Rincón de la Psicología |
Posted: 06 Oct 2017 05:01 AM PDT
Los conflictos familiares ocurren en el seno de todas las familias, por muy bien avenidas que sean y por muy buena relación que mantengan sus miembros. Es perfectamente normal ya que todos los núcleos familiares están compuestos por personas que tienen sus propias opiniones y expectativas, por lo que en algunas situaciones sus deseos, necesidades y puntos de vista no coincidirán, sobre todo cuando hay diferencias generacionales.
De hecho, los conflictos ni siquiera son negativos sino que pueden representar una oportunidad para crecer y hacer que la familia sea más resiliente. El problema comienza cuando en vez de enfocarse en la resolución de los conflictos familiares, se producen luchas de poder, de manera que el problema se enquista y termina debilitando la relación entre los miembros, haciendo que una familia funcional termine desarrollando comportamientos y formas de relacionarse disfuncionales.
¿Cómo resolver los conflictos familiares de manera que todos crezcan?
1. Ataca el problema, no a la persona
Si cambias la naturaleza de la lucha, cambiarás su dinámica. Esto significa que debes dejar de lanzar piedras disfrazadas de argumentos. El uso de la culpa, la vergüenza y los reproches para lograr que el otro haga lo que deseamos será cada vez menos eficaz y terminará dañando la relación ya que cada persona estará menos dispuesta a hacer las pequeñas concesiones necesarias para resolver el conflicto.
Si no mantienes el problema separado de la relación corres el riesgo de tener que resolver un conflicto aún mayor. Por eso, en vez de culpar al otro, es mejor atacar el problema. Para lograrlo, debes considerar que el conflicto siempre es una cuestión de dos y lo tendréis resolver juntos. Por tanto, en vez de decir “estoy harto/a de que hagas siempre lo mismo”, una afirmación acusatoria y vaga, es mejor precisar: “no me gusta que hagas eso, creo que deberíamos hablar para encontrar una solución mejor”.
2. Muérdete la lengua
Cuando dos personas que son partes interesadas en una relación tienen un desacuerdo, a veces dicen cosas irracionales de las que después se arrepienten. Sin embargo, las palabras dichas no se pueden borrar y pueden crear heridas emocionales muy difíciles de sanar. Por eso, es fundamental que antes de responder, reflexiones un momento sobre lo que estás a punto de decir.
Recuerda que para mantener una discusión, son necesarias dos personas. Si rechazas convertirte en un contrincante, simplemente no habrá discusión. Eso no significa darle la razón al otro, sino tan solo tomar el control para expresarse de manera más asertiva, en aras de contribuir a la resolución del conflicto familiar en vez de empeorarlo.
3. Usa bien los pronombres personales
Las palabras que elijas son muy importantes, así como los pronombres personales que uses. Hay un momento para el "yo" y otro para el "tú", aunque como norma general es preferible usar el "nosotros" ya que en todo conflicto siempre hay dos partes.
Por ejemplo, en vez de decir “tienes que solucionarlo” puedes decir “tenemos que decidir cómo solucionarlo”. Al utilizar el nosotros en vez del tú, mostramos nuestra implicación emocional y evitamos que la otra persona se sienta atacada. Sin embargo, cuando necesites hablar de tus opiniones y emociones, es fundamental que hables en primera persona, en vez de utilizar frases impersonales. De esta forma podrás implicar mucho más a la otra persona.
4. Ponte en los zapatos del otro, y haz que se ponga en los tuyos
Uno de los principales obstáculos en la resolución de conflictos familiares es que cada quien se atrinchera en su posición. Sin embargo, si cada quien solo piensa desde su perspectiva, jamás solucionarán el problema, o al menos no encontrarán una solución satisfactoria para ambos. A veces solo es necesario salir de ese espacio y ponerse en el lugar del otro.
En vez de realizar suposiciones, pídele a la otra persona que te explique cómo se siente. Cuando se trata de alguien cercano, los sentimientos nos acercan más que las opiniones. Es probable que le estemos haciendo daño a esa persona sin darnos cuenta, por lo que a veces solo tenemos que dejar de interpretar tanto y escuchar un poco más. Se trata de cambiar la actitud: no escuches al otro con el objetivo de rebatir sus argumentos sino con la intención de entenderlo. De la misma forma, puedes hablar desde tus sentimientos, para lograr que esa persona se ponga en tu lugar.
5. Encuentra puntos de acuerdo
Cuando dos personas se enfrentan, a veces corren el riesgo de encerrarse tanto en sus puntos de vista que no se dan cuenta de que están diciendo lo mismo con palabras diferentes o que, en el fondo, persiguen la misma meta pero difieren en las vías para alcanzarla.
La parte positiva de los conflictos familiares es que casi siempre existen muchos puntos en común a partir de los cuales podemos trabajar, aunque en un primer momento el enfado la frustración no nos permita verlos. Una buena estrategia consiste en resaltar esos puntos de vista comunes o la meta conjunta ya que ambos sentirán que se encuentran de la misma parte, en vez de sentir que están tirando cada uno del extremo de una cuerda.
6. Ve directo al punto y céntrate en el futuro dejando atrás el pasado
La comunicación interpersonal es compleja, no es necesario hacerla más difícil con juegos de palabras e indirectas que generan malentendidos, sobre todo cuando ya existe un conflicto de base y las emociones están a flor de piel. Debemos tener en cuenta que nuestras palabras siempre serán interpretadas según las experiencias, necesidades y expectativas de nuestro interlocutor, por lo que si realmente queremos resolver el conflicto familiar, debemos asegurarnos de que esa persona entienda exactamente lo que queremos decir.
Es fundamental no irse por las ramas trayendo a colación situaciones que no vienen al cuento o aprovechando la discusión para airear los trapos sucios. Para resolver un conflicto es necesario mirar al futuro, no quedarse atrapado en el pasado creando un círculo vicioso de reproches. Céntrate en lo que podéis hacer para solucionar el conflicto.
7. Comprométete
Tirar la pelota hacia el tejado ajeno no es la mejor estrategia de resolución de conflictos familiares. Sin embargo, la aplicamos continuamente, como si fuera responsabilidad del otro solucionar todos los problemas que existen. De esta manera la otra persona se siente culpable e intentará defenderse, por lo que la distancia entre ambos se acrecentará. Sin embargo, cuando una persona se siente segura y sabe que no será culpada, puede pensar de manera más estratégica y racional, en vez de ponerse a la defensiva.
Asumir el conflicto desde una postura comprometida lo cambia todo. Aunque en algunos casos gran parte de la responsabilidad puede ser de la otra persona, comprometerse en buscar una solución y llevarla a cabo juntos implica demostrarle que le queremos y que estamos involucrados al 100% en la relación.
8. Cede, no tengas miedo dar un paso atrás si ayuda a dar dos adelante
Existen diferentes estrategias de resolución de los conflictos familiares, una de las más comunes es la competitiva, en la cual cada persona se ubica en un bando contrario y lucha por ganar. Lo curioso es que no se dan cuenta de que en una relación, la supuesta victoria de uno no solo implica la derrota de otro sino además una pérdida para la relación.
Por eso, la mejor estrategia es la colaborativa, donde ambos ganan. Y para que ambos ganen, ambos deben ceder algo. Con esta estrategia no solo gana cada persona individualmente sino que la relación se enriquece y fortalece. De hecho, las relaciones de pareja más sólidas no son aquellas que no han tenido conflictos sino precisamente las que han sabido superar esos desencuentros.
9. Acepta y respeta
En la base de muchos conflictos familiares se encuentran expectativas irreales que no son satisfechas. En otras palabras, esperamos que los demás se comporten de cierta manera o satisfagan ciertas necesidades. Cuando no lo hacen, nos sentimos desilusionados y defraudados.
Sin embargo, la solución de los conflictos familiares siempre debe pasar por la aceptación y el respeto. Esto significa que, si bien es necesario tener puntos comunes que garanticen una buena convivencia, también es imprescindible respetar la individualidad del otro y dejarle espacio para que sea la persona que desea ser. Por tanto, a veces debemos preguntarnos si se trata de un conflicto real o es un pseudoconflicto creado y alimentado por nuestras expectativas irreales.
10. Cambia la perspectiva, ni los conflictos son tan malos ni no tener conflictos es tan bueno
Por último, pero no menos importante, es fundamental aprender a lidiar con los conflictos familiares y verlos como oportunidades de crecimiento. Un problema no es necesariamente un obstáculo, también es una oportunidad de cambio. Todo depende de la perspectiva con que se mire.
Muchas parejas, por ejemplo, asumen los conflictos como sucesos negativos, creen que tener puntos de desencuentro les distancia. Sin embargo, esas diferencias también pueden enriquecer la relación y hacer que madure. De hecho, ningún buen marinero se forjó en un mar calmo. Al contrario, en las parejas que se han distanciado mucho emocionalmente a menudo no hay conflictos, simplemente porque ni siquiera existe el roce humano. Y eso es mucho peor que tener conflictos.
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