Siempre hemos escuchado frases del tipo “ojo por ojo”. Palabras que nos invitan a dar lo mismo que recibimos en una situación desacertada. Por ejemplo, si nos mienten, deberíamos mentir también; si nuestra pareja nos es infiel, tendremos que pagarle con la misma moneda. Es lo justo, ¿no? Quizás no estemos en lo cierto… Tal vez estemos entrando en un oscuro juego. En el juego del odio.
De alguna manera, te estás convirtiendo en tu propio enemigo. Adoptas la posición de quien te ha hecho daño. ¿Te sientes mejor así? Ahora no eres mejor que esa persona tan odiosa, mentirosa o infiel que ha sido el motivo de tus noches sin dormir, de tus lágrimas y de tu sufrimiento. Pagar con la misma moneda no es una solución. Es una forma fácil de entrar en un juego del odio, del cual no te será fácil salir.
En el juego del odio no siempre el otro sufre
Cuando tomamos la decisión de hacerle a la otra persona lo mismo no siempre conseguiremos los resultados deseados. Recojamos el ejemplo ya mencionado de que nuestra pareja nos ha sido infiel. Ahora no confiamos en ella y la relación está por los suelos. A pesar de esto, decidimos darle una nueva oportunidad a nuestro compañero y seguir adelante.
Tal vez no tengas en mente hacer lo mismo que la otra persona. No ha sido una decisión, ni te lo habías planteado. Sin embargo, en tu interior, no estabas del todo seguro de continuar con la relación. Esto provoca en ti pensamientos negativos que van a ir in crescendo. Terminarán convirtiéndose en rencor y dando lugar a una actitud desesperada: la de actuar de la misma manera que hicieron contigo.
El gran problema surge cuando llega el momento de llevarlo a cabo. Con seguridad y determinación, piensas que tu pareja no tiene derecho a reclamarte nada, pues ella inició todo esto. Sin embargo, ella muestra indiferencia o, simplemente, te deja cuando descubre lo que has hecho. Te das cuenta de que no ha sufrido tanto como tú. No se le ha venido el mundo encima y sientes que nunca le has importando. ¿Qué has ganado desafiando al juego del odio?
En el juego del odio nadie gana nada. Una vez apuestas por jugar, lo único que puedes obtener son pérdidas cada vez más dolorosasCompartir
Ahora te sientes mal. No solo porque no has tenido éxito en tu estrategia, sino porque te has convertido en la persona que te ha hecho sentir tan mal. Tú no eres así. Quisiste actuar de determinada manera para conseguir sufrir menos o, al menos, consolarte con el padecimiento del otro. No ha sido así. Ahora, ¿qué vas a hacer?
Un ataque no justifica otro ataque
Un insulto no justifica que nosotros respondamos con otro. Aún no somos conscientes de que si una persona tiene una mala actitud esto no nos acredita para actuar de igual manera. De hecho, generamos más malestar, siendo partícipes de una guerra en la que ninguno ganará.
Responder de igual forma que la persona que nos hace daño no hace más que llevarnos por un camino que no tiene salida. Tu mejor actitud no sería la de actuar, sino la de permanecer indiferente. Es aquí cuando tú cogerías el mando de la situación y, seguramente, sí saldrías vencedor. No te pones al nivel de la otra persona, no te comportas como ella.
Recuerda alguna circunstancia en la que la otra persona no haya respondido a tus críticas, enfados, bromas de mal gusto… Cuando la réplica es la indiferencia, ¿verdad que te molesta? Esperas todo lo contrario, una reacción. En el momento en el que no la hay incluso nos notamos ofendidos.
La indiferencia es una posición inteligente ante una situación negativa de la que lograremos salir airosos. Aunque nos duela lo que nos hayan hecho, aunque sintamos nuestra autoestima herida, dar media vuelta y no ser igual que el otro es lo mejor que podemos hacer. De otra manera, la situación no mejorará, sino que nos hará aún más daño.
En el juego del odio ninguno de los participantes gana. Tan solo se generarán más emociones negativas que acabarán destruyendo todo lo bueno que existió, alguna vez, en nuestras relaciones. Nos acabamos convirtiendo en lo que jamás desearíamos. Lo hacemos por rabia, por rencor, por odio…
Este es un juego peligroso, lleno de angustia y de remordimientos. Nos cambia, nos transforma en monstruos que se equiparan con aquellos que alguna vez fueron crueles con nosotros. Acepta lo que te han hecho y no entres en este juego. Sabemos a dónde nos llevará y no será nada bueno.
Imágenes cortesía de Nasida, Art Abstract-KY
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