La Casa de la Favorita se erige vehemente como un Taj Majal majestuoso y grácil en pleno centro de Tarifa. Sus torres rozan la plaza del Perulero, regalando al viajero la herencia de toda la historia. La hospitalidad de un gran equipo humano que ha apostado por crear una empresa para rehabilitar hoteles con encanto en la ciudad del viento, es uno de sus más preciados reclamos. Tomás Coloma, al igual que un día el emperador Shahjahan, decidió alzar la séptima maravilla del mundo a su elegida, Mumtaz, decidió colgar sus hábitos de economista en la gran urbe para construirle a su esposa su particular homenaje con envoltorio de palacio: La Casa de la Favorita, una construcción emblemática en Tarifa donde se mastica historia en cada bisagra de sus pórticos.
Su encanto se va edificando en torno a sus ocho habitaciones, repartidas en tres plantas, todas ellas con nombre árabe de mujer. En los cabeceros retales de vidas que han pasado por sus paredes. Sin duda, uno de los principales atractivos son sus azoteas desde las que se divisa una Tarifa que difumina el Estrecho de Gibraltar y Marruecos en la lejanía. Ya la historia que esculpe este hotel es de cuento, dice la leyenda que durante el Califato Abasí de Córdoba, un príncipe conoció a una cristiana, hija de un comerciante de Valladolid. Se enamoró de ella y como el padre del príncipe no quería el casamiento con una cristiana de bajo linaje, lo echo de Córdoba y el príncipe y la cristiana escaparon juntos y se instalaron en Tarifa en esta casa. Y este relato de amor ha impregnado cada retazo de su decoración. Bruno Gitsels, su artífice estético, ha sabido jugar con cada detalle: los doseles, las colchas, la cerámica, la fragancia de especias y como colofón los olores de las flores que desprende cada una de las habitaciones. En su interior a uno se le antoja que la pasión es posible en este entorno donde su composicion artística de maderas, cerámicas y mármoles regalan luz a cada rincón. 
De la nostalgia a la funcionalidad
Pero no todo es historia en este hotel. Su funcionalidad es una de sus cualidades: un baño totalmente equipado, una cocina incorporada con horno microondas, nevera, cafetera y placa vitrocerámica en las estancias, cada una de ellas distinta al resto. Las habitaciones de la segunda planta disfrutan de una terraza y las de la primera son más amplias, ya que cuentan con un salón y un dormitorio que se encuentra en la entreplanta. Destacables son las denominadas Assilem y Yamile, en dos alturas y con terraza particular. La favorita Zoraida, con unas magníficas vistas sobre el Estrecho. Sin duda uno de los rincones más preciados por su dueño Tomas Coloma es la pequeña biblioteca que se cobija bajo un arco de escayola en el descansillo de la escalera. Decenas de libros para el  huésped que invitan a la lectura en los días de viento. No podía faltar Saramago. Admiten mascotas, ofrecen servicios de canguro y de transfer a los aeropuertos.
Casa Blanco y Misiana
Otras de las apuestas en Tarifa que eligió Tomás Coloma para edificar su concepto de alojamiento con encanto fue el Palacete de las Sendas, reconstruido conformando una casa de aire moderno y muy andaluz. Casa Blanco, un hotel de autor, rodeado de historia y perfecto para escapadas románticas. Todo albo y con toques rojizos, con un sentido acogedor. La clientela es gente joven que disfruta con el diseño. Consta de siete habitaciones con una decoración minimalista. Y todo en pleno centro de la ciudad. Este como el Hotel Misiana, también adquirido por Coloma, fue hace años propiedad de la cantante Ana Torroja. Tanto un establecimiento como otro se han desmarcado de la pretendida asociación exclusiva de la zona de Tarifa con deportes de viento, y quieren conseguir el objetivo de ser enclave de un turismo cultural andaluz. Misiana se convierte así en una referencia urbana para cualquiera que pisa Tarifa. Ha sido la sede oficial del festival de Cine Africano y ahora sus 13 habitaciones siempre son un refugio para los que huyen de la cotidianidad. La joya de la corona es su suite por unos pocos euros más. Con bañera de espuma y una botella de cava preparada sobre la mesa. Cama enorme doblemente elástica. Aberturas a ambos lados. Y lo mejor de todo: una terraza porticada con mesita para los aperitivos donde las perseidas en verano se hacen aliadas del cielo de Guzmán el Bueno. Magia y encanto. Los tres hoteles enlazan la idea de Coloma de crear espacios que hagan sentir a los huéspedes lo que un día sintieron los antepasados que pisaron los suelos que albergan sus hoteles. Retazos sensoriales para aquellos que pertenecen al club de los elegidos.