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libros - Seguir sin ti – Jorge Bucay y Silvia Salinas


Cómo superar una ruptura y abrirse al amor.
Seguir sin ti
Esta va a ser mi entrada más personal, con diferencia.
Nunca he pretendido hacer un blog-diario, contando mi día a día ni dando detalles sobre mi vida personal. En este blog me gusta compartir mis aprendizajes y creencias, para intentar ayudar a otras personas con lo que me ha ayudado a mi. Pero en esta ocasión para hablar de todo lo que me han enseñado este libro y otros recursos que he devorado estos días, necesito contar mi experiencia y el cambio que he experimentado. Os voy a resumir lo mucho que he aprendido a lo largo del último mes.
Siempre he sido bastante reservado a contar mis sentimientos, de hecho mis amigos dicen que es muy difícil llegar a conocerme y que muchas veces parece que “no siento nada”. Aquí trato de cambiar vidas compartiendo los libros que me han ayudado, así que es hora de desterrar en la mía algo que consideraba una virtud, pero que ha resultado ser un gran defecto: mi introversión.
Hace poco más de un mes mi novio me dijo que no aguantaba más, que se iba de casa.
Él no soportaba no saber lo que me pasaba por la cabeza, estaba harto de rellenar mis silencios con sus miedos, odiaba no encontrar en mi un apoyo y estaba convencido de que yo le ignoraba, que no me abría a él porque no le consideraba lo suficientemente importante.
Tardó poco en descubrir que en realidad yo estaba aterrado por no saber qué decirle y de qué forma para que no le molestase, cómo apoyarle sin agobiarle, cómo motivarle sin hacerle sentir tonto, cómo acallar sus miedos dejando atrás mis inseguridades.
El mismo día que se marchó le escribí una carta, en la que le explicaba con todo detalle cómo me sentía en cada momento de cada uno de sus reproches, en mi manera de ver la relación, en todo lo que pensaba que no iba bien pero que jamás le dije por miedo al rechazo. Acabé la carta con una declaración horrible: haría cualquier cosa que él quisiera, cambiaría lo que hubiera que cambiar, estaría siempre ahí para cuando él decidiera volver, pero le NECESITABA.
Por suerte en 48 horas ya había cambiado de pensamiento radicalmente, y no porque no le quisiera ni porque pretendiera olvidarle, más bien todo lo contrario. Me di cuenta que no debía verle como una necesidad y que por supuesto él no quería ver en mi a un esclavo y un sumiso. Comprendí que en realidad el dolor de perder a mi pareja no era tanto su partida, sino el golpe que asestó a mi ego y mi autoestima dejando al descubierto mis vulnerabilidades y mis defectos.
Tuve que asumir que lo que yo creía que estaba haciendo bien en realidad lo estaba haciendo de la peor manera posible y me puse a trabajar en un enfoque radicalmente distinto: mi prioridad no era recuperar a mi ex, tenía que recuperarme a mi mismo, dejar de ser la sombra de lo que algún día fui, retomar la independencia que sacrifiqué al compartir mi vida con mi pareja, aprender a vivir la vida con sentido y aumentar de todas las maneras posibles mi autoestima, mejorando la visión de mi mismo y sobretodo modificando aquello que sabía que fallaba.
En sólo un par de días tomé el control de la situación. No puedo decir que estuviera contento de que mi novio se hubiera marchado, pero pasé de sufrir una impotencia increíble al no poder hacer nada para que él volviese, a ilusionarme al comprender que en realidad lo que necesitaba era realizar un profundo cambio en mi vida que me llevase a ser la mejor versión de mi mismo. Y esa situación si que dependía casi en exclusiva de mi y no había tiempo de lamentarse, había que ponerse manos a la obra.
Creo que me he pasado media vida huyendo de mis problemas. Cada vez que algo no iba como deseaba, cambiaba de amigos, de piso, de lugar o incluso de ciudad. Mi segunda ruptura me hizo dejar mi pueblo para vivir en 5 ciudades diferentes durante poco tiempo, la infidelidad de mi tercer novio me llevó a vivir en Madrid 6 años de mi vida, la traición de mis dos mejores amigos me trajo a Barcelona y en Barcelona encontré un tesoro de cabello cobrizo que cambió mi visión de la vida y del amor.
Cuando el tesoro se esfumó pensé en volver a hacer la maleta e iniciar otra vida en otro lugar. Huyendo una vez más de los problemas. Intentando ser más rápido que ellos para que no me atrapasen. Creyendo, inútilmente, que lo vivido se esfuma alejándote del lugar en el que sucedió.
De adolescente mi película favorita era Piedras. Habré escuchado su monólogo final más de 1000 veces. Al final de la película la protagonista, abandonada por su novio, huye de Madrid iniciando una nueva vida en Lisboa.
Como ella, había intentado reiniciar mi vida en numerosas ocasiones, cada vez que algo no había salido como esperaba, sin comprender que si siempre parto de 0 jamás podré avanzar en el camino. Si no resuelvo mis problemas, se irán guardando a la espera de que alguien o algo vuelva a abrir ese cajón en el que se van amontonando cada vez más apretujados, sucios y desordenados. Si no me enfrento a mis miedos, les doy el permiso para hacerse cada vez más y más fuertes.

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