¿POR QUÉ NECESITAMOS LA FE Y LA ESPERANZA?
En mi opinión, cualquier día de estos los científicos tratarán de sorprendernos con la noticia de un descubrimiento que ya han hecho los esotéricos: que la fe y la esperanza son innatos en el ser Humano.
Si observamos a las personas nos daremos cuenta de que quien no tiene fe o no tiene esperanza es porque ha hecho algún esfuerzo intelectual pesimista para deshacerse de ellas, o porque alguna experiencia –aún incomprendida por su parte- le ha llevado hasta el extremo de la frialdad auto-impuesta y el desánimo como norma, o porque una desilusión pesarosa le ha hecho dudar de ellas.
En este último caso, conviene recordar que la ilusión es, según el diccionario: “Concepto, imagen o representación SIN VERDADERA REALIDAD, SUGERIDOS POR LA IMAGINACIÓN O CAUSADOS POR ENGAÑO DE LOS SENTIDOS”. Así queda claro que confiar en las ilusiones es una utopía.
En cambio, la fe y la esperanza, que pudieran estar compuestas por un pequeño porcentaje de ilusión, tienen más solidez, y tienen la fortaleza de una seguridad que es indemostrable, inmedible, pero al mismo tiempo tiene una intensidad y una firmeza que no la destruyen algunos acontecimientos que parecen negarlas.
Que uno tenga fe y esperanza en algo no le garantiza que ese algo se vaya a cumplir, pero sí es cierto que le da el ánimo y la fuerza y la voluntad necesarios para encararlo de un modo más confiado.
La fe aporta una seguridad que no necesita de una razón lógica para poder ser beneficiario de sus aportaciones. La fe, sin entrar en asuntos religiosos, es la confianza en algo, y la confianza produce seguridad y vigor, aliento y ánimo, certidumbre y convicción, lo cual aporta una entereza y una firmeza que sustituyen o afianzan a la voluntad cuando esta no tiene suficiente vigor.
La esperanza, sin entrar en asuntos religiosos, es un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. Ese estado de ánimo también aporta un estado de confianza que colabora en lograr que el deseo o la voluntad se puedan convertir en realidad.
Necesitamos la fe y la esperanza porque son los motores inconscientes que nos van a llevar adelante en nuestro empeño, porque sin ellos la voluntad se puede diluir y el ánimo puede decaer por falta de una convicción firme, y porque nos aportarán un optimismo que nos ayudará a afrontar o enfrentar los asuntos desde un perspectiva más vital y más entregada.
Necesitamos sacarlas a la luz, al día a día, a todos los proyectos y las situaciones menos fáciles, porque son el plus que nos facilitará un poco o mucho nuestras tareas.
Las necesitamos porque nos aportan vida, ilusión, convicción, aliento…
Las podemos fortalecer permitiendo que se manifiesten a menudo, y se harán más asiduas y más notables si establecemos con ellas una relación abierta y diaria, si las comprometemos en todos nuestros planes, si nos aliamos con ellas no dudando de su efectividad y colaborando con toda nuestra voluntad y todas nuestras fuerzas de un modo consciente, implicándonos totalmente con lo que hagamos en su compañía y bajo su tutela.
La relación con nosotros mismos tiene que verse mejorada si somos conscientes de que la fe y la esperanza nos pertenecen, o que nosotros somos –también- fe y esperanza.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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