Desde que su noviazgo con la duquesa de Alba fuera oficial, Alfonso Díez se ha mantenido siempre en un segundo plano y su postura no cambió al contraer matrimonio. Así ha continuado incluso en los momentos más duros, como fueron los sucesivos ingresos hospitalarios de doña Cayetana, cuando dejó el protagonismo a sus hijos, que iban informando a la prensa de la evolución de su madre.
Ahora ha sucedido lo mismo, pero con la diferencia de que esta vez no habrá mejoría y que la situación de la duquesa es irreversible. En esta ocasión, ha sido el duque de Huéscar, como primogénito y heredero del título, el que ha dado la cara. Antes también lo hizo Cayetano, que era el único que se encontraba el fin de semana en Sevilla y quien tomó la decisión de trasladarla al palacio de las Dueñas junto con Alfonso y el doctor Muñáiz –el neurocirujano y amigo que hace unos años, a raíz de la implantación de una válvula, la colocó de nuevo en ese circuito activo del que tanto disfrutaba la aristócrata–.
Imágenes de las visitas a la duquesa en Dueñas (Ver galería completa)Imágenes de las visitas a la duquesa en Dueñas (Ver galería completa)
Alfonso Díez no se ha separado de su duquesa. Mientras ella permanecía en la UCI, él se consolaba en una de las habitaciones reservadas para la familia. Cuando se tomó la decisión de trasladarla a su residencia también estuvo conforme. Su cara a la salida del hospital lo decía todo. Un semblante serio y con ojos llorosos que demostraban la tristeza en la que estaba sumido. No pudo articular palabra y una vez que su mujer estuvo ya en la habitación medicalizada del palacio se tranquilizó. Sabía que eso era lo que quería su mujer, porque así lo había pedido mientras pudo hablar. “Quiero ir a casa”, le decía.
Los duques, en el último ingreso de Cayetana en junio (Gtres)Los duques, en el último ingreso de Cayetana en junio (Gtres)
El funcionario vive sus horas más amargas. En el palacio de las Dueñas ha vivido los momentos más felices y también los más complicados, cuando solo los íntimos de Cayetana le arropaban. Los hijos de su entonces novia no querían saber nada de aquel aparente advenedizo, que el tiempo demostró que lo único que quería era hacerla feliz.
Alfonso Díez está arropado por varios de sus hermanos y un par de amigos de toda la vida, que viajaron a Sevilla para estar con él. Los hijos de Cayetana por fin le han cedido su sitio y no le dan de lado. No lleva la organización de la casa porque para eso está la gobernanta y Lola, la fiel secretaria, que se encarga de que las muchas visitas que llegan a Dueñas sean bien recibidas y no falte de nada, aunque las circunstancias sean amargas. La duquesa de Alba no lo hubiera permitido y eso Alfonso lo sabe y, a pesar de todo, intenta superar su tristeza y agradecer todas las muestras de cariño, que son muchas.