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Cuando dejas de esperar tu vida cambia

Muñeco con caña de pescar
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Cuando dejas de esperar tu vida cambia

Me gusta actuar de forma sencilla ante la vida, ante mi vida. Una de mis tareas diarias desde hace ya algunos días consiste en pretender liberar la conciencia de mis ilusiones o promesas eternas y lo que su sentir y existencia en mi vida pueden generar. Me di cuenta que empleaba una elevada gran cantidad de energía a la hora de “verme” en la situación futura que deseaba. Me concentraba demasiado en el mañana.
Tomé entonces la decisión de dejar de vivir esperando y no esperar algo de mi. En cuanto tomas esta decisión tu corazón respira aliviado y tu alma comienza a vivir verdaderamente. En general, nos centramos en el cómo tenemos que vivir, sin darnos cuenta que solo por eso nos condicionamos y en realidad no vivimos. Encarcelamos nuestra alma y la robotizamos.
Así, un día decidí detener los pensamientos acerca de mi persona, de lo que yo misma esperaba de mí, de todas mis ilusiones. Decidí dejar de crear expectativas y vivir en ellas continuamente, de manera constante… Para centrarme en lo que sucedía a cada momento y poder disfrutarlo, en lugar de estar esperando.
“Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo.”
-Proverbio árabe-

Deja de esperar algo de los demás

Decidí por lo tanto, dejar de esperar algo de los demás. Pues que las personas de tu alrededor te valoren, que tu pareja te entienda, que tú misma te entiendas y que los demás confíen en ti, en tu potencial y en tu saber hacer… no siempre es tarea fácil.  Aprendí que lo más importante es que yo crea en mí y que si hago algo no es para esperar nada a cambio, sino porque realmente me apetece.
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No esperes el dinero en tu día a día

Antes me concentraba en cantidades elevadas de dinero como consecuencia a grandes oportunidades de trabajo que esperaba con mucha ilusión. Me di cuenta que cuanto más anhelaba lo material, menos me lo concedía la vida y menos aún avanzaba hacia ese estado. Entonces acepté de buen grado lo que ya tenía y que no necesitaba más para sentirme bien conmigo misma o ser feliz.
Me dí cuenta que no estaba disfrutando ni saboreando lo que en esos momentos tenía, porque lo único en lo que me focalizaba era en el futuro, en cuando tuviese más y ganase más… realmente perdía el tiempo más importante, el instante presente.

Deja de esperar que todo sea perfecto

¿Para qué esperar que todo sea perfecto? En realidad, pensando así me di cuenta que no estaba sintiendo mi verdadera paz interior. Aquella que todos nosotros tenemos alojada en nuestra alma y corazón por nacimiento. Nuestra esencia y regalo como seres humanos que somos, únicos y extraordinarios.
Cuando dejas de esperar que todo sea perfecto, dejas de depender del entorno para sacar a la luz tu verdadero poder, la serenidad y tu equilibrio interior. Lo que nada ni nadie podrá alterar jamás… La perfección no existe, yo me cansé de ir en su busca.

No pienses en el día de mañana

Cuando nos sucede esa forma de percibir la realidad es porque tenemos miedo de no poder superar aquello que tememos y puede que suceda. Entonces comencé a plantearme la idea de decirme a mi misma que “pasará lo que tenga que pasar, y todo para algo excepcional”.
Todos tenemos planes. Yo misma tengo metas increíbles, pero cuando valoras tu vida bajo este lema percibes en realidad las grandes oportunidades que ésta tiene para darte. Y tus planes se convierten en poco en comparación.
Hay algo que ahora me llevo y es que las expectativas detienen la energía y nos enfocan en realidad en tan solo un par de caminos u opciones. Estas posibilidades además, suelen ya estar en tu mente. Tu energía se bloquea entonces pensando únicamente el “cómo” en lugar del “para qué.”
Siempre estaba esperando algo. Mi mente creaba una cadena de eventos que yo quería que pasaran en mi vida, y por lo tanto mi cabeza siempre estaba trabajando bajo presión para seguir cumpliendo con mis expectativas y no olvidarme de nada. Mi cuerpo estaba siempre en completo funcionamiento preguntándome qué tenia que suceder y que cosas podía llevar a cabo para conseguir aquello que ansiaba.
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Y todo porque no sabía a ciencia cierta cómo lograr aquello que estaba esperando de mí misma. Pero ¿sabes lo más gracioso? Cuando dejaba de pensar en esa cadena mecánica, comenzaban a suceder respuestas e ideas excepcionales que me permitían conseguir las cosas de forma más simple y disfrutando.
Me cansaba física y emocionalmente en exceso cuando me proponía algo por todo lo anterior. Era como prepararme para una maratón que me decepcionaba y se llevaba un cachito de mi vida. Y es paradójico: lo que más deseaba se llevaba durante el proceso para conseguirlo parte de mi energía vital. Incongruente, ¿no crees?
Después de cuadrar todos los puntos anteriores en mi mente, y llegar al acuerdo con ella de qué era lo que mi alma necesitaba y corazón anhelaba, mi vida comenzó a llenarse de nuevos regalos que venían por su propia cuenta. Comencé a valorar que antes no apreciaba lo que la vida me estaba regalando, al estar continuamente buscando la respuesta a la pregunta “¿cómo lograrlo?”.
Y ahora, para finalizar, es cuando te cuento el secreto de que todo se resume en que decidí dejar de controlar mi vida y empeñarme en averiguar como iban a suceder las cosas. Que todo lo que sucede al ritmo que acontece es porque tiene su propio tiempo, inalterable y simple. Entonces es cuando podemos apreciar cómo sentir la vida y cómo fluir sin esperar nada, solo vivir y ser tú mismo verdaderamente.
“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.”
-Miguel de Cervantes-

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QUE PASA CUANDO DESCONECTAMOS


En la sociedad moderna, es difícil desconectarse de la tecnología. Smartphones, laptops y ordenadores nos acechan por doquier, por lo que ni siquiera nos damos cuenta de que pasamos una gran parte del día conectados al mundo virtual, perdiéndonos buena parte del mundo real, ese que tenemos justo delante de nuestras narices.

La dependencia de estos dispositivos es enorme, aunque normalmente no nos percatamos. Sin embargo, muchas personas lo primero que hacen al levantarse es ver su móvil, para comprobar qué se han perdido mientras dormían. De hecho, según una encuesta realizada por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, el 55% de los españoles no se separa de su móvil para comer y un tercio lo lleva incluso al baño. 

De más está decir que una relación tan “íntima” con el móvil no es saludable. Por eso, deberías apuntarte al reto #soloporhoy, en el que te propongo desconectarte del móvil solo durante 24 horas. Los resultados que obtendrás serán, cuanto menos, increíbles. 

1. Se despeja la niebla mental

El móvil es una fuente de estrés adicional que añadimos a nuestra vida ya que nos demanda estar siempre disponibles para responder a los mensajes y las llamadas entrantes, saber lo que pasa en las redes sociales y revisar el correo. El móvil nos demanda dividir nuestra atención, y ello nos pasa una factura en términos de niebla mental, esa sensación de no poder concentrarnos. Un día sin móvil puede ayudarte a recuperar la lucidez mental y la agilidad de pensamiento.

2. Descubres cosas nuevas

A menudo, cuando usas el móvil, funcionas en piloto automático. Comes mirando la pantalla del ordenador y caminas mientras revisas los mensajes, de esta forma te pierdes todo lo que sucede a tu alrededor. Por eso, cuando decides desconectarte de la tecnología, esos sitios y esas actividades que ya conoces adquieren una perspectiva diferente, es como si fueran completamente nuevos porque descubrirás cosas que no habías notado.

3. Tus sentidos se agudizan

Cuando no estamos conectados a una pantalla que acapara gran parte de nuestra atención, podemos abrirnos al mundo. Entonces ocurre un pequeño/gran milagro, nuestros sentidos se agudizan, vuelves a percibir estímulos que antes pasaban desapercibidos. De esta forma, logras disfrutar mucho más del aroma del café, el juego con tu mascota, la conversación con tu pareja o incluso del recorrido diario para ir o regresar del trabajo.

4. El tiempo se ralentiza

El tiempo es relativo. Cuando disfrutamos pasa volando, cuando nos sentimos mal se eterniza. Curiosamente, estar conectados nos da la sensación de que el tiempo corre más deprisa. Por eso, si logras pasar 24 horas desconectado, te darás cuenta de que el tiempo comienza a ir más despacio. De repente, ganas tiempo de tu vida y puedes hacer más cosas, o simplemente relajarte.

5. Puedes detenerte y pensar

Creo que uno de los peores problemas que ha causado la tecnología es la resistencia a estar a solas con nosotros mismos. Cuando estamos aburridos, no dejamos que nuestra mente divague sino que nos conectamos, entretenemos nuestra mente. Por eso, desconectarte durante 24 horas te permitirá tener un tiempo a solas contigo mismo, para que puedas pensar y ver qué estás haciendo mal, para que valores si estás en el camino correcto o debes corregir algunas cosas.

6. Reencuentras la simplicidad

Considero que las experiencias más intensas y memorables de la vida son las más sencillas. En la simplicidad reencontramos nuestra esencia, y disfrutamos con ello. Cuando no tienes a mano la tecnología para entretenerte, vuelves los ojos a lo que te rodea o a tu interior, y descubres cosas asombrosas, cosas simples que olvidamos porque vivimos en un mundo demasiado digitalizado.

7. Te sientes mejor, mucho mejor

Cocinar sin prisas, rodearte de las personas que amas, salir a explorar sin el móvil, solo tú y la naturaleza, son experiencias relajantes que te harán sentir mejor. Estar conectados puede convertirse en una inmensa fuente de estrés, así que si te desconectas por un día, podrás probar un sorbo de cómo sería la vida sin esa obsesión por los dispositivos electrónicos. Simplemente tú, y el mundo, para disfrutarlo sin intermediarios.

Como colofón, nada mejor que esta imagen, que vale más que mil palabras, del fotógrafo Miguel Morenatti, en la que se aprecia a las nuevas generaciones tomando fotos, viviendo el momento a través de las pantallas de sus móviles, mientras una anciana simplemente disfruta. 


LA HIJA QUE FUI, LA MADRE QUE SOY. LA INFLUENCIA DE NUESTRA INFANCIA

domingo, 8 de noviembre de 2015Artículo escrito por www.yvonnelaborda.com

Aquí os comparto la charla que dio  Yvonne Laborda el mes de septiembre en Vilafranca del Penedés en Cataluña, España. En ella hablo de la influencia de nuestra infancia. Todo aquello que nos imposibilita llegar a ser las madres o padres que nuestros hijos necesitan que seamos.
  • ¿Por qué nos cuesta tanto estar presentes?
  • ¿Por qué solemos mirar su comportamiento y no cómo se sienten?
  • ¿ Qué hay detrás de nuestros enfados y reacciones emocionales?
  • ¿Cómo poder conectar con la niña/hija que fuimos?
  • ¿Cómo sanar viejas heridas?
  • ¿Cómo reconectar con nuestros hijos?
Y mucho más... Aquí la tenéis:


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Ármate de buenos momentos que te ayuden a enfrentar las horas amargas

fotos colgadas de la pared

La vida es preciosa. No tengo dudas de ello. Sin embargo, también acarrea momentos muy amargos. Se trata de esos momentos que siguen a la pérdida de un ser querido, cuando nos parece que nuestro mundo se viene abajo, roto en mil pedazos que no sabemos cómo recomponer, como si fuera un rompecabezas demasiado complicado que escapa a nuestro entendimiento. 

También hay momentos de dolor físico, en los que nada nos apetecería más que desconectarnos de ese cuerpo que a ratos se nos antoja un peso colosal que somos incapaces de sobrellevar.

Cuando nos sentimos mal, ya sea anímica o físicamente, es difícil ser positivos. No importa cuántas frases motivadoras leamos o cuántos libros de autoayuda pasen por nuestras manos, en esos momentos simplemente sentimos que estamos rodeados de una espesa niebla gris de la que no sabemos cómo salir. 

En esas horas amargas, cuando pensamientos aciagos cruzan nuestra mente y estamos a punto de rendirnos, la mejor arma que tenemos es la esperanza, apuntalada en un buen pasado.


Los buenos momentos nos mantienen en pie


Cuando miramos al pasado y recordamos los buenos momentos, esos instantes que hemos compartido con personas significativas o que hemos vivido al máximo se convierten en el combustible que nos da la energía que necesitamos para seguir adelante. Por eso es tan importante tener una reserva de buenos momentos que nos ayude a enfrentar las horas más difíciles.

Esos buenos momentos no solo se convierten en un oasis de paz que nos brindan un refugio en medio de la tormenta sino que también son una increíble fuente de esperanza. Por muy mal que estemos, si miramos al futuro con esperanza, si tenemos la certeza de que mañana nos aguardan experiencias que merecen la pena ser vividas, encontraremos la fuerza para salir de ese agujero negro.

Por eso es tan importante que no desperdiciemos el presente. De hecho, podemos comprender el presente como una cuenta bancaria en la que debemos ingresar buenas experiencias, que en el futuro nos servirán para enfrentar los malos momentos. Hoy construyes tu mañana, así que asegúrate de crear cimientos sólidos que puedan soportar cualquier tipo de terremoto emocional.

Sentir: La clave para atesorar buenas experiencias


Para atesorar buenos momentos no es necesario hacer nada extraordinario, basta aprender a ser conscientes del aquí y el ahora. Cuando aprendemos a fijarnos en los detalles y a disfrutar las pequeñas cosas, estamos creando buenas experiencias, sin siquiera darnos cuenta.

Solo tienes que dejar que las emociones fluyan. De hecho, si miras atrás, te darás cuenta de que tus mejores momentos son aquellos en los que te has sentido feliz, eufórico, agradecido, vivo… Se trata simplemente de ser más conscientes de lo que estamos viviendo y convertirnos en una especie de "coleccionistas de emociones", que serán el escudo que nos proteja en las horas más amargas.

Cada vez que algo te asombre, te haga vibrar, te entusiasme o te alegre, no corras deprisa en otra dirección. Detente unos minutos para saborear esa experiencia, porque se quedará grabada en algún lugar de tu cerebro y pasará a formar parte de esas mil razones que existen para mirar al futuro con esperanza. Así sabrás que los días por venir, también están cargados de experiencias bonitas por las que merece la pena luchar.

Un truco para consolidar los buenos recuerdos


Una investigación realizada en el University College de Londres nos desvela un truco muy sencillo para consolidar los buenos recuerdos en nuestro cerebro. En el experimento les pidieron a las personas que vieran 26 videoclips, algunos simplemente los veían y pasaban a otra actividad, otros dedicaban 40 segundos a revivir o resumir lo que habían visto, ya sea en sus mentes o en voz alta.

Los investigadores apreciaron que esos 40 segundos de recordatorio marcaban la diferencia. De hecho, en los escáneres cerebrales se apreció una mayor activación de diferentes áreas, en especial el córtex cingulado posterior, lo cual indica que el cerebro estaba procesando activamente lo que acababa de experimentar. En las personas que no repasaron los videoclips, el recuerdo de estos desapareció rápidamente.

¿Cómo podemos aplicar esta investigación a nuestra vida?

Cuando vivas una experiencia que quieras atesorar, para que forme parte de ese "kit de salvación" para los malos momentos, revívela en tu mente, experimenta de nuevo esas emociones y recrea la situación. De esta forma te asegurarás de que se guarde en tu memoria para el futuro.


Fuente:
Bird, C. M. et. Al. (2015) Consolidation of Complex Events via Reinstatement in Posterior Cingulate Cortex. The Journal of Neuroscience; 35(43): 14426-14434.
Rincón de la Psicología ~ 10:00

Cosas que los hombres hacen mal y enloquecen a toda mujer



El amor, según Aristófanes, es el “más íntimo anhelo de restitución de una plenitud perdida, de reencuentro con un total”. Él contaba que los seres humanos eran andróginos: redondos y completos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras y dos órganos sexuales unidos por el vientre. Eran tan fuertes que se enfrentaron a Zeus y el dios, castigándolos, los partió por la mitad. Cuando Apolo los curó, les dio la forma actual y el amor busca unirlos hasta que se encuentre y se fundan con el ser humano. Los dos se convierten en uno solo.

chicos y chicas elizabeth weinberg
Aunque parecemos seres que siempre estuvieron predestinados a estar juntos, nuestra manera de ver al mundo es totalmente distinta. Sin que parezca cliché las mujeres nos enfocamos mucho más en el romance y los sentimientos, mientras que los hombres son mucho más rígidos en su manera de ver al mundo. Es por eso que en las parejas cuesta tanto llegar a un acuerdo y hacer que todo congenie a la perfección. Buscamos entender al otro pero a veces nos cuesta trabajo, por eso te presentamos aquellos pequeños detalles que nos vuelven locas.

Frases típicas como: “ok”, “tú escoge”, “lo que quieras” o “como quieras”
La mayoría de las mujeres somos sumamente inseguras y con estas respuestas sólo logran que nos enojemos. Si quieren hacer algo, díganlo, porque las decisiones no nos gustan, es algo con lo que nos cuesta mucho trabajo lidiar. Tomen la iniciativa y propongan algo que sepan que nos gustará a ambos.
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Que no entiendan las indirectas
El lugar común de preguntarle si está enojada y que diga que no, es algo que entienden a la perfección. En nuestro mundo, la tarea de nuestra pareja es saber distinguir las sutilezas y entender que estamos enojadas con un simple gesto. Es complicado comprendernos, recuérdenlo.
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No llamar
Si por algún motivo es noche y queremos que nos avisen que llegaron a salvo a sus hogares, por favor, no ignoren la petición. Nos gusta dormir tranquilas y saber que todo quedó en orden con nuestra relación, nos gusta oír su voz antes de dormir y escuchar que están a salvo, somos cursis pero recuerden lo enamoradas que estamos.
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Que no cumplan sus promesas
La sorpresa que te prometió, el viaje que dijeron que harían, el día “sólo para ti” que cambió porque salieron planes con sus amigos, habla de una persona a la que no le interesa la relación, al menos en nuestra cabeza. Con un poco de reflexión podemos saber que las cosas no se dieron y ya, pero en ese momento, la molestia duele.
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Que te trate como brother o, por el contrario, como una princesa
No nos gustan los lados extremos de la moneda. No somos sus amigos de los que se burlan todo el tiempo ni nos gusta que nos hablen con groserías, pero tampoco somos las mujeres frágiles que no pueden ni siquiera llevar su bolsa. Somos independientes y no son nuestros papás, sino nuestra pareja.
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Reprimir sus sentimientos o que sean muy cursis
El mismo caso del punto anterior. Queremos un hombre pero no una piedra. Nos gustan los detalles y besos, que sean cariñosos y  hasta que a veces sean lindos pero la cursilería puede acabar con la pasión, una  cosa es ser romántico y otra llegar al extremo patético de llorar con un poema.
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Que te cambie el plan de última hora
Cualquier hora, cualquier lugar que se dijo un día antes, debe permanecer hasta que la cita se lleva a cabo. No nos gustan las excusas o que prefieran hacer otra cosa que  lo que ya habíamos convenido. Jugar con el tiempo de la  pareja es una falta de respeto y aunque ustedes no tengan tanto problema con este hecho, para nosotras se vuelve desesperante.
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Que lleguen ebrios o no lleguen por estar en la fiesta
Mientras nosotros nos arreglamos y maquillamos para verlos, ellos prefieren ir de fiesta con sus amigos y llegar como puedan a la cita que tenían. Nos molesta que no pongan el mínimo empeño en su imagen y si eso se debe a estar con sus amigos, es peor. ¡No hay excusa para plantarnos!

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Evitar peleas
A los hombres les encanta dejar las cosas para después, cuando estemos más tranquilas y sea más fácil arreglar las cosas, pero, al contrario de ustedes, a nosotros nos gusta arreglar las cosas en el momento y tener un día malo a varios días donde sólo podamos pensar en lo trágico del hecho. Arreglar las cosas al instante, aunque con mucho más drama, es benéfico para la salud, aunque no lo crean.

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Las amigas
Muchas no lo aceptamos pero las amigas siempre serán un peligro constante. Pensamos que les coquetean y que ustedes inocentemente también lo hacen con ellas. Es un problema innecesario… mejor no las tengan.
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Cero detalles
Muchas veces, la costumbre hace que los detalles se acaben con el tiempo. Nosotras también necesitamos esas pequeñas muestras de amor que nos hagan sentir amadas.
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