Lo confieso, aunque parezca mentira, ¡soy romántica! Me chiflan las pelis de amor y las canciones apasionadas, llevándose la palma la ópera con sus sublimes arias y trágicos finales. Amor, que desde luego no lo es, sino un sucedáneo que proporciona desdicha, dolor, desconfianza, baja auto-estima, en resumen, sufrimiento.
Bueno, tampoco al que le encantan las novelas y series negras y policíacas es que sea un asesino en serie.
El otro día escuchaba en la radio el éxito de Camilo Sesto, “el amor de mi vida has sido tú”, supeditando toda la alegría, la felicidad y lo mejor de la vida a una persona y no pude evitar pensar en otras canciones que conocía de títulos y contenidos similares: “lo mejor de mi vida, eres tú”, de Ricky Martin; “por ti viviré”, de Andrea Bocelli o expresado en negativo, “sin ti no soy nada” de Amaral o “sin ti no puedo vivir”, de Carlos Cano. La lista sería interminable y eso sin rebuscar en el género tan español de la Copla.
Se me estaba poniendo el cuerpo malo al tomar conciencia del efecto que tales palabras, repetidas inconscientemente mil veces y sin darles mayor importancia, podrían estar teniendo en nuestra mente y emociones. Efectivamente, el poder de la palabra es un hecho y suficientes estudios científicos lo han demostrado. Sin darnos cuenta esos conceptos van arraigando en nuestro subconsciente y son las raíces de nuestras creencias erróneas y limitantes.
¿Qué pasaría si todas esas letras, esas escenas de cariño, entrega, valoración, mimos y ternura fueran hacia uno mismo?
¿Cogemos los anteriores títulos y los personalizamos?
“El amor de mi vida, soy yo”. “Lo mejor de mi vida, soy yo”. “Sin mí no soy nada”. “Sin mí no puedo vivir”…
No digo que no suene raro, y nos de vergüenza solo pensarlo, pero lo que no admite duda alguna es que ES VERDAD. Sin uno mismo, y desde luego, no me refiero a la personalidad egoísta y limitada que llamamos ego ni a la envoltura que lo recubre, sino al Ser, la Esencia de Vida, para mí, Díos en mí, sin mí no soy, ni tengo, ni puedo, ni hago nada de nada. Y es principio universal que no puedo dar lo que no tengo, ni lo que no soy, desde luego.
Así que la próxima vez que escuche o vea una película romántica quiero tomar conciencia de que el verdadero amor y lo mejor de mi vida, sin lo que no soy nada SOY YO. Y es genial, si se tercia, compartir ese yo con otro maravilloso yo-compañero/a de vida junto al que crecer y evolucionar, y con todos los otros yoes con quienes recorremos este camino vital.
¡Namaste! (la divinidad que soy saluda a la divinidad que eres)
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