Casarse es una decisión importante. De hecho, se estima que el 86% de los jóvenes piensan que su matrimonio durará para toda la vida. Sin embargo, en muchas ocasiones no somos plenamente conscientes de las implicaciones de ese “para toda la vida”.
En realidad, significa que si vivimos una media de 90 años, no solo habremos elegido a esa persona y a su familia durante lo que nos resta de vida sino que también compartiremos aproximadamente unas 20.000 comidas, unas 100 vacaciones y le veremos unos 23.000 días. ¡No es poco!
Por eso, no es extraño que diferentes estudios indiquen que un matrimonio conflictivo puede causar graves problemas de salud y que algunas mujeres afirmen que
los maridos son más estresantes que sus hijos. Sin duda, tener problemas con la persona con la que compartes tu vida no te hará precisamente más feliz. En este punto la pregunta es: si somos más o menos conscientes de ello, ¿cómo terminamos eligiendo a la persona equivocada?
Los 3 factores que conspiran en nuestra contra
1. La sociedad nos da pésimos consejos
Si queremos emprender un nuevo negocio, la sociedad nos aconseja que estudiemos a fondo el asunto para sacarle el máximo provecho y cometer la menor cantidad de errores posible. Es lógico. Sin embargo, no existe una escuela para aprender a elegir a la persona con la que compartiremos el resto de nuestra vida.
En realidad, si somos demasiado racionales al respecto nos convertiremos en un “bicho raro”. La sociedad nos recomienda confiar en el destino y dejarnos llevar por el instinto. Sin embargo, lo cierto es que para que una relación funcione a largo plazo se necesita mucho más que “química”. Por tanto, ese gran paso no puede estar motivado únicamente por el corazón, también debemos haber reflexionado mucho al respecto. No hay dudas de que el amor es importante y ayuda a solventar muchos obstáculos, pero no es el único ingrediente para que una relación sobreviva.
2. Los demás nos apremian
Después de cierta edad, que pueden ser los 25 o 35 años, en dependencia del país donde vivamos, todos comienzan a preguntarnos cuándo encontraremos a nuestra
media naranja. Y no faltan quienes piensan que somos extraños si aún seguimos solteros. La idea de “quedarse para vestir santo” aún perdura y ejerce un enorme influjo.
De hecho, algunas personas son muy vulnerables ante esa presión, por lo que piensan que ha llegado el momento de elegir, sin darse cuenta de que en realidad no tiene sentido escoger al primero que pasa para no quedarse solos o intentar encajar con los demás. El miedo y la presión son los peores enemigos de las buenas decisiones porque nos impulsan a actuar por los motivos erróneos.
3. La biología juega en nuestra contra
La biología no es la mejor consejera cuando se trata de elegir a una pareja para toda la vida. Cuando conocemos a alguien que despierta esas mariposillas en el estómago, inmediatamente nuestro cerebro se revoluciona y se producen una serie de hormonas que certifican, efectivamente, que
el amor es ciego.
Es comprensible, pero ese proceso de enamoramiento no es suficiente para elegir a alguien con quien compartir la vida a largo plazo. Durante esa fase nuestro cerebro racional no piensa con claridad porque ha sucumbido a la montaña rusa química que han generado las emociones. Por tanto, es mejor dar tiempo al tiempo.
Obviamente, cuando unimos todos estos factores, podemos comprender por qué tantas personas se equivocan eligiendo a la pareja “para toda la vida” y terminan atados a relaciones que les hacen infelices.
El peor error: No saber lo que quieres
Sin embargo, el peor error de todos es no saber lo que queremos de una relación de pareja. De hecho, cuando estamos seguros de lo que buscamos, las presiones sociales y biológicas no ejercen una influencia tan grande sobre nuestras decisiones.
Sin embargo, diferentes estudios han demostrado que cuando estamos solteros, no somos muy buenos prediciendo lo que realmente queremos de una relación de pareja.
En este sentido, un estudio muy interesante realizado en las universidades de Essex y Oxford con personas que participaron en una serie de citas rápidas reveló que somos particularmente malos indicando qué queremos ya que al cabo de pocos minutos podemos contradecirnos y cambiar de opinión. Al parecer, nuestras preferencias no son tan inmutables como pensamos sino que varían en dependencia de la persona que tengamos delante.
Otro estudio realizado en la Universidad de Texas arroja una nueva luz sobre este asunto. Las personas analizadas completaron una serie de pruebas psicológicas a través de las cuales se determinaron sus características de personalidad e intereses. También indicaron las cualidades que querían encontrar en su media naranja. Al cabo de once días, estas personas participaron en una serie de citas rápidas. Al final de cada una de las citas tenían que indicar si esa persona les parecía adecuada para comenzar una relación seria. Curiosamente, el grado de atracción no dependió de las características que las personas demandaban del otro sino del grado de similaridad percibido con ellos mismos. Es decir, pensamos que buscamos algo pero en realidad nos atraen otras características.
Lo cierto es que estos resultados no deberían sorprendernos tanto ya que, como muchas otras cosas en la vida, a veces no conseguimos lo que deseamos hasta que no nos equivocamos varias veces. Por eso, el principal error que cometemos al elegir a la persona “para toda la vida” consiste en no saber exactamente qué deseamos, ya sea porque no nos conocemos bien o porque no tenemos suficiente experiencia en las relaciones de pareja.
Por supuesto, no se trata de listar una serie de características que la otra persona debe tener, sí o sí, pero es importante que sepamos qué queremos y esperamos de una relación de pareja, en qué estamos dispuestos a ceder y en qué aspectos somos inflexibles.
No existen personas perfectas, ni siquiera hay personas perfectas para ti, pero cuando encuentras a alguien que satisface muchas de tus expectativas y, lo que es aún más importante, crea nuevas ilusiones e intereses, entonces vale la pena crecer juntos. O al menos intentarlo :)
Fuentes:
Tidwell, N. D. & Eastwick, P. W. (2013) Perceived, not actual, similarity predicts initial attraction in a live romantic context: Evidence from the speed-dating paradigm. Personal Relationships; 20(2):199-215.
Belot, M. & Francesconi, M. (2006) Can Anyone Be "The" One? Evidence on Mate Selection from Speed Dating. IZA Discussion Paper; 2377: 1:36.