Los seres humanos tenemos un don para complicarnos la vida. Es algo evolutivo, estamos diseñados para sobrevivir a las adversidades, por lo que cuando creemos encontrarnos ante una todo nuestro sistema defensivo se activa. El problema es que la mayoría de las veces no son adversidades reales. Más bien somos nosotros los que las interpretamos así.
Muchas de estas amenazas percibidas responden a pseudonecesidades. Estas no son más que deseos que nosotros mismos convertimos en necesidades absolutas, sin las cuales pensamos que no podemos ser felices o tener una vida digna.
Algunas de estas necesidades irracionales son: ser exitoso, tener una pareja que no nos engañe ni nos defraude nunca, tener un buen trabajo, tener mucho dinero o posesiones…
La historia del pescador
“Un hombre rico, empresario, bien vestido, ropas caras y talante derrochador, iba paseando por el puerto, cuando se encuentra con un modesto pescador. El pescador trabajaba en sus redes y en su pequeña barca y tenía un cubo lleno de un montón de peces recién pescados. El rico empresario le preguntó:
– Óiga, ¡usted tiene mucha maña! ¡Parece un pescador muy bueno! Usted solo y con esta pequeña barca ha pescado muchos peces. ¿Cuánto tiempo dedica a la pesca?
El pescador respondió:
– Pues mire usted, yo la verdad es que nunca me levanto antes de las 8:30.
Desayuno con mis hijos y mi mujer, acompaño a mis hijos al cole y al trabajo, luego voy tranquilamente leyendo el periódico hasta el puerto, donde cojo mi barca para ir a pescar. Estoy una hora u hora y media, como mucho, y vuelvo con los peces que necesito, ni más ni menos. Luego, voy a preparar la comida a casa, y paso la tarde tranquilo, hasta que vienen mis hijos y mi mujer y disfrutamos haciendo juntos los deberes, paseando, jugando. Algunas tardes las paso con mis amigos tocando la guitarra.
– ¿Entonces me dice que en solo una hora ha pescado todos estos peces? ¡Entonces usted es un pescador extraordinario! ¿Ha pensado en dedicar más horas al día a la pesca?
– ¿Para qué?
– Pues porque si invierte más tiempo en pescar, 8 horas, por ejemplo, usted tendría 8 veces más capturas, y ¡así más dinero!
– ¿Para qué?
– Pues con más dinero usted podría reinvertir en una barca más grande, o incluso contratar a pescadores para que salgan a faenar con usted, y así tener más capturas.
– ¿Para qué?
– Pues con este incremento de facturación, ¡su beneficio neto sería seguro envidiable! Su cash flow sería el propicio para llegar a tener una pequeña flota de barcos, y así, hacer crecer una empresa de pesqueros que le harían a usted muy muy rico.
– ¿Para qué?
– ¿Pero no lo entiende? Con este pequeño imperio de pesca, usted solo se tendría que preocupar de gestionarlo todo. Usted
tendría todo el tiempo del mundo para hacer lo que le venga en gana. No tendría que madrugar nunca más, podría desayunar cada día con su
familia, podría acompañar a los niños al cole, jugar con ellos por la tarde, tocar la guitarra con sus amigos…”
–¿Y no es eso lo que estoy haciendo ahora mismo? -concluyó el pescador.
Un cuento para pensar cómo gestionamos nuestro tiempo
Nos apegamos a esas pseudonecesidades como si fueran el
alimento que nos hace falta para sobrevivir o el agua para hidratarnos. Además, nos mandamos el mensaje de que tenemos que conseguir ese algo que va a rellenar nuestros vacíos.
En el viaje que emprendemos para conseguir alcanzar aquello que nos falta, perdemos otras muchas cosas, que son incluso más importantes: el día a día, el goce por las pequeñas cosas, la calma…
El cuento del pescador es una reflexión muy interesante en la que un hombre que está tranquilamente pescando. Entonces es sorprendido por un rico empresario, que le recomienda que invierta más tiempo de su sosegada vida, para así hacer más dinero, lo que a su vez le llevará a tener una sosegada vida.
Absurdo, ¿verdad? Pues es justamente lo que muchos de nosotros hacemos cada día: restar tiempo de calidad a nuestro día a día para producir más, tener más dinero y escapar de una vida con más tranquilidad buscando una vida con más tranquilidad.
Pero es una ilusión, algo que el mundo capitalista en el que vivimos nos ha hecho pensar que es lo correcto. De esta manera, producimos más -para otros, no para nosotros- , somos más ricos en dinero, pero muy pobres en tiempo… y el tiempo, querido lector, eso sí que es oro.
Disfrutemos de nuestro tiempo, no olvides que es finito. Disfrutemos de la vida y sus pequeñas cosas, aquellas que día a día nos hacen ser un poco más felices: una buena puesta de sol, un café con un amigo, una buena conversación, la
música, el arte, la naturaleza…
El dinero solo es necesario hasta cierto punto en el que ya deja de serlo y se convierte en un enemigo.
Cuanto más tengo, más compro, más me endeudo y a su vez, más necesito. Muchos
millonarios son pobres en tiempo y en calidad de vida. Podemos recordar multitud de famosos que, teniéndolo todo, han caído en terribles depresiones. Entonces, me pregunto…¿Qué sentido tiene?