Esta enigmática cueva, que recibe su nombre del pájaro homónimo, constituye un auténtico enigma ya que, de ser ciertas las hipótesis que se barajan sobre ella, nos obligarían no solo a reescribir algunos renglones de la historia, sino a hacer un tajante borrón y cuenta nueva.
Para empezar hay que decir que a esta cueva le salen imitadoras por doquier: existen decenas de cuevas a las que se puede entrar fácilmente y sobre las que los guías te dirán que estás en la auténtica Cueva de los Tayos. Sin embargo, la verdadera cueva resulta inaccesible para los visitantes normales y corrientes… Para poder llegar hasta ella son necesarios varios días de camino por el bosque, hay que hacer uso de tirolinas oxidadas, montar en mulas que te llevaran por caminos inaccesibles o, si te es posible, contratar una avioneta privada para poder evitarte así dichos obstáculos.
Una vez en la cueva, uno se ve obligado a realizar un primer descenso de 80 metros, seguido de otro de 20. En total 100 metros, que equivalen a descender la altura de un edificio de 30 pisos. Además habría que contar con la ayuda de la tribu de los Shuar (también conocidos como jíbaros), los cuales no se muestran muy amistosos con los investigadores, pues entienden que dicho patrimonio les pertenece y que la gente se enriquece con ello, a su costa.
Interior de la Cueva de los Tayos.
¿Qué tiene de especial la cueva?
Según el investigador español Juan José Revenga, dicha cueva fue utilizada como refugio durante la conocida como glaciación de Wisconsin ocurrida hace entre 48.000 y 12.000 años. Lo que nos obliga a aceptar que fue habiada por una cultura muy anterior a Egipto o Mesopotamia. En dicho caso, también habría que modificar la llegada del Homo Sapiens al continente americano a través del estrecho de Bering. Puesto que, oficialmente, los primeros «paleoamericanos» se adentraron en el continente durante la última glaciación, lo que habría permitido el paso hacia el Nuevo Mundo a través de dicho estrecho. Una migración que se habría producido hace entre 14.000 y 13.000 años.
Todo lo anterior nos obliga a plantearnos si hubo otra evolución paralela en América similar a la que se produjo en África. Pero la principal objeción a esta hipótesis radica en que en América no existieron grandes simios que evolucionasen hasta dar lugar al ser humano, lo que hace que las incógnitas se multipliquen.
Tanto en la imagen superior como en la inferior puede observarse claramente el corte artificial realizado en el techo de la cueva.
Neil Amstrong
El astronauta Neil Amstrong, tras regresar de la luna lo primero que hizo fue visitar la cueva. ¿Qué fue lo que le motivó para movilizar a tanta gente?
Dicha expedición se desarrolló en 1976 e incluyó a personajes importantes de la arqueología e investigación de entonces, participando en ella incluso el Ejército Ecuatoriano. Los expertos y aventureros, que sumaban en total un equipo de 120 personas, llevaron a cabo una exploración detallada de la cueva que duró, aproximadamente, una semana. Investigadores británicos extrajeron 4 cajones de madera sellados, de gran tamaño, sin mostrar su contenido a la tribu de los Shuar, acabando este episodio (según relata el investigador español J. J. Revenga) a tiros entre los nativos y la expedición inglesa.
Neil Armstrong en julio de 1969.
¿Qué podemos encontrarnos en la cueva?
Disponemos de muy poca información al respecto. Según cuentan, algunas de sus rocas están cortadas, pulidas y perfectamente alineadas, cosa totalmente imposible si fueran de origen natural. También parece ser que en su interior nos encontramos con dibujos de figuras con formas humanoides, claro que otros investigadores aseguran que se trata sencillamente de manchas naturales. Sin embargo, lo más sorprendente es la historia en la que se afirma que del interior de la cueva se han recuperado planchas metálicas, cerámica y tablillas, en las cuales encontramos desde dibujos piramidales hasta escritura cuneiforme.
El sacerdote Carlos Crespi
El sacerdote salesiano Carlos Crespi Croci tuvo conocimiento de la Cueva de los Tayos desde la década de 1920, debido a la realización de un documental sobre los Shuar en 1927. Los miembros de dicha cultura nativa le regalaron una serie de piezas en agradecimiento y éstas fueron guardadas en el Museo Privado de Carlos Crespi Croci de Cuenca, Ecuador.
Carlos Crespi con algunos de los extraños objetos que le regalaron los Shuar.
De tales objetos sólo quedan algunas fotografías y vídeos, ya que la mayor parte de ellos fueron vendidos y otros hurtados al producirse un incendio en el año 1962, posiblemente intencionado para robar todas las piezas, según J. J. Revenga… No apareció nada, ni siquiera fragmentos de cerámica, que habrían resistido perfectamente el fuego. A través del museo se consiguió mucho dinero para construir nuevas iglesias y ayudar a los habitantes de la zona. Pero después de la muerte del sacerdote, en 1982, estos objetos desaparecieron del convento salesiano de Cuenca.
Estos dos objetos también formaban parte de la colección del sacerdote salesiano.
Para finalizar, recogemos las declaraciones de un experto en la materia, el arquitecto e historiador Melvin Hoyos, Director de Cultura y Promoción Cívica en el Municipio de Guayaquil:
Para empezar creo que la cueva de los Tayos no es una cueva, es obra de la mano del hombre, no hay nada en la naturaleza que se pueda parecer a la cueva de los Tayos. Tiene el techo cortado completamente plano con ángulo de 90 grados con la pared. Es muy parecido a otros túneles de características semejantes y edad similar en otras partes del mundo, lo que nos lleva a pensar que antes de la glaciación Wisconsin hubo una red de túneles en el planeta, pero aceptar esto es aceptar la existencia, antes de dicha glaciación, de una civilización muy desarrollada.”
Este artículo fue publicado originalmente en
Ancient Origins en Español y ha sido publicado nuevamente en
CodigoOculto.com con permiso.