Me he propuesto invertir en mí, procurar que desde hoy mismo nadie me quite las ganas, los ánimos, la sonrisa. Digo “no” a permitir que alguien, sea quien sea, me desanime. Desde este momento no importarán las nubes grises, los trenes que se retrasan o las piedras que quieran aparecer en el camino, porque mi día es solo mío, mi vida me pertenece y he decidido vivirla con optimismo.
Asumir este enfoque personal, este mensaje cargado de apertura, resistencia y motivación no es algo precisamente fácil. Tal y como nos explicaba Richard Lazarus, uno de los mayores expertos en temas de estrés y ansiedad, cada día surgirán las más variadas y caprichosas situaciones, imposibles de controlar en gran parte, esas que nos llenarán de contradicciones, esas que nos ocasionarán tensión, desánimo y hasta frustración.
Por otro lado, tal y como todos sabemos, el desánimo puede tener múltiples orígenes: una palabra poco acertada por parte de nuestra pareja, un comentario crítico de nuestro jefe o incluso ese contexto social y político que nos rodea, tan desbaratado y circense a veces, provoca que se nos apaguen las ganas y hasta el optimismo en un momento dado. Que esto pase es algo normal, siempre que la frecuencia no lo haga habitual ni que la intensidad lo haga un terremoto de una escala muy grande.
No podemos olvidar que el desánimo de ayer, sumado al desánimo de hoy, va creando poso. Así, y en caso de permitir que ese sustrato se vaya acumulando día tras día en el escenario de nuestra mente, lo que ocurrirá es que alimentaremos al demonio de la indefensión, y con él a la propia depresión. Sin embargo, hay buena noticia, porque existe un remedio sensacional para evitar que esto llegue a suceder: aprender a pensar mejor.
Cuando el desánimo lo origina una baja autoestima
Hay personas que tienen esa habilidad, esa particular distinción: la de “robar los ánimos”. Lo hacen de modo natural, a veces sin darse cuenta y otras de forma declarada, con alevosía. Por ejemplo esta práctica es bastante común en el seno de muchas familias, ahí donde los progenitores dan forma a una crianza y una educación basada en el desprecio, en quitar mérito a los esfuerzos, gustos e iniciativas de los propios niños.
Son dinámicas que atentan por completo contra el desarrollo psicosocial y emocional de los pequeños. Prácticas donde es común escuchar frases como “nunca serás lo bastante bueno para esto o lo otro” o “con ese carácter tuyo a ti no te va a querer nadie”. Lo más complejo de estas situaciones es que llega un momento en la vida de ese niño, convertido en ya en adolescente, en el que ya no necesitará escuchar esos mensajes de su entorno familiar para vivir instalado de forma perpetua en el jardín del desánimo.
La propia mente ya los crea, ya los codifica de forma natural al disponer de una devastadora voz interna que le repetirá aquello de “tú no puedes, tú no sabes, tú no mereces”. No hará falta por tanto que nadie lo desanime, porque pocas cosas son tan efectivas como la propia auto-crítica, nada es tan peligroso al fin y al cabo como esa educación disfuncional que alienta la construcción de una baja autoestima.
Así, es muy posible que sean muchas las personas, adultos hechos y derechos, que se identifiquen con esta misma situación, con esta misma herida interior por donde se escapan todas sus oportunidades por sentirse válidos, capaces de aspirar y lograr aquello que desean.
Debemos entender por tanto que no solo es necesario quitar poder a todo aquel que nos desanime, a quien venga con la clara voluntad de apagar nuestra luz, nuestra alegría y entereza. Es necesario a su vez hacer un viaje interior para cambiar el discurso interior de esa voz crítica que osa invalidarnos, ese enemigo de nuestra mente que se atreve también a decirnos que no valemos para ser felices.Compartir
Tres sencillas claves para que nada ni nadie te desanime
Hace muy poco, un equipo de psicólogos británicos liderados por Andrew Lanedesarrollaron una sencilla técnica de motivación que más tarde emitiría la BBC en uno de sus programas de ciencia. La estrategia en sí puede parecer muy elemental; sin embargo, no nos equivoquemos, porque en realidad nos obliga a poner en práctica una serie de dimensiones psicológicas que no se consiguen en un día ni en dos.
De hecho, son el resultado de un trabajo constante donde poder hacer frente a esa voz crítica de nuestro interior, e incluso a esas relaciones disfuncionales en las que a veces estamos inmersos. Relaciones que, casi sin darnos cuenta, también nos roban el ánimo, las ganas y las perspectivas. Veamos a continuación cuáles son esas tres claves.
- Diálogo interno con visualización. El diálogo interno es la mejor estrategia para hacer frente a todos esos vacíos en nuestra autoestima, para tomar conciencia de todas esas piezas sueltas que nos impiden tomar el control sobre nuestra vida. Asimismo, el equipo de psicólogos británicos estableció que un modo de facilitar esta técnica era añadiendo visualizaciones positivas en nuestra mente, ahí donde hallar la calma y un escenario seguro donde encontrarnos con nosotros mismos.
- Eres el jefe. Al diálogo interno y a la visualización le añadimos ahora una verbalización, una frase motivadora y de poder: “tú eres el jefe, tú tienes el mando y el control, que nadie te desanime, que nadie te quite ese poder”.
- Planifica. El desánimo no solo se vence dejando a un lado a quienes osan contagiarnos con sus amarguras, con sus críticas o malas artes. Esto es importante tenerlo muy en cuenta, porque la mejor medicina para que nada ni nadie nos desanime es planificando nuestros sueños, clarificando objetivos, priorizando necesidades y deseos personales.
Al fin y al cabo, cuando uno tiene una ilusión y motivación para alcanzarla, lo que digan y hagan los demás carece de importancia. Alimentemos por tanto ese motor en nuestro día a día, ese que funciona gracias a una buena autoestima y la seguridad de quien tiene claro qué quiere en su vida y qué y a quién es mejor evitar.
Imágenes cortesía de Eugene Smolenceva