La culpa nunca llega sola, puede presentarse por multitud de razones en nuestra vida. En ocasiones nos tortura por aquello que hemos hecho pero que no dio el resultado que esperábamos. Otras, nos persigue por no haber tenido el valor de hacer o decir algo que ahora nos corroe desde el interior. Es en este segundo caso en el que la culpa se presenta en nuestra vida acompañada por sus dos grandes amigas, la duda y la inseguridad.
Nunca dejes de hacer algo por miedo, más vale arrepentirse de lo hecho que culparse por aquello que podría haber sido.Compartir
Es entonces, cuando la duda toma el mando de nuestras decisiones y la inseguridad decide que es mejor no hacer nada por miedo a perder lo que tenemos, cuando la culpa se instala en nuestra vida. Esto hace que nos quedemos tristes y paralizados viviendo en nuestra imaginación lo que hubiera sucedido, en lugar de aceptar la realidad de nuestro inmovilismo.
La duda, la capitana de nuestro ejército de miedos
El miedo pasa, lo que dejas de vivir por miedo, no vuelve.
La duda nos observa día a día y nos recuerda, de manera estratégica, esas situaciones en las que hicimos algo que salió mal. Esas situaciones en las que herimos a alguien sin querer o en las que hicimos el ridículo. En definitiva, la duda se encarga de multiplicar nuestro malestar hasta hacernos dudar de todo lo que somos u hemos hecho.
Pero eso no es todo, cuando nuestro malestar se incrementa, la duda llama a su ejército, ese que recoge nuestros miedos y los manda desfilar. Y es entonces cuando las imágenes de todo lo malo que puede ocurrir nublan nuestra mente y nos impiden decidir lo que realmente queremos.
Pero, no solo queremos ser felices, buscar nuestro bienestar, sino que queremos vivir sin sufrir y aprovechándose de eso, la duda nos ataca de nuevo. Así es como caemos de nuevo en el miedo y la culpa, así es como la inseguridad se alía con la duda y nos ata con sus cadenas intentando aliviar ese malestar que sentimos y que sabemos que forma parte de la vida, aunque lo queramos evitar.
La inseguridad, esas cadenas que nos impiden avanzar
Entonces la inseguridad se muestra con toda su crudeza, haciéndonos dudar de nosotros mismos y de nuestras acciones. Nos encadena en el inmovilismo, en el miedo a fracasar de nuevo si hacemos algo más o lo volvemos a intentar.
Con la inseguridad perdemos nuestro punto de apoyo, nuestra autoconfianza. Perdemos el equilibrio emocional y nos arraigamos a un lugar hostil con nosotros mismos. Ese lugar es donde nuestra propia imagen se desdibuja en una amalgama de miedos que reflejan lo que no somos, sino lo que tememos ser.
Así nos arraigamos en los posibles de un futuro aciago pero que no es real, aunque nos comportamos como si lo fuera. Demostrando así que nuestra autoconfianza nos puede llevar lejos, pero que la falta de ella nos encadena a la autoevaluación negativa continua, dirigida a todo lo que podríamos hacer.
Por eso, cuando la culpa aparezca en tu vida acompañada por la duda y la inseguridad, centrarte en lo presente, en lo real, te ayudará a superarla. Además, hará que des la mejor versión de ti, tu potencial, porque los límites dejan de ser mentales y se convierten en reales.