Un móvil para Reyes
Magazine | 02/01/2014 - 23:59h
Este año les he pedido a los Reyes Magos un teléfono móvil. Parece algo fácil, pero no se crean que mi deseo es tan sencillo. Móviles hay muchísimos en el mercado. Montones de smartphones que contienen dentro de sus pequeñas carcasas todo un universo de posibilidades. Con esos aparatitos uno puede fotografiar cada minuto de su vida, escuchar sus músicas favoritas, estar al tanto de las últimas noticias, comunicarse al instante con los amigos, observar de cerca una montaña de las antípodas o recoger setas en el monte con la seguridad de que no son venenosas.
Extraordinaria tecnología, qué duda cabe. Y a mí me entusiasma la tecnología, que quede claro. Me compré mi primer ordenador en tiempos remotos, venero internet y estuve a punto de hacer un altar a los móviles cuando aparecieron en el mercado. Ahora bien, considero que la tecnología debe estar a mi servicio, facilitarme la vida, pero jamás avasallarme y convertirme en esclava de cosas que ni necesito ni deseo. Y en lo referente al teléfono, lo único que quiero es un aparato sencillo, que me sirva para hacer llamadas y enviar SMS. De momento, no me hace falta nada más. No quiero vivir todo el día colgada de mi correo electrónico, y sé de antemano que un smartphone acabará teniendo esa consecuencia: quizá el primer día no me conectaré, pero el segundo lo haré un par de veces y al tercero los mensajes entrarán y saldrán constantemente de mi aparato, sin respetar ni mi tiempo de trabajo ni mi tiempo de ocio.
Pues bien, no estoy segura de que los Reyes puedan traerme lo que les he pedido. Los fabricantes de chismes tecnológicos suelen tender al papanatismo, e igual que ya no hay manera de encontrar un electrodoméstico que no sea diabólicamente digital y no genere toda clase de pitidos insoportables, es casi imposible hacerse con un teléfono sencillito, bien diseñado y, de paso, barato.
Claro que, puestos a ser papanatas, tampoco los consumidores andamos mal. A veces, cuando saco de mi bolso mi pobre móvil anticuado y costroso, veo las miradas de conmiseración de muchas personas: “Pobrecita mujer –parecen decir–, qué mal le deben de ir las cosas para andar con ese trasto”. Por lo visto, uno no es nada si no posee un teléfono de ultimísima generación. Pero yo, que debo de ser un poco perro verde, sigo poniendo mi vanidad, mucho más que en mi móvil, en las cosas que digo a través de mi móvil. Así que aún confío en que los Reyes, gracias a su magia, puedan dejar esta noche junto a mi zapato un aparatito sencillo y cómodo, sin más.