El “martirio” del Rey y de su Casa
Esta semana, quizás ya de manera inmediata, el juez Castro dictará la resolución que imputará, o no, a la infanta Doña Cristina. No puede demorarse. No tanto por el "martirio" que la espera esté causando al Rey y a su familia, sino por la erosión que la instrucción penal está provocando a la institución de la Corona. De ahí que el jefe de la Casa del Rey haya salido a la palestra pública, inusualmente, para pedirle al juez que no se demore más, porque cualquier retraso adicional repercute sobre la Jefatura del Estado.
Por desgracia para todos, y Rafael Spottorno viene así a reconocerlo, la instrucción penal proyecta, además de la mala imagen de los Duques de Palma, otra no mejor del propio Rey al que el veredicto público atribuye falta de vigilancia sobre su yerno y, eventualmente, sobre su propia hija. Para muchos ciudadanos es difícil de entender que el Rey y su entorno, personal y administrativo, no detectasen el comportamiento abusivo de Iñaki Urdangariny, consecuentemente, permitiesen durante tanto tiempo lo que parecen ilícitos penales.
Ignoro si el jefe de la Casa del Rey conocía o no la encuesta del pasado domingo del diario El Mundo, muy dura para Don Juan Carlos. Pero sus palabras han coincidido con la muestra demoscópica publicada.
Casi la mitad de los consultados por el diario no creen que la monarquía sea ya la mejor forma de Estado para España y más del 60% estima que el soberano debe abdicar para dejar que su hijo, Don Felipe, restaure el prestigio de la Corona. Don Juan Carlos no está por la labor. Lo expresó con claridad en su mensaje de Navidad del pasado día 24 de diciembre. Pero este proceso penal puede provocar, tanto si es imputada su hija como si lo es sólo su yerno, fortísimas convulsiones de consecuencias imprevisibles. En eso, en esa agitación política, reside el "martirio" institucional al que se refería Spottorno.
Así está la situación. Edulcorarla, incluso aunque haya que relativizar las encuestas sobre el Rey y la Monarquía, sería un ejercicio de frivolidad o, en el mejor de los casos, de voluntarismo. Hay que ser conscientes de que el presidente del Gobierno tiene el reto de Cataluña sobre la mesa y hay que asistirle concediéndole, aun críticamente, el beneficio de la duda sobre su capacidad para resolverlo. Pero tiene también, lo mismo que el PSOE yRubalcaba, el reto de manejar la crisis de la Corona, porque su solución no depende sólo del Rey. El Estado español es una monarquía parlamentaria, representativa, sin poderes ejecutivos y las decisiones que afectan a la cúspide el Estado son asuntos que conciernen no sólo a la voluntad del titular de la máxima magistratura, sino al entero sistema político-institucional. No estamos ante un martirio privado, familiar. Estamos ante un ‘martirio institucional’ que afecta a todos los españoles.
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