En este artículo veremos cómo responder ante una agresión verbal, así como estrategias de gestión de las emociones asociadas a este proceso.
¿Cómo reaccionar ante las agresiones verbales?
Aunque normalmente asociemos la violencia únicamente a los ataques dirigidos contra los cuerpos o contra las propiedades de las personas, no hay que olvidar que como seres sintientes que somos, las palabras y los símbolos también nos pueden herir. Por eso, la agresión verbal es una realidad, y hay que saber cómo posicionarse ante ella.
Por supuesto, una de las facetas del comportamiento responsable al respecto pasa por no utilizar esta clase de ataques contra otros, pero la cosa no termina ahí. ¿Cómo responder ante una agresión verbal cuando está dirigida hacia uno mismo?
En una situación de abierta hostilidad en la que nos ataquen mediante agresiones verbales, recuerda las siguientes pautas de actuación para saber no ya cómo actuar, sino cómo actuar. A continuación veremos las pautas principales a seguir, dando por supuesto que las agresiones verbales se dan en un contexto en el que no existe riesgo de recibir daños físicos ni económicos, en cuyo caso se estaría hablando de una forma mucho más grave de dominación.
1. Ten claro el objetivo
Es necesario tener en mente desde el principio que aquello a lo que aspiramos es, fundamentalmente, proteger nuestra dignidad y, en segundo término, evitar que este clase de ataques se vuelvan a repetir. Eso significa que no buscamos ni vengarnos, ni humillar al otro, metas que son incompatibles con las anteriores.
2. Adopta una perspectiva distanciada
Ante situaciones comprometedoras como esta, es necesario adoptar una cierta distancia crítica con respecto a lo que nos ocurre, para no dejarnos llevar. Parte de la gestión exitosa de esos momentos en los que se nos ataca verbalmente consiste simplemente en no perder los nervios y en saber controlarse.
De hecho, en ocasiones el único propósito de estas agresiones se basa en el efecto esperado de ponernos nerviosos, para que no podamos pensar racionalmente, con lo cual se crea una asimetría en la dinámica de poder que se establece en el diálogo. Si mantenemos la calma no solo evitamos esto, sino que además
demostramos nuestra fortaleza y seguridad en nosotros mismos, algo que hace que ganemos poder tanto ante los ojos de la persona agresora como ante los de los posibles observadores que no estén directamente involucrados en lo que ocurre. No hay que dar señales de que la
autoestimase ve comprometida, ya que esto puede dar más motivos para seguir obrando igual.
3. Llamar la atención sobre la ofensa
No se puede actuar como si las agresiones verbales fuesen algo normal, así que lo primero es señalar el hecho de que la otra persona ya parte desde una situación de desventaja.
En estos casos es bueno no centrarse en cómo nos hace sentir el ataque, ya que esto puede alentar a la otra persona. En vez de esto, es mejor hablar sobre estos ataques como un recurso fácil al que solo recurren quienes son menos capaces de defender sus posiciones de manera coherente y fundamentada. Todo el mundo puede usar insultos o alusiones personales que lo único que aportan es entorpecer el diálogo.
4. Deconstruir los ataques del otro
A veces nos olvidamos que las agresiones verbales se basan en acciones y en afirmaciones totalmente cuestionables, y simplemente nos centramos en el malestar que generan. Pero lo cierto es que mediante estos ataques, la persona que emite estos mensajes agresivos se está exponiendo, y corre el riesgo de que lo que hace se gire en su contra. Esto es lo que hay que aprovechar. A fin de cuentas, en muchas ocasiones estos ataques son una manera de enmascarar la pobreza de los argumentos utilizados.
Así, es bueno que, al menos en un principio, actuemos como si dentro de esas agresiones verbales hubiese un contenido que merece la pena tomarse en serio, de modo que no se muestre una actitud rígida y dogmática que sea comparable a la de la otra persona. De este modo, podemos explicar, brevemente, los motivos por los cuales los ataques recibidos son absurdos y no tienen ningún fundamento.
Eso sí, es imprescindible que este paso se dé siempre después del anterior, que consiste en llamar la atención sobre el contenido denigrante de los mensajes del otro.
5. Mostrar poca paciencia
Es bueno dejar claro que nuestra actitud no es la misma que la del atacante, pero tampoco hay que actuar como si la otra persona estuviese poniendo de su parte para generar un diálogo provechoso. Es por eso que no hay que crear elaboradas respuestas ante cada nuevo ataque por parte del otro.
Si se produce una agresión verbal por segunda vez, lo mejor es dejar de ver a esta persona como un interlocutor válido, y dejar de prestar atención a lo que tenga que decir, explicando brevemente nuestros motivos para hacer esto. Este es un paso que hay que dar justo después de que se produzca la agresión verbal, para enfatizar el hecho de que eso es inaceptable, y es ese, y no otro, el motivo de que dejemos de hablar con esa persona.