El pasado 31 de julio, las autoridades aduaneras francesas interceptaron la obra de Picasso ‘Cabeza de mujer joven’ (1906), cuando presuntamente su propietario Jaime Botín, pretendía llevarla hasta Suiza para venderla. La obra es única y está considerada patrimonio artístico español, por lo que no puede salir de España. Por su parte, el propietario defiende que el cuadro fue pintado fuera de España, se compró en el extranjero y allí siempre ha tenido su domicilio. Hasta que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre el caso, la obra permanece en una sala de depósito del Museo Estatal Reina Sofía (Madrid).
El caso, nos recordó la venta en 1926, de las pinturas de San Baudelio (Casillas de Berlanga, Soria). Precisamente, con la historia de esta ermita mozárabe vamos a comenzar una serie sobre monumentos y obras que fueron expoliados de nuestro Patrimonio Artístico.
El expolio de las pinturas de San Baudelio
El 26 de julio de 1926, Zacarías García vigilante de la ermita de San Baudelio, envió un telegrama a Blas Taracena, entonces director del Museo Numantino de Soria y secretario de la Comisión Provincial de Monumentos de esta provincia, en el que le comunicaba en un escueto mensaje:“Sustracción total pinturas. García”, el expolio de las pinturas de esta ermita mozárabe se había consumado.
Todo comenzó cuatro años antes, cuando Leone Leví un anticuario de origen judío establecido en Barcelona, se interesó por las pinturas e inició en 1922 las gestiones para su compra, por encargo del coleccionista Gabriel Dereppe, quien trabajaba a su vez para un anticuario internacional J.Demotte, que vendería algunos de los frescos a los museos norteamericanos.
65.000 pesetas fue lo que pagó Leví a los vecinos de Casillas de Berlanga, propietarios de la ermita. Las autoridades civiles y eclesiásticas junto a los intelectuales del momento, detuvieron el proceso y pusieron el caso en manos de la justicia. El pleito finalizó tras una sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo (en 1925) en la que se consideraba lícita la compraventa.
Según parece, los 23 lienzos arrancados de San Baudelio viajaron primero a Londres y después embarcaron en dirección a Estados Unidos. El Museo de Boston adquirió en 1927 dos lienzos: La Santa Cena-El Friso de meandros y Las Tres Marías ante el Sepulcro. El resto de la colección Dereppe pasó a ser propiedad de H.G.C. Clowes y M. Martindale, quienes años más tarde, donarían estas pinturas a varios museos norteamericanos.
En 1957 el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York prestó al Museo del Prado, en calidad de depósito indefinido, seis lienzos: El oso, El guerrero, Motivos decorativos, El elefante, La caza del ciervo, y La cacería de las liebres, como intercambio del ábside románico de la iglesia de San Martín de Fuentidueña (Segovia).
El resto de lienzos permanece en The Metropolitan Museum of Art -The Cloisters- de Nueva York (3), y posiblemente en el Cincinnati Art Museum (6), y en el Indianapolis Museum of Art (2).
La cacería de las liebres, actualmente en el Museo del Prado.
En 1952 la Fundación Lázaro Galdiano compró a los doce vecinos propietarios legales, la ermita, cediéndola dos años más tarde al Ministerio de Educación.
Sin duda, Leví tuvo buen olfato e hizo un gran negocio, porque San Baudelio esconde, aún hoy entre sus paredes un gran tesoro.
La ermita de estilo mozárabe fue construida probablemente en el siglo XI, durante la repoblación de las Extremaduras castellanas, nombre que se daba a las tierras reconquistadas a los moros por los reyes cristianos.
Escondida, en un recóndito monte de la frontera cristiano-musulmana, en lo que hoy es un páramo, encontrarían refugio, primero un grupo de eremitas que crearon allí junto a una cueva y una fuente, un cenobio en honor a san Baudelio (s.VI o VII). En ese mismo lugar, se levantaría la ermita cuyo exterior es muy rústico, formado por dos bloques rectangulares, y una puerta de acceso de doble herradura.
En el interior, uno abandona la sobriedad castellana, para dejarse arrastrar por el colorido de sus paredes. Las pinturas que la cubrieron en su origen en su totalidad, permitieron a aquellos repobladores de las tierras reconquistadas, leer lienzo a lienzo el Nuevo Testamento: la Anunciación, la Visitación, la Natividad, el Anuncio a los pastores, la llegada de los Magos y su viaje hasta Belén, la Matanza de los inocentes…; pero, además hay escenas de caza, cetrería o de lucha, animales como un dromedario, un elefante, toros, osos y leones pasantes. En el ábside una paloma invertida que simboliza el Espíritu Santo, y a ambos lados san Nicolás, y san Baudelio.
En el centro una gran columna de casi un metro de diámetro de la que se desprenden ocho nervios, asemejándose a una palmera. La columna divide la nave en dos mitades: la cristiana totalmente diáfana, y la mora donde hay una pequeña mezquita de menos de dos metros de altura; al fondo de ésta se accede a la cueva primigenia.
El expolio de las pinturas de San Baudelio, puso de manifiesto que la Ley de Monumentos de 1915 que regía entonces no era suficiente para proteger un Monumento Nacional, titulo que ostentaba la ermita desde 1917. Y 20 días después de la salida de sus frescos, el 15 de agosto de 1926, se publicaba el Real Decreto-Ley del Tesoro Artístico Arqueológico Nacional, en el que se fijaban los preceptos para hacer efectiva la conservación de nuestra riqueza patrimonial, al margen de quien fuera su propietario, materia y forma…, y que marcó un punto y aparte en la protección de nuestro Patrimonio Artístico.