Con frecuencia condicionamos nuestra felicidad al cumplimiento de ciertos objetivos, elaboramos planes que nos permitan alcanzar esas metas y luego hacemos nuestro mayor esfuerzo por llevarlos a la práctica.
Pero esa manera de programar nuestras vidas no nos asegura que nuestros sueños se hagan realidad… y tampoco garantiza que vayamos a sentirnos bien en el día a día, ni aún en el caso de que finalmente se cumplan nuestros deseos.
“ Si quieres hacer sonreír a Dios, cuéntale tus planes.”
Cortometraje “Lucille IV” & The Rocket Man (“Lucille IV” y el hombre cohete), de Greg Hettinger.
Al singular protagonista de este video las cosas no le salieron como tenía pensado, aunque aparentemente había considerado todos los detalles. Incluso este no era su primer intento: esas gigantescas turbinas llevaban por nombre “Lucille IV”, dando a entender que se trataba de su cuarto prototipo. (Me gusta mucho este video! Me encanta ese increíble personaje y su entorno, y me hace reír mucho el final tan inesperado… me alegro de haber encontrado la manera de relacionarlo con este tema para poder compartirlo aquí.)
Claro que es necesario hacer planes y es bueno tratar de ajustarse a ellos. Pero no hay que olvidar que al mismo tiempo también ejercemos un milagroso poder creador a través de la Ley de Atracción, y podemos alterar la realidad e influir sobre las otras personas si actuamos de manera consciente en el momento presente. Lo mejor, entonces, es que nuestros planes contemplen la posibilidad de aprovechar las oportunidades que vayan surgiendo aunque no las hayamos previsto.
Los buenos jugadores de ajedrez pueden imaginar el desarrollo de una partida con muchas movidas de anticipación. A este aspecto del juego se lo llama “ajedrez táctico” y permite prever y llevar a cabo una elaborada secuencia de movimientos para obtener alguna ventaja o incluso para ganar la partida. Podríamos decir que estos jugadores saben elaborar un buen plan y llevarlo a la práctica.
Foto de Alexander Zatsepin
Pero los grandes jugadores aplican también el “ajedrez posicional”, que consiste en tratar de ubicar las piezas propias dominando las casillas más importantes del tablero y simplemente dejarlas allí, aunque no se tenga aún una táctica concreta en mente. Tener bien posicionadas nuestras piezas nos asegura poder responder de la manera más efectiva ante cualquier circunstancia inesperada en el desarrollo del juego.
Del mismo modo, mientras tratamos de llevar a cabo aquellas tácticas o planes que nos permitan alcanzar nuestras metas, lo mejor que podemos hacer es posicionarnos frente a la realidad de una manera tal que podamos interactuar y relacionarnos de manera creativa y espontánea, aprovechando cualquier oportunidad inesperada que se nos presente.
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