Actitud
Yo, que ya he vivido lo bastante como para aprender que la felicidad es la ausencia de dolor, me deseo y os deseo eso: un futuro sin demasiados mordiscos
ROSA MONTERO 31 DIC 2013 - 00:00 CET
Ya sabemos que estas celebraciones de fin de año son una pura convención, pero, ¿no es magnífico que un viejo ritual nos ayude a parar por un instante la velocidad aturdidora del tiempo y a reflexionar siquiera un poco sobre nuestro pasado y nuestro porvenir? O sea, a replantearnos la existencia.
Yo, que ya he vivido lo bastante como para aprender que la felicidad es la ausencia de dolor, me deseo y os deseo eso: un futuro sin demasiados mordiscos. Pero en realidad somos capaces de hacer más, mucho más. Porque no podemos controlar lo que nos sucede, pero sí la manera en que respondemos a lo que nos sucede. Hay que vivir con panache (literalmente, penacho, pluma), como Cyrano de Bergerac, cuyas últimas palabras antes de morir son, precisamente, “mon panache”, un término que representa la virtud de la bravura modesta, de la vitalidad y el sentido del humor ante la adversidad. Tengo un amigo que suele decir, citando a Viktor Frank: “Lo único que no te pueden quitar es la actitud”. Nadie te puede quitar la belleza de los árboles desnudos que se estiran por las mañanas rechinantes de escarcha; la emoción y el orgullo de saber que, si te sucede algo a media noche, siempre habrá un amigo o una amiga dispuesto a ayudar; los momentos de risa y bienestar con la gente que quieres, esas carcajadas tontas y niñas que te dejan sin fuerza en los costados; la pasión de leer, de aprender, de escuchar música, de ver un cuadro hermoso, una película, de pasear por una ciudad, una playa, un monte. La gloriosa sensualidad del cuerpo, de sentirte lo suficientemente sano, de oler y acariciar a un hijo pequeño o a un animal querido, de oler y disfrutar el cuerpo de tu amante. Me deseo y os deseo todo esto en 2014. Mucho panache, mucha actitud y serenidad para saber gozar de la indudable belleza de la vida.