Hay vínculos que nos debilitan de manera sistemática. Estos son las amistades posesivas y tóxicas, una relación que compartimos con personas absorbentes y que acaba convirtiendo un sentimiento genuino y valioso en la fuente del horror.
Las personas absorbentes nos agotan, nos debilitan y chupan nuestra energía de manera frecuente, no dejando espacio para los intereses y las necesidades que tiene cada persona de manera individual.
Probablemente cuando recriminamos sus exigencias ellos dicen que lo hacen por nuestro bien, haciéndonos cuestionarnos si nuestra actitud es la adecuada y manejando nuestro sentimiento de culpabilidad a su antojo.
Es posible que estas personas no quieran hacernos daños de manera consciente; es más, con probabilidad nosotros también nos hemos convertido en absorbentes y tóxicos en alguna ocasión.
Su actitud egoísta puede explicarse por un estado emocional negativo crónico y una falta de autoestima que buscan suplir de la única manera que saben: haciendo suyas a las personas que les rodean.
Cómo identificar a los depredadores emocionales
La coacción de nuestra libertad emocional y relacional funciona como la depredación. Los potenciales depredadores emocionales buscan a las personas más apetitosas, es decir, las personas que son poseedoras de aquellas características que envidian: amabilidad, carisma, fuerza de voluntad, etc.Como ya sabemos, a quien buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Por ello, estas amistades posesivas y tóxicas se acercan a la buena esencia de sus amigos maquillando sus actuaciones con la amistad verdadera por bandera.
Pero la amistad verdadera no es aquella que nos impide crecer, sino la que alimenta el equilibrio y el bienestar de todos los miembros de la díada. Así, podemos saber que una buena relación NO es:
- Abusar emocionalmente de los demás.
- Manipular a los demás para lograr los intereses individuales.
- Aprovecharse de la confianza inherente a los lazos que nos unen a las personas para dejarlas sin aliento emocional.
- Tener gestos de bondad esporádicos que intentan reparar la infelicidad provocada.
- Criticar de manera feroz aquellas cuestiones que hacen más daño.
- Retirar el apoyo a conveniencia.
- Promover la dependencia emocional.
- Recordar los errores del pasado y usar el chantaje como herramienta.
- No asumir la responsabilidad de nuestros actos.
- Humillar y ningunear de manera sutil sin que el entorno común de la víctima lo entienda como tal.
- Sentir celos por el bienestar de la otra persona con los demás.
- Mermar el potencial de desarrollo de los demás.
Hay vampiros de todas las edades y condiciones. Habitualmente son personas cercanas a nosotros que usan su poder y su astucia para satisfacer su necesidad de acción manipuladora, medio por el cual obtienen la alimentación socioafectiva que tanto demandan.
Cuanto más enmascaradas estén, más peligrosas son. Puede que sean amistades de años y que la intensidad de las experiencias vividas nos impida ver el árbol enfermo dentro de un frondoso bosque.
Su habilidad para argumentar una visión de mártires busca conseguir que los demás se conviertan en propagadores de las virtudes del otro.
Asimismo, en las discusiones y disputas solo ceden cuando saben que pueden sacar un beneficio mayor. Manejan hábilmente el “y tú más” y el “te acuerdas cuando…ahora te toca a ti”. Ese “te toca a ti” suele ser una concesión aún más grande que la anterior.
Tienen dificultades para acceder a una confrontación directa, por lo que huyen cuando algo les molesta y no les cuadra con sus intereses y su ego, buscando usar esto en otra situación más apropiada para sus necesidades.
Además, suelen vestir sus reacciones con una emocionalidad dramática, aspecto que del mismo modo acaba encerrándoles entre las rejas de la compulsión, lo que provoca una repetición de sus estratagemas absorbentes.
Pero las amistades bonitas y sanas son todo lo contrario a esto. Son las que nos dan alas para volar y motivos para quedarnos, son las que promulgan la sensibilidad y la emocionalidad de manera equilibrada y genuina.
Recuerda que de tu habilidad para identificarlas depende que no te atrapen ni a ti ni a las personas de tu alrededor. Huye de las dagas disfrazadas de amistad y busca siempre el equilibrio, porque de eso te aseguro que no te arrepentirás. Aléjate de quien te aleje de ti.
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