El SEAT 600, ese invento de los dioses que nos cambió la vida para siempre. Había quien incluso le ponía nombre y lo cuidaba como a un hijo, lo lavaba constantemente, le ponía agua, aceite y ¡ay! si se rayaba…
Costaba conseguirlo, 63.000 pesetas más o menos y allá por los años 50 había que esperar meses hasta que te lo traían, casi peor que un embarazo, y al igual que no escoges el color de ojos de tus hijos tampoco podías escoger el color del coche. Pero poco o nada importaba, tener un bólido de cuatro ruedas nos facilitaba la vida, nos ofrecía innumerables posibilidades que antes dependían de la RENFE y de coches de línea.
Ya podíamos irnos de vacaciones en verano! incluso irnos de fin de semana! TODA LA FAMILIA JUNTA! y cuando digo toda es… mi madre, mi tío y mi tía, mi padre conduciendo, yo y mi hermana en el asiento del copiloto y por supuesto las maletas. El milagro fue que sólo tardásemos 12 horas en un trayecto en el que hoy en día se tardarían 5! El pobre Urbano –que así es como le llamó mi padre- se paraba cada dos por tres, las cuestas eran un triunfo y las ruedas apenas aguantaban tanto peso.
Aún con todo, era nuestro mayor tesoro y lo mimábamos como si un miembro de la familia más se tratase, es por eso que el 600 es el coche español por excelencia y el que aún hoy despierta la nostalgia en cada uno de nosotros.
[José Molina]
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