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La ciencia lo confirma: Las mujeres sienten más dolor que los hombres



El dolor es una experiencia muy subjetiva. Además, existen muchos factores que pueden aliviarlo o acrecentarlo. Por ejemplo, el estrés, la ansiedad y la depresión aumentan nuestra percepción del dolor mientras que sostener la mano de una persona que queremos o la meditación lo disminuyen.

Sin embargo, diferentes estudios han lanzado la idea de que las mujeres pueden experimentar más el dolor. Entre ellos, una investigación realizada en la Universidad de Stanford en la cual se analizaron unas 11.000 historias clínicas. Estos investigadores descubrieron que las mujeres solían reportar un dolor más intenso, sobre todo cuando sufrían problemas relacionados con la inflamación aguda.

Distintos datos corroboran esta hipótesis, entre ellos el hecho de que muchas de las enfermedades que provocan dolor crónico son más frecuentes en las mujeres.

La fibromialgia, por ejemplo, es seis veces más frecuente en el género femenino. Las cefaleas son cuatro veces más usuales y la hemicrania es tres veces más común en las mujeres. Las mujeres también tienen el doble de probabilidades de sufrir esclerosis múltiple, de dos a tres veces más posibilidades de desarrollar artritis reumatoide y cuatro veces más probabilidades de sufrir síndrome de fatiga crónica que los hombres. Además, las enfermedades autoinmunes que incluyen dolor debilitante, golpean a las mujeres tres veces más que los hombres.


¿Cómo funcionan los receptores del dolor?


¿Por qué la mujer siente con más intensidad el dolor? Investigadores de la Universidad de Milán piensan que es probable que el género femenino tenga un umbral diferente de dolor que los hombres.
Esta diferencia podría tener una causa biológica y depender de los mecanismos implicados en la regulación de la transmisión del dolor, en particular a nivel de las sinapsis.

Las sinapsis son las conexiones que permiten la transmisión de los impulsos desde las fibras nerviosas periféricas hasta las que llevan el impulso hacia el sistema nervioso central. Este proceso es esencial porque es en esas conexiones neuronales donde se puede modificar el curso del estímulo doloroso, tal y como ocurre en los procesos de dolor crónico.

Las vías descendentes modulan la actividad de estas sinapsis, que actúan como una especie de semáforo que transmite los impulsos. De los millares de impulsos pueden pasar solo doscientos o quizá mil, pero también podría ocurrir lo contrario, como en el caso del dolor crónico, y mil impulsos podrían ser percibidos como diez mil.

En este mecanismo de control también influye la información que llega desde la zona del cerebro involucrada en la vida emocional, la corteza límbica. Por eso se afirma que el dolor tiene un componente emocional muy importante. Existen conexiones neuronales específicas entre las áreas que regulan el dolor y las zonas emocionales del cerebro. Esto significa que un problema en la vida emocional podría afectar el funcionamiento de las vías descendentes y, por ende, la percepción del dolor.

El dolor es un mecanismo ancestral que advierte a las mujeres del peligro


La analgesia ante el estrés es un fenómeno muy interesante ya que en esos casos prácticamente no percibimos dolor, aunque la herida sea grave. Es común en los soldados en combate o en los bomberos en acción, quienes solo se dan cuenta de las heridas cuando están a salvo. Sin embargo, se ha comprobado que este fenómeno es más común e intenso en los hombres.

En el caso de las mujeres, la analgesia ante el estrés se presenta de manera relativamente diferente. De hecho, se ha apreciado que el estrógeno desempeña un rol activo en el sistema "analgésico" natural del cerebro. Cuando los niveles de esta hormona son elevados, el cerebro responde eficazmente liberando endorfinas para acallar las señales dolorosas pero cuando estos niveles bajan, aumenta la percepción del dolor.

También es interesante observar que las mujeres en edad fértil producen de manera endógena cannabinoides, unas sustancias que tienen un efecto analgésico natural pero que disminuyen durante ciertas fases del ciclo ovárico, lo cual produce un aumento de la sensibilidad al dolor. 

Estas diferencias en la forma en que el cerebro reacciona ante el dolor, según investigadores de la Universidad de Milán, podrían depender de factores relacionados con la conservación de la especie. En el pasado, el rol del hombre era luchar y conseguir el alimento, por lo que era importante que resistiera el dolor hasta que pasara el peligro. Al contrario, el rol de la mujer era más protector, por lo que es comprensible que haya desarrollado mecanismos naturales más específicos que le permitieran detectar rápidamente el dolor para saber cuándo su familia está en peligro.

Esta hipótesis cobra aún más sentido con los resultados de un estudio realizado recientemente en ratones en la McGill University. En este experimento se apreció que en la transmisión y cese del dolor intervienen células diferentes según el género. En los machos las microglías desempeñan un papel esencial en la transmisión y cese del dolor, pero en las hembras intervienen más las células-T.


Los médicos se toman menos en serio el dolor femenino


Desgraciadamente, los médicos se toman menos en serio el dolor femenino. Un estudio realizado en la Universidad de Maryland reveló que en Estados Unidos los hombres esperan una media de 49 minutos para recibir un analgésico para el dolor abdominal agudo. Las mujeres tienen que esperar una media de 65 minutos para recibir el mismo tratamiento por la misma causa. Y todo porque a menudo los médicos consideran que su dolor es “emocional”, “psicogénico” o incluso “irreal”.

Otro estudio realizado en la Universidad de Pensilvania halló que las mujeres tienen entre un 13-25% menos probabilidades de recibir un tratamiento con opioides para aliviar el dolor, mientras que a los hombres se les prescribe este tratamiento más rápido y con más frecuencia.


Fuentes:
Sorge, R. E. et. Al. (2015) Different immune cells mediate mechanical pain hypersensitivity in male and female mice. Nature Neuroscience; 18: 1081–1083.
Fornasari, D. (2012) Pain Mechanisms in Patients with Chronic Pain. Clinical Drug Investigation; 32(1): 45-52.
Ruau, D. et. Al. (2012) Sex Differences in Reported Pain Across 11,000 Patients Captured in Electronic Medical Records. J Pain; 13(3): 228–234.
Chen, E. H. et. Al. (2008) Gender disparity in analgesic treatment of emergency department patients with acute abdominal pain. Acad Emerg Med; 15(5):414-418. 
Hoffmann, D. E. & Tarzian, A. J. (2001) The girl who cried pain: a bias against women in the treatment of pain. J Law Med Ethics; 29(1): 13-27.

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