A las personas que me gustan
“Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.
Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto. Me gusta la gente que posee sentido de la justicia. A estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada. Me gusta la gente que con su energía, contagia.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera. Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La gente que lucha contra adversidades. Me gusta la gente que busca soluciones.
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen. Me gusta la gente que tiene personalidad.
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.
La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.”
Son este tipo de personas las que me roban mis sonrisas, las que son pura energía. Porque todos tenemos tanto defectos como virtudes, para saberlo solo hace falta tener una buena balanza.
Me gusta como son las personas, es bastante simple en realidad, solo que habitualmente nos complicamos la vida buscando intenciones y elaborando decepciones. Somos verdaderos creadores de desilusiones.
Con frecuencia solemos dar por hecho que los demás se van a aprovechar de nosotros, nos van a hacer daño o a engañar. Basta con un simple gesto o una corta mirada para que en nuestra mente se genere todo un mundo de ideas terribles que probablemente no coincidan con la realidad ni la mitad.
Pero generalmente las personas son buenas, no diferimos tanto los unos de los otros. Tampoco hace falta tener ojo clínico para comprender esto, sino que es suficiente el hecho de estar abiertos a valorar nuestras relaciones sin terribilizarlas. Cometemos fallos y estamos llenos de defectospero no son ellos los que nos definen sino que es nuestra percepción la que los destaca.
Ya lo dijo Benedetti, es mucha gente de la que merece la pena rodearse, son las personas que nos dan aire psicológico, las que no nos ahogan, las que no son tóxicas. Me gusta la gente tanto como me gusta reír, porque no hay nada de malo en comprometernos con la felicidad, que es lo más grande que nos otorgan.
En definitiva, me gustan las personas que dicen lo que piensan pero más me gustan las que hacen lo que dicen y piensan lo que hacen. Valoro lo auténtico, porque el hecho de que se unan los verbos decir y hacer es la más maravillosa de las casualidades.
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