le llaman 'street market', si bien, no es más que una calle con una tienda en cada número, de ropa y de joyería moderna que se aleja del souvenir hortera. Tanto en la capital como en Naussa, podrás apreciar la arquitectura típica blanca y azul. No obstante, para variar, los griegos recomiendan escapar de lo manido en el barco a Antiparos, por su viejo puerto de pescadores, sus peculiares casitas, sus plazas sombreadas por un solo árbol gigante y su castillo rodeado de viviendas con puertas diminutas.
6 Naxos y sus aldeas paradas en el tiempo
Naxos es otra isla conocida por su vino y ciertos licores destilados, como los de la destilería Kitron Vallindrass, que está en la aldea de Halki, perdida en la montaña, paralizada en el tiempo. Al igual que la de Apiranthos, que rompe con la imagen de los folletos, gracias a las casas de piedra de estos antiguos pobladores de Creta que se exiliaron durante la matanza turca en la isla. ¡No te pierdas sus museos y los quesos de la región: xirotiro, arsénico kafalotiri, anthoiro, sour mizithira y gruyere de Naxos.
7. Amorgós, para ver arder el Egeo
En la isla de Katapola, se impone fisgar entre sus encantadoras villas, como la deKatapoliani. De allí, el bus te deja en la Hora en 10 minutos, de sobrecogedor paisaje. Coge fuerzas compartiendo mesa y rakipsimeni (una bebida tradicional destilada como el raki, pero con miel, té, canela y hierbas) con los paisanos en la taberna Xyma, que conserva la esencia de los hippies que la animaban en los 70.
Y ya puedes subir zigzagueando entre sus 43 monasterios y sus divinas casitas, por sus suelos empedrados hasta el castillo y los molinos, que procuran unas vistas impresionantes de la bahía y del Egeo. Intenta verlo en llamas al atardecer, de camino al segundo puerto, el de Aegiali.
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