Seguro que os ha ocurrido en vuestro barrio. Un comercio tradicional o una tienda de comestibles, de repente ha cerrado o ha sido reemplazada por otro establecimiento. Al verlo os preguntáis, ¿cuándo cerraron la tienda de ultramarinos que había al lado de casa?
Quizás no os hayáis detenido a pensarlo bien, pero esa no es la pregunta correcta que debemos hacernos. No tenemos que preguntarnos por cuándo la cerraron, sino por cuándo fue la última vez que compramos en aquella tienda que ahora vemos cerrada.
En cierto modo, los verdaderos responsables del cierre del comercio tradicional somos nosotros, los propios consumidores, que hemos abandonado a su suerte a estas tiendas y las hemos sustituido por otras en nuestros hábitos de compra.
Las tiendas de ultramarinos y otros comercios tradicionales
Aquellos comercios recibían muchas denominaciones: colmados, mantequerías, ultramarinos, tienditas, o abastos. Si los recordáis, en ellos se vendía de todo, sobre todo latas de conservas, legumbres y galletas a granel y cualquier cosa que se pudiera necesitar.
¿Habéis pensado hace cuánto no se ven lecherías, carnicerías o pescaderías en locales de puerta calle? Ya no abren nuevos comercios de este estilo, y tristemente, muchos de los que hay, van cerrando, o aguantan hasta la jubilación de sus propietarios, sin que haya una sucesión en el negocio.
A mí me da mucha rabia cuando veo que cierran las tiendas y comercios de barrio, esas que abrían a todas horas, en las que nos conocían y donde nos recomendaban comprar algún producto y en las que incluso, nos “fiaban” si no llevábamos dinero para pagar en el momento.
Esas tiendas, son las que dan vida a los barrios, incluso son las que revalorizan las viviendasporque a todos nos encantan las zonas de la ciudad en las que todo está a mano, en las que dando un paseo se puede hacer la compra.
Sin embargo, —y por eso decía que en cierto modo somos responsables del cierre de las tiendas tradicionales de comestibles—, todos hemos dejado de ir a la carnicería, a la pescadería, e incluso a los mercados de abastos para sustituir esos comercios tradicionales por visitas a las grandes superficies y los hipermercados.
No es que haya mucha elección, es cierto ya que los nuevos horarios de trabajo, las distancias y el tiempo no nos sobran a nadie y muchas veces solo nos cabe ir a hacer la compra el fin de semana o bien tarde por la noche cuando no hay nada más abierto.
¿Por qué comprar en pequeños comercios?
Si queremos tener tiendas de barrio, tenemos que comprar en ellas o las estaremos condenando a cerrar. Al margen de las reformas legales o apoyos institucionales para apoyar al pequeño comerciante, creo que comprar en estas tiendas del barrio de vez en cuando debería ser casi obligatorio moralmente para los vecinos.
Deberíamos hacerlo por solidaridad, porque hay que ayudar de alguna manera a los pequeños comercios que aguantan como el poblado galo de Asterix frente a las grandes cadenas de supermercados de barrio, grandes almacenes e hipermercados.
Y también en interés propio, porque si compramos en ellos, se mantendrán, harán barrio, harán ciudad, y revalorizarán nuestras viviendas, nos harán la vida más cómoda y nos ahorrarán desplazamientos.
Y quizás algún día, incluso nos venga bien que nos conozcan, por si necesitamos encargarles algún producto difícil de encontrar, o ayudarnos a elegir entre productos similares con el consejo que sólo sabe dar el vendedor especializado.
Si tienes la suerte de contar con uno de estos comercios en tu zona, no dejes de comprar en él, y estarás poniendo tu granito de arena para conservar uno de los tesoros de la vida en la ciudad, las tiendas de los barrios para que nunca tengas que preguntarte, ¿cuándo cerraron la tienda de ultramarinos que había al lado de casa?