Aproximadamente entre los años 250 y 271 de nuestra era, una terrorífica epidemiaasoló el imperio Romano. Muchos, como San Cipriano –entonces, obispo de Cartago– pensaron que había llegado el fin de los tiempos.
Según algunos testimonios, la llamada pestede Cipriano mataba 5.000 personas cada día solo en la ciudad Roma.
”Los intestinos son sacudidos con un continuo vómito, los ojos están inyectados de sangre”, describió el obispo en su obra De mortilitate.
”Los intestinos son sacudidos con un continuo vómito, los ojos están inyectados de sangre”, describió el obispo en su obra De mortilitate.
También fue testigo de cómo se les desprendían a los enfermos los pies u otras partes putrefactas de sus miembros. Los emperadores Hostiliano y Claudio II el Gótico sucumbieron al contagio.
Los historiadores no saben si fue viruela o sarampión lo que desencadenó aquella mortandad, pero un equipo de arqueólogos italianos han descubierto algunas de sus víctimas en el complejo funerario de Harwa y Akhimenru, en Luxor. Se trata de cuerpos cubiertos de cal, utilizada tradicionalmente como desinfectante, y los hornos donde se fabricaba.
También había restos de una hoguera y cadáveres incinerados. Los fragmentos de cerámica han permitido datar la escena en la segunda mitad del siglo III. Es decir, la época de la peste de Cipriano, la cual, según los expertos, aceleró decisivamente la caída imperio Romano.
Foto: N. Cijan/Associazione Culturale per lo Studio dell’Egitto e del Sudan
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