He elegido éste artículo por interesante para nosotras mujeres, deseo que os guste.
Cuando llegaste a mi vida
pensé que tus ojos me salvarían
pensé que tus ojos me salvarían
Cuando merodeaste por mi vida
sentí que tus abrazos me protegerían
sentí que tus abrazos me protegerían
Cuando saliste de mi vida
grité, aunque recordé que tu no querías…
grité, aunque recordé que tu no querías…
Pero no te fuiste del todo y pisoteaste mis heridas
entonces entendí que algún día ya no te querría
entonces entendí que algún día ya no te querría
Cuando me sientas sola en medio de la noche
no creas que no soy luz y que solo queda el reproche
no creas que no soy luz y que solo queda el reproche
Cuando te atrevas a mirarme de nuevo de frente
verás miles de lágrimas secas en tu nombre
verás miles de lágrimas secas en tu nombre
Cuando me veas caminar erguida y alejarme
sabrás que la luna me ha consolado fuerte
sabrás que la luna me ha consolado fuerte
Será entonces cuando sea yo quien me marche
sin gritar, sin llorar, en silencio en la noche…
sin gritar, sin llorar, en silencio en la noche…
Itziar Azkona
Urawayra trataba de aprender que dejar marchar aquello que se quiere y se desea con todo el alma, quizá sea elacto de amor más elevado del que sea capaz un ser.
A pesar del apego, a pesar del dolor, a pesar del deseo, sucedía que en su vida había encontrado cosas o personas que no fueron y, como mujer, podía ya reconocer que se había apegado a menudo a lo viejo, a lo caduco, a lo que se caía a pedazos a pesar de los pesares. Por miedo a soltar. Por mucho que se hubiera repetido, cual repicar de campanas, que hay que soltar lo que hace daño, para liberarse. Y que ese punto es óptimo para el nuevo salto de trampolín.
Urawayra siente querer decir que aún no lo ha logrado. Algo sabe en la cabeza pero no se siente segura. Ha sido mucha la piel que ha dejado en el empeño. No cree que volverá a encontrar al último trozo del que se separó y no espera que nada ni nadie pueda sustituirlo.
Urawayra siente querer decir, sobre todo y más fuerte, que ya no quiere perder más trozos de piel, qué pasa si ya no crecen más… ¿se dejará el cuerpo en carne viva? Al miedo a perder y no volver a encontrar, le sucede el miedo a encontrar de nuevo y de nuevo tener que perder.
Cada aventura futura es totalmente desconocida y es bueno pensar que saldrá mejor que la anterior, pero no hay garantía ninguna. Así que ¿porqué no seguir a la luna en silencio?, ¿porqué no caminar en la noche sola?. No importa el desconcierto, no importa la soledad, no importa por cuanto tiempo.
Caminar sola, pero caminar. Porque la soledad no es silencio, ni ausencia, ni vacío, sino un caminar hacia dentro, un caminar distinto, un caminar en compañía de uno mismo, un caminar serena y tranquila, donde nada importa, donde nada inquieta. Cuando la luna ilumina la oscuridad de la noche supone que la mujer se encuentra consigo misma y ya nunca más estará sola.
Urawayra desa aprender a crear pensamientos desde el corazón, en armonía con su intuición. Así aumentará su familia interior y hara que todos sus actos sean hijos de la noche y de la luna, hijos del amor, hijos de su unión interior.
Y en el camino, gritará a todas las mujeres que vaya encontrando: “soy mujer, no voy sola, la luna es mi compañía.”
escribe un poema y tu vida se hará poesía…
Itziar Azkona
Itziar Azkona
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