Un viaje por Torremolinos para intentar salvar un matrimonio insalvable. Ese fue el periplo de Vivien Leigh y Laurence Olivier durante unas vacaciones en la Navidad de 1957, cuando su unión, la de la pareja de actores británicos más popular del siglo XX, hacía aguas por todas partes. Esa es una de las anécdotas que narra Vivien Leigh. La Tragedia de Scarlett O’ Harala primera biografía en español de la mítica Escarlata O’ Hara de Lo que el viento se llevó, escrita por Jose Madrid, que se publica esta semana, coincidiendo con su centenario. Las continuas depresiones de la actriz, protagonista de Un tranvía llamado deseo y ganadora de dos Oscar, marcaron su breve existencia, ya que murió con apenas 53 años. Su amistad epistolar con una joven catalana y lo mucho que su personalidad se reflejaba en sus interpretaciones, son parte fundamental de esta reveladora biografía novelada, de la que ofrecemos algunos extractos de los capítulos que muestran la conexión de la estrella con nuestro país:
(Torremolinos, 1957)
Torremolinos fue el primer destino de aquellas vacaciones españolas. Cuando llegaron al Hotel Playa Santa Ana, enseguida conectaron con Enrique Bolín, el hijo de los propietarios del hotel, que les acompañaría en las numerosas visitas que realizarían por los pequeños pueblos de Málaga. En principio, utilizaron un taxi para ir a Marbella, Ronda, Málaga, Mijas o Churriana. En el hotel también encontraron diversión, aparte de admirar la costa desde el balcón. Los juegos de cartas eran parte del entretenimiento de los dos matrimonios entre escapada y escapada. Sin embargo, algo iba mal. Como más tarde admitiría Laurence Olivier en su autobiografía, las discusiones con su mujer convirtieron el viaje en “miserable” para el matrimonio Seiddman, que les acompañaba en aquel exótico viaje. La gota que él mismo sufrió tampoco ayudó demasiado a hacerlo más agradable. El actor tuvo que pasar el día de Navidad y el posterior, conocido como ‘Boxing Day’ en Inglaterra, en la cama. “No me encuentro bien” fue una frase que repitió demasiado durante sus trayectos por la Andalucía profunda.
Sin embargo, las peleas tenían más que ver con el temperamento de ambos actores que con el destino de sus pequeñas escapadas malagueñas. Uno de los días en los que iban a pasear por Málaga descubrieron algo con horror antes de salir y acabar comiendo en Gibralfaro. “La prensa no nos va a dejar en paz”, dijo Leigh al divisar a varios periodistas en las puertas del hotel. Olivier salió al balcón: “Vivien está aquí conmigo. Ahora bajaremos para responder sus preguntas”. La decisión de Olivier de atender a los periodistas vino acompañada de una fuerte discusión entre ambos. Cuando bajaron por la escalera del hotel era evidente que algunas de las preguntas que les iban a hacer, aunque amables, les incomodaban. Habían ido allí a descansar y Torremolinos era una especie de resguardo tras un año lleno de incertidumbres y problemas.
Uno de los periodistas que habló con ellos, José María Jiménez Aguirre, que los entrevistó para la revisa ‘Sábado Gráfico’, se asombraba de la belleza de la actriz, con un traje de chaqueta color marrón. Los dos lo sentaron en una mesa para atenderle, una vez pasado el mal humor ante el descubrimiento de su presencia. ‘Sábado gráfico’, que costaba nada menos que 3 pesetas de las de entonces, era un semanario dedicado a las mujeres, que a buen seguro estarían muy interesadas en conocer todos los detalles de esa Escarlata O’ Hara que visitaba el país. También los de ‘Primer plano’ cuyo corresponsal en Málaga apuntaba con oficio cada respuesta que iba dando el matrimonio. “¿Mi director favorito? Mi marido, ¡por supuesto!” exclamó Vivien. Ante la situación política mundial, pregunta atrevida donde las hubiese teniendo en cuenta lo que se vivía en España por entonces, la actriz volvió a hacer gala de su carácter. “Como artistas, no debemos pronunciarnos sobre lo que pasa en el mundo”, aseguró. Mucho más amable y concisa fue cuando le pregunta fue cuáles creía que eran sus dos mejores películas. “Lo que el viento se llevó’ y Un tranvía llamado deseo”, dijo sin pestañear.
Olivier parecía mucho más calmado que ella, aunque finalmente la actriz fue empatizando con los reporteros. “Hagan todas las fotos que deseen”, dijeron ambos. Un rato después, el matrimonio Seidmann pasaba a recogerlos en un coche de color negro. Era hora de irse. Había que aprovechar cada minuto del cálido sol andaluz que aquella tarde les ofrecía.
 (Miss Bonet, la amiga catalana de Escarlata O’ Hara)
El primer encuentro con su ídolo fue imborrableDe repente, otra puerta se abrió y allí apareció la mismísima Vivien. En cuanto la vio aparecer, Elvira pensó: «Ahí está…Es ella, Escarlata O’ Hara». Pese a la emoción del momento, también se sintió ligeramente decepcionada. Su heroína de la gran pantalla era bajita, menuda, tenía una voz desgarrada por los años y parecía bastante demacrada por los problemas de salud que justo entonces habían vuelto a su vida. La actriz se sentó en un sillón rojo de terciopelo con un taburete para apoyar los pies y atender a las dos muchachas.
Elvira quiso leerle su carta y Vivien se mostró encantada. Cristina Vives la advirtió: «No sabe hablar muy bien inglés». «No se preocupen por su inglés. Yo le hablaré muy despacio en mi idioma y así me entenderá», le dijo a la joven que, temblorosa e incrédula ante el momento que estaba viviendo, le leyó una misiva sentimental que logró emocionar a una Vivien que había vuelto bastante afectada emocionalmente del rodaje de El barco de los locos. Las dos jóvenes hablaron durante veinticinco minutos de los próximos proyectos profesionales de la actriz.
Cuando llegó el momento de marcharse, Elvira reparó en el detalle que suponía que la propia Vivien les acompañase hasta la puerta. En su memoria también quedó grabado el chico repartidor de leche que en ese momento ocupaba el ascensor y que hizo que ella y su amiga tuviesen que bajar por las escaleras. Su sueño se había cumplido.