La pequeña Jingga se crió en parte de su infancia en contacto con los cuidadores del Zoo
La orangutana sigue muy atenta todo el truco de magia
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JUEVES, 10 DE DICIEMBRE DEL 2015 - 21:38 CET
La orangutana se llama Jingga. Un visitante se sienta junto al cristal de la recién estrenada y espectacular instalación dedicada a esta especie de gran simio endémica de Malasia e Indonesia. Tiene a punto un sencillo truco de magia. Para ello dispone de un vaso opaco y un fruto de un árbol, en este caso del clásico plátano barcelonés, ese que produce alergias. Le enseña cómo lo introduce en el vaso y, después, en movimiento de manos que solo engañaría a un niño humano (la inteligencia de los orangutanes es notable, pero no sobrepasa a la de un niño), el visitante saca el fruto del vaso con disimulo. Jingga ríe con ganas cuando descubre con sorpresa la desaparición. Literalmente se cae de espaldas. El vídeo está dando la vuelta al mundo, para alegría, en este caso, del Zoo de Barcelona, que ha puesto grandes esperanzas en la nueva instalación.
La reacción de Jinga merece una explicación. Por una parte, es la propia de su edad. Los orangutanes, explica Maria Teresa Abelló, responsable de los primates del Zoo de Barcelona, son muy risueños cuando son pequeños. Les gustan las cosquillas, por ejemplo. Tienen algo parecido a lo que los humanos consideramos sentido del humor. De mayores, en cambio, son grandes solitarios. No viven en grupo. Solo lo hacen las madres con sus crías, hasta que estas son suficientemente maduras como para sobrevivir solas. Pero en el caso de Jingga hay una razón añadida para esa respuesta ante el truco de magia. Cuando era un bebé, su madre, Jawi, una primeriza entonces,le rompió un brazo accidentalmente. Así que Jingga pasó parte de su recuperación en manos de los cuidadores. En cierto modo, sostiene Abelló, recibió un plus de estimulación que hace que hoy sea especialmente despierta y vivaracha y, sobre todo, que empatice con los visitantes más que el resto de su familia.
El vídeo de las risas se puede decir que, gracias a internet, le ha concedido a Jingga fama internacional. "En el futuro todos serán mundialmente famosos por 15 minutos", pronosticó en 1968 Andy Warhol. En realidad no ha sido tanto. La escena no dura más de 38 segundos. Pero a Jingga esto de la fama no le viene de nuevo.
En primer lugar, su caso, la fractura del brazo que sufrió por la impericia de su madre ("lo tenía girado 180 grados cuando la vimos", recuerda Abelló) sirvió para que el Zoo de Barcelona publicara para la comunidad científica internacional un profundo análisis sobre la cría en cautividad de esta especie. A día de hoy, aunque sea a costa de malos tragos como el que sufrió Jingga en el 2009, el parque zoológico de Barcelona es un referente mundial si se trata de enseñar a las hembras de grandes simios los secretos de la maternidad cuando no los han aprendido de forma natural. Lo han logrado con chimpancés, con gorilas y, por último, con los orangutanes. En el caso de los chimpancés, el clímax fue lograr que una madre experimentada adoptara a la cría de otra hembra que no rechazó a su bebé tras el parto.
Aquel estudio científico, sin embargo, no fue nada comparado con la fama que Jingga logró gracias al programa de TV-3 'Veterinaris'. Apareció en dos episodios. La audiencia siguió con interés su recuperación a manos de los veterinarios del zoo y se conmovió después, en otro capítulo, con el reencuentro con la madre, Jawi, que, subraya Abelló, volvió a ser madre en el 2012, esta vez sin contratiempos.
El video de la espontánea risa de Jingga es, ya puestos, una oportunidad extraordinaria para recordar una vez más la tremenda desgracia de esta especie. La deforestación está acabando con su hábitat natural. Antaño eran los incendios, provocados o no, pero de un tiempo a esta parte los bosques de Borneo son talados para dar paso al cultivo de palma. La industria alimentaria emplea cada vez más el aceite de palma para la elaboración de muchos de sus productos. Las víctimas de ese mercado mundial son, entre otras, los orangutanes.
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