Aravaca -Madrid-. La semana pasada. Noche cerrada. Un coche llega a la zona de Villamarín y estaciona a la puerta de uno de los chalets. Del vehículo bajan un hombre y una mujer de edad media. Ella, visiblemente enfadada, alzando la voz y haciendo aspavientos con las manos. Él, aguantando el chaparrón. Los vecinos, sorprendidos por el tono alto de la conversación que ambos mantenían, observan la escena. Poco después, no darían crédito al comprobar que los protagonistas del incidente eran los Príncipes de Asturias.
Como cada año por estas fechas, uno de los amigos más cercanos del príncipe Felipe celebraba una fiesta a la que acudió el matrimonio. Antes de tocar el timbre, la escena, según narran testigos presenciales a Vanitatis, era de todo menos cordial. La princesa bajó del coche mientras discutía con su marido de manera unilateral. No sólo hablaba con un tono muy alto, sino quehacía numerosos ademanes con las manos que llamaron la atención de quienes presenciaron el suceso. El Príncipe, impertérrito, no contestó en ningún momento a su mujer y aguantó el tipo. Una vez llegaron a la casa, Letizia se calmó.
Acostumbrados al silencio de las calles de una de las zonas más nobles de Aravaca, donde conviven la clase media-alta y la clase alta, así como personalidades como José Luis Rodríguez Zapatero -se mudó en octubre de 2012 a uno de los 18 chalés que conforman el complejo residencial Urbalia Valdemarín después de un tiempo viviendo en Somosaguas-, el enfrentamiento verbal sorprendió a parte del vecindario no por ser quienes eran sino por el elevado tono en el que Letizia discutía.
Habitual en las fiestas que celebran sus amigos, el príncipe Felipe también acudió a esta misma residencia el año pasado. Sin la compañía de su mujer, el heredero llegó alrededor de las diez de la noche con una bolsa de regalo y se marchó a la una madrugada. La ausencia de la princesa pareció, por aquel entonces, no extrañar a los invitados que no preguntaron, en ningún momento, cuál era el motivo de que no hubiera acudido a la fiesta.
Los otros ‘mosqueos’ de Letizia
Ya han pasado
diez años desde aquel 6 de noviembre de 2003 en el que Letizia Ortiz mostró, por primera vez, ese carácter del que ha hecho gala en varias ocasiones. Acompañada por el príncipe Felipe y sin separarse de él ni un solo segundo, llegaba pisando fuerte y muy segura de sí misma al Patio de los Austrias del Palacio de El Pardo de Madrid. Mostrando la versión de sí misma que ella creía la mejor, su espontaneidad le llevó a sorprender a todos con aquel
“déjame terminar”cuando explicaba ante los medios que el compromiso le obligaba a poner “punto y aparte” a su carrera.
Sin embargo, este fue el principio de una larga lista de momentos en los que mostró su fuerte carácter. Aquel
“¡Hijo, estás sordo, la verdad!” durante un acto en Murcia en 2008 al que acompañó a los príncipes un grupo de reporteros de
Vanity Fair; el
“¡Si te paras con cualquiera no vamos a acabar nunca!” en marzo de 2011 en una visita oficial a La Coruña; o el comentado
“Esto se está acabando, que nos echan. Nos vamos ya”cuando el príncipe mantenía una conversación con varios cardenales el pasado mes de marzo durante la recepción organizada en la embajada española de la Santa Sede previa a la misa de Papa Francisco. Todos son momentos en los que Letizia ha dejado ver en público su carácter.
Sin ir más lejos, este verano Letizia mostró también su fuerte personalidad llegando a Mallorca días más tarde de que lo hicieran su marido, la Reina, las infantas Elena y Cristina, así como sus sobrinos, y sólo unos días antes que el Rey. La noticia no estuvo en su llegada tardía, sino en su espantada al abandonar
antes de tiempo la isla sin la compañía de su marido y sus hijas Leonor y Sofía. Sólo dos días antes, la princesa
plantó al Príncipe en la entrega de premios de la Copa del Rey de Vela, disparando los rumores de crisis. Desde ese momento, los asesores de Letizia marcaron una nueva hoja de ruta en la que se mostraba a
una princesa mucho más feliz que olvidó, de repente, su actitud hierática. Sin embargo, todavía sigue mostrando su carácter en público de vez en cuando, como demuestra el careo con el Príncipe la semana pasada en plena calle.