(Mentir implica mala voluntad, y es algo que siempre se hace intencionadamente, porque mentir es decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, se cree, o se piensa. Cuando se miente siempre hay una voluntad deliberada en ello, no se miente “sin querer”)
En mi opinión, prácticamente todas las personas nos contamos a nosotros mismos algunas mentiras. Más o menos gordas o graves. En la mayoría de las ocasiones nos damos cuenta de que realmente son mentiras, pero en casi todas esas ocasiones las aceptamos como un mal menor porque nos interesa creer en ellas. Creérnoslas.
Hay una mezcla de razones que nos hacen actuar de ese modo.
Una de ellas es que no siempre tenemos claro qué es la mente, dónde empieza la mente, cuándo es la mente quien refleja nuestra opinión sincera, y cuándo somos nosotros los que manipulamos la mente para que nos diga exactamente lo que queremos oír.
Otra de las razones es la propia desconfianza. Como estamos tan poco seguros de algunas de nuestras acciones, o de nuestros pensamientos, acabamos dando más credibilidad a lo que es más favorable para nuestros intereses.
Hay otra razón, y es que la relación con nuestra mente, o con nosotros mismos, es secreta y no tenemos que dar cuentas a nadie, lo que nos permite conformarnos con respuestas embusteras que no dejaría pasar cualquier persona a la que se lo comunicásemos.
Son variadas las motivaciones que hacen que aceptemos como verdades –o como medias verdades, por lo menos- las cosas que no lo son.
A veces es por comodidad, porque la respuesta verdadera implicaría situaciones desagradables, una bajada de la moral, inquietudes, miedo, cambio hacia peor del concepto que tengamos de nosotros mismos, sensación de frustración por nuestra vida y por la forma de vivirla o malvivirla.
A veces es un mecanismo interno de defensa que nos puede venir bien porque el momento en que nos encontramos es un momento delicado en el que, por las circunstancias que sean, no estamos capacitados para afrontar la realidad y enfrentarnos a ella.
A veces es, simplemente, cobardía frente a la verdad o la realidad, que es muy dura, o nos lo parece. Creemos no estar capacitados para soportarlas, así que nos hacemos una mentira a medida y una vez que la hemos elaborado, nos centramos solamente en buscar las razones que puedan justificar haberlo hecho, olvidándonos intencionadamente o negando las razones que nos demuestran que la elección no es la adecuada aunque sea la más cómoda.
Si uno es consciente de que se está mintiendo, pero al mismo tiempo se da cuenta de que creer en esa mentira le interesa en ese momento, le es indispensable para sobrevivir, para seguir adelante, pero si al mismo tiempo tiene para consigo mismo el compromiso de dejarlo en “mentira provisional de subsistencia que será remediada en cuanto el momento sea propicio”, esta actitud hasta se puede llegar a aceptar y ser comprensible.
Las mentiras pueden ser en muchas ocasiones más agradables y menos hirientes que la verdad, pero… son mentiras, no son ciertas, son falsas, no son reales. Y esto requiere que sea perfectamente asumido. Contra esto sí que no hay excusas que se puedan aceptar
Reconocer que uno se miente, a veces, y de un modo tan sutil que casi no se da cuenta, o que lo infravalora intencionadamente para no sentirse muy culpable, es un buen primer paso.
No hay siempre hay que sentirse mal por mentirse, pero hay que evitarlo.
No hay que olvidarse de que somos Humanos, y eso implica, entre muchas otras cosas, tener miedos, inseguridades, y tener que seguir adelante en la vida a pesar de no estar expresamente preparados para ello.
Una vez expuesto lo anterior, dejo constancia de que, en mi opinión, el peor y más grave pecado que puede cometer una Persona que está en un Proceso de Desarrollo Personal, es el de mentirse.
Y, en mi opinión, mentirse conscientemente –sin una justificación que sea absolutamente convincente- es un pecado imperdonable.
La verdad, en ocasiones, es dura y es difícil, pero… es la verdad, o sea, la realidad. Y es conveniente vivir en la realidad.
Es conveniente afrontar los hechos, aceptar lo que hay y lo que es cierto, actuar con sinceridad, y ponerse a la tarea de resolver los asuntos que lo requieran.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
No hay comentarios:
Publicar un comentario