Las redes sociales son, en muchas ocasiones, un hervidero de informaciones de las que aún la prensa no se atreve a hacer eco. Sobre todo cuando es algo que concierne a unos futuros herederos. Este es el caso de Haakon y Mette-Marit, un matrimonio que de puertas hacia fuera siempre ha parecido sólido. Sin embargo, los rumores de una posible crisis entre ellos comienzan a sonar. Twitter ha sido el escenario en el que muchos usuarios han comenzado a especular sobre un distanciamiento en la pareja y de una supuesta comparecencia por parte de la Casa Real de Noruega que tendría lugar este viernes.
Parte de las informaciones comenzaron a circular el pasado mes de octubre cuando se anunció, a través de un comunicado oficial, que la princesa Mette-Marit desaparecería de la agenda real durante un tiempo. El motivo, un fuerte dolor cervical del que fue intervenida el 15 de este mes. Aún así, y a pesar de que se trata de un procedimiento común, lo que sorprende es que no se haya cumplido con las dos semanas que, según el comunicado, estaría la princesa lejos de los actos oficiales. “Intentará participar en algún breve evento aislado durante este tiempo”, señalaba. 
Mette-Marit ha sido el claro ejemplo de cómo ser princesa en el siglo XXI está cada vez más alejado de la imagen idílica que, desde siempre, han proyectado los cuentos de nuestra infancia. Sin embargo, ella no ha sido la primera que tuvo que hacer frente a las críticas sobre su relación con un príncipe. Diana de Gales fue la primera que abrió el camino. La princesa del pueblo, como se la conocería años más tarde, tuvo que ganarse la confianza de una feroz Isabel II tanto antes como después de su boda con Carlos de Inglaterra en 1981.
Con 40 años sobre sus espaldas y un matrimonio de 12 años, las reticencias de sus inicios como pareja de Hakoon de Noruega han quedado olvidadas a base de un marketing destinado a lavar la imagen de una princesa con un turbio pasado: camarera, madre soltera y, sobre todo, la relación del padre de su hijo Marius con las drogas, motivo por el que entró en prisión por posesión de cocaína.
Todo esto fue más que suficiente para que la popularidad de la monarquía bajara a las cuotas más bajas de la historia tras el compromiso de Haakon y Mette-Marit. Más de una década después, su comportamiento ejemplar, la implicación en causas solidarias, su apoyo público al colectivo gay, la creación de un fondo humanitario así como las cenas de palacio con deportistas y gente del mundo de la cultura y su figura como representante de la ONU en la lucha contra el VIH han hecho que el 90% de los noruegos –según el diario Dagbladet– acepten a la princesa.