“Un rico comerciante contrató a un carpintero para restaurar una antigua casa colonial. Como el comerciante era de esas personas a las que les gusta tener todo bajo control y le preocupaba que el trabajo no quedase bien, decidió pasar un día en la casa, para ver cómo iban las obras.
Al final de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había trabajado mucho, a pesar de que había sufrido varios contratiempos. Para completar el día de mala suerte, el coche también se negó a funcionar así que el empresario se ofreció para llevarle a casa.
El carpintero no habló durante todo el trayecto, visiblemente enojado y preocupado por todos los contratiempos que había tenido a lo largo del día. Sin embargo, al llegar invitó al comerciante a conocer a su familia y a cenar, pero antes de abrir la puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol y acarició sus ramas durante pocos minutos.
Cuando abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era radical: parecía un hombre feliz. La cena transcurrió entre risas y animada conversación. Al terminar la velada, el carpintero acompañó al comerciante al coche. Cuando pasaron por delante del árbol, este le preguntó:
- ¿Qué tiene de especial ese árbol? Antes de entrar estabas enojado y preocupado y después de tocarlo eras otro hombre.
- Ese es el árbol de los problemas – le respondió el carpintero. – Soy consciente de que no puedo evitar los contratiempos en el trabajo pero no tengo por qué llevarme las preocupaciones a casa. Cuando toco sus ramas, dejó ahí las preocupaciones y las recojo a la mañana siguiente, cuando regreso al trabajo. Lo interesante es que cada mañana encuentro menos motivos para preocuparme que los que dejé el día antes.
Esa noche, el rico comerciante aprendió una de las lecciones más valiosas de su vida."
El virus mental de las preocupaciones
Las preocupaciones nos oprimen y se las ingenian para arruinarnos esos momentos de relax que hemos conquistado a golpe de trabajo y sacrificio. De hecho, no es extraño que cuando estamos en vacaciones, continuemos pensando en el trabajo que dejamos pendiente o que durante el fin de semana permitamos que los clientes se interpongan en el espacio familiar.
Sin embargo, Napoleón Bonaparte decía “Libérate de las preocupaciones como te liberas de la ropa antes de ir a la cama”.
En realidad, las preocupaciones actúan como un verdadero virus mental que genera
ansiedad y estrés, nos convierte en personas irritables incapaces de disfrutar el aquí y ahora. La buena noticia es que podemos liberarnos de esas preocupaciones, al menos momentáneamente y es probable que, cuando las retomemos, sean menos amenazantes de lo que parecían en un primer momento.
3 estrategias para liberarse de las preocupaciones
1. El ritual. El Árbol de los Problemas al que hace referencia la historia no es más que un ritual, pero hay muchos otros, lo importante es que encuentres el ritual que te ayude a liberarte de las preocupaciones. Por ejemplo, un buen ritual consiste en practicar meditación,
respiración diafragmática o relajación 10 minutos antes de ir a la cama. De esta forma, la tormenta que existe en tu mente se transformará en un mar en calma y podrás dormir con tranquilidad.
No obstante, existen muchas otras alternativas, como por ejemplo, escuchar un poco de música o dar un pequeño paseo después del trabajo, preferentemente en la naturaleza, para deshacerse de todos los problemas que se generaron en la oficina. Lo importante es que te plantees el objetivo de aparcar las preocupaciones. Al principio te resultará difícil pero a medida que el ritual se automatice, será mucho más fácil.
2. Un ejercicio mnemotécnico. Otra forma para liberarse de las preocupaciones consiste en ponerlas en perspectiva. Cuando nos desligamos emocionalmente de las situaciones, estas suelen parecer menos amenazantes y podemos encontrar una solución con más facilidad. Un ejercicio muy sencillo para lograrlo consiste en recordar lo que te preocupaba hace exactamente 365 días, contando a partir del presente. ¿Qué te preocupaba un día como hoy pero hace un año?
Es probable que no lo recuerdes porque, a menos que hayas pasado por una situación realmente estresante, las preocupaciones cotidianas que nos asaltan suelen ser pasajeras y no dejan huellas en nuestra memoria. Por tanto, eso que te preocupa hoy, dentro de unos meses sea intrascendente, así que comienza a restarle significado emocional ahora mismo. Cuando te sientas saturado y a punto de explotar por culpa de las preocupaciones diarias, ten en mente este proverbio sueco: “Las preocupaciones permiten que las pequeñas cosas proyecten sombras largas”.
3. La cita. Si durante los últimos días has tenido una preocupación recurrente, ha llegado el momento de pedirle una cita. Sí, reserva 30 minutos de tu tiempo cada día para pensar libremente en las cosas que te preocupan, para darle vía libre a tus inquietudes. Sin embargo, tal y como si estuvieras en una cita, en ese momento no debes pensar en nada más que en tus preocupaciones.
Muy pronto te darás cuenta de que no es fácil mantener el pensamiento concentrado durante media hora en una sola preocupación, aún así, intenta brindarle tu atención y piensa en las consecuencias del problema, hasta que adquieran un toque grotesco. De esta forma, las preocupaciones serán menos amenazantes. Además, a lo largo del día, cuando una preocupación te asalte, simplemente anótala y postérgala hasta el momento de la próxima cita. Así evitarás estar preocupado todo el tiempo, lo cual afecta tu desempeño, tus relaciones interpersonales y tu salud mental.
Y por si todo esto no fuera suficiente, puedes escribir esta frase de la escritora Jodi Picoult en un sitio que veas cada día, para que sea un recordatorio constante: “las preocupaciones son como una cinta de correr: te cansan pero no te llevan a ninguna parte”.