Parecen iguales, pero no lo son. Es verdad que todos practican el encendido de luces, dan rienda suelta a Papa Noel y Santa Claus, y sirven artesanía en bandeja muy típica, pero bien mirados cada cual tiene lo suyo. No es lo mismo acampar en el casco viejo de Praga que en el centro de Toulouse. Ni llegar y besar el santo en la multicultural Estrasburgo que hacerlo en pleno Múnich. Al final, habremos llenado la cesta de la compra de productos regionales para satisfacer nuestras ansias de cultura popular, pero también nos habremos hinchado a ver maravillosas catedrales, calles con sorpresa y corazones de ciudad. Los mercadillos navideños, con todo su atrezzo, eran la excusa. Para jugar a encontrar las siete diferencias entre los unos y los otros y, sobre todo, para viajar. Nos quedamos en Francia, Alemania y ponemos un pie en Praga. Descubrimos que no todo es champán y turrón. Por esta época, Europa se llena de mercadillos. Los mercados vuelven, como antaño, a las plazas.
SAN NICOLÁS ES PAPÁ NOEL
Lo primero que tienes que tener en cuenta es que muchos de estos mercados terminan el 24 de diciembre y, con un poco de suerte, el 31. Porque aquí San Nicolás es también Papá Noel y llega primero: se celebra el día 6 de diciembre y trae los regalos la víspera. Esto pasa en Bélgica, en Alemania, la República Checa, Austria o Suiza, donde los mercadillos navideños hacen su agosto. Nicolás, el santo de leyenda que cumplía (y cumple) los sueños de los niños, manda.
SUECIA, DINAMARCA, AUSTRIA, PERO SOBRE TODO ALEMANIA
El de Liseberg en Gotemburgo, con su patinaje artístico; el de Tivoli en Copenhague, con sus atracciones, y el de Christkindlmarkt de Viena, con su clasicismo musical. Si te armas de valor (y de ropa de abrigo) y te vas a la también fría Alemania, que sepas que el país entero es un mercadillo de Navidad. Se han contado hasta 2.500, desde Hamburgo a Múnich y desde Colonia a Berlín. Todo se vuelve muy medieval, verde, artesanal y, por supuesto, cervecero.
El de Núremberg es uno de los grandes mercados navideños de Alemania.
NÚREMBERG ES PURO TEATRO
El Christkindlesmarkt, en el casco antiguo, se tiene por el más famoso del mundo: lo visitan dos millones de personas. Le respalda una tradición de cuatro siglos, nada menos, y todo el tipismo que se le puede pedir a una cita así. Costumbrismo al por mayor, folclore a manos llenas, de cuento de hadas y bruja buena y en Baviera (Alemania). Las tiendas de madera están en todas partes en esta ciudad amurallada con castillo. Es la hora de beber el vino tinto calentado al fuego y el ponche de ron y azúcar, y comer el pan de especias, las galletas de Navidad y las salchichas fritas. La guinda es un ‘teatro de las estrellas’ en el convento de Santa Catarina. La decoración es mágica, más allá de tópicos. Y por si fuera poco, es la ciudad del maestro Durero: aquí está su casa-museo.
VINO CALIENTE Y LAS TERMAS DE CARACALLA
Cualquier excusa es buena para plantarse en la ciudad balnearia que enamoró a los romanos,Baden-Baden, al sur de Alemania, ya en los prolégomenos de la Selva Negra. Esta ciudad tiene las hechuras de los sibaritas y un mercado de cuento de Navidad. Habrás de probar el vino caliente, los dulces navideños y las castañas asadas -suena tan familiar-. Baden-Baden está ahí, con su castillo nuevo y su castillo viejo, las ruinas de los baños que fueron romanos, hoy museo, y su grandilocuente y afrancesado casino. Aquí estuvo Dostoievski y lo retrató, cómo no, en El jugador.
Uno de los mercados de Navidad de Múnich, junto al palacio de los reyes de Baviera.
NO TODO ES CERVEZA EN MÚNICH
En la capital de Baviera, también hay mercados plaza sí, plaza también. Aquí está el de belenes con la fama de ser el más grande del país, no lejos de la plaza Marienplatz, donde se encuentra la famosa Fuente del Pez, en la que los pescadores lavaban el género entonces, y donde la Navidad se vive a lo grande y con casetas. En otra plaza, la de Wittelsbacherplatz hay espectáculos como si estuviéramos en la Edad Media (el escenario es real). No te olvides de la catedral de Nuestra Señora y sus torres de 99 metros de altura. Ni de sus lagos y la proximidad de los Alpes. Las salchichas blancas cocidas se dan por supuestas.
ÉRASE UNA VEZ EN ESTRASBURGO
El mercado más antiguo de Francia en esta ciudad que es un regalo. El Christkindeslmärik, en la plaza Broglie, se montaba ya en 1570, que se sepa. Tradición germánica a tope, ciudad fronteriza, artesanía a granel, el vino caliente y el olor a canela. Curioso el mostrador de los Reyes Magos en la plaza Benjamin-Zix o el mercado de los bredle (o bredela, las galletas navideñas), en la plaza de Austerlitz. Su paisaje urbano, sumamente renano en el entorno de su fastuosa catedral, es simplemente espectacular. La Gran Isla, la elipse insular sobre la que se asienta su casco histórico, bien vale este u otro viaje. Las ciudades de Comar y Mulhouse y los pueblos de Kaysersberg, Ribeauvillé o Wesserling, en la misma Alsacia, también despliegan mercadillos sobrados de encanto: hay hasta paseos de antorchas.
Estrasburgo también es famosa por su mercado de Navidad.
BESANZÓN, EL MERCADO ES LO DE MENOS
Al mercado montado a la manera tradicional con sus puestos, se suma una noria de 40 metros de diámetro, un quiosco musical, el taller de Papá Noel y un bistró de Navidad. Las casetas son de madera y sirven vino caliente, quesos curados y foie gras. Ni un minuto se puede olvidar que esta es la villa donde nació Víctor Hugo y que tiene una soberbia ciudadela. En la región del Franco Condado, al este de Francia, entre la Borgoña y Suiza.
A LA SOMBRA DE TOULOUSE-LAUTREC
Sí, en Francia también se rinde culto a los mercadillos navideños, bares improvisados donde empinar el codo con bebidas calientes, artesanía de todo tipo aparte. En Albi, la ciudad que vio nacer al pintor Henri de Toulouse-Lautrec, solo dura hasta el 14 de diciembre, pero puedes llegar a tiempo al de Auch, la capital histórica de la Gascuña, ciudad medieval sobre colina que se llena de productos típicos; Castres, atravesada bellamente por el río Agout, con su plaza convertida en un ‘bosque encantado’ y su museo dedicado a Goya, o al de Toulouse, la ‘ciudad rosa’ que baña el Garona, con las casetas navideñas que salpican la plaza del Capitole. Estás en una ciudad cuajada de patrimonio arquitectónico.
Toulouse se llena de casetas típicas con la artesanía de la región.
HAY TANTOS EN PRAGA...
En las plazas de la Ciudad Vieja, con su gigantesco árbol iluminado, llamándonos a gritos, y en la Wenceslao, en las dos a lo grande, pero también en los alrededores a lo pequeño. Hay juguetes tallados, cerámica, figuras de vidrio y manjares, esta vez checos. Hablamos de tortas de jengibre, ponche o vino caliente, salchichas y cerdo, ambos asados. Una gran programación cultural y mucha música de calle y en la calle, porque a veces es clásica y suena a celestial.
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