El ejército sirio y el grupo terrorista Estado Islámico (EI) siguen librando renovados e intensos combates en la ciudad de Palmira, en el centro de Siria, y cuyas ruinas están incluidas en la lista del
Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El
Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha informado de que los choques son violentos en la mítica ciudad y sus alrededores. Los yihadistas ya han entrado a Palmira y controlan la zona norte.
Al menos 295 personas han muerto en Palmira y sus alrededores desde que comenzó hace cuatro días la ofensiva del EI. Entre los fallecidos figuran 57 civiles, 49 de los cuales fueron ejecutados por EI, 123 efectivos de las tropas del régimen y 115 yihadistas. El OSDH señala que 20 extremistas murieron en un bombardeo con un barril de explosivos, las dañinas bombas caseras que emplea el régimen
Les interesan más los pozos de petróleo que el arte, pero tras los vídeos propagandísticos que emiten por rutina, es fácil temer por el futuro del emplazamiento. Ubicada en un oasis, Palmira fue en el pasado uno de los centros culturales más importantes del mundo antiguo y punto de encuentro en el siglo I antes de Cristo de las caravanas en la Ruta de la Seda, que atravesaban el árido desierto del centro de Siria. Antes del inicio del conflicto en Siria en marzo de 2011, sus ruinas, con sus teatros y templos, eran uno de los principales centros turísticos del país árabe.
Ahora son los islamistas, pero durante los cuatro años largos de conflicto en Siria también han sido los rebeldes armados o las propias tropas del dictador Bachar el Asad los que también han dañado un patrimonio único. La vida necesitó 5.000 años para ir dejando en Siria, poco a poco, su herencia hecha piedra. A la muerte sólo le han hecho falta cuatro para destruir ese legado. El conflicto entre partidarios y detractores del régimen de Bachar el Asad no sólo acumula más de 200.00 muertos y nueve millones de desplazados sino que, además, arrastra el daño –a veces, la desaparición- de los principales símbolos del patrimonio nacional, víctimas del fuego cruzado.
La UNESCO denuncia que la inestabilidad del país es “letal” también en esta área, que está recibiendo un “duro golpe”, y reclama a leales y rebeldes que cumplan con la
Convención de La Haya, que exige la preservación de los bienes culturales en tiempo de guerra. De momento, nadie atiende a razones.
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La ciudadela de Alepo, antes de la guerra.
Nada Hassan, responsable de la UNESCO para países árabes, explica que los principales problemas que afrontan son la destrucción de sitios históricos, el saqueo o el pillaje y los robos en museos. Los seis espacios catalogados como Patrimonio de la Humanidad –las ciudades viejas de Alepo, Bosra y Damasco, más los “pueblos del norte”, las fortalezas del Crac de los Caballeros y Qusr Al Hayr y las ruinas de Palmira- están ahora en la lista de bienes en peligro y los 12 aspirantes a lograr esta distinción han resultado todos dañados en este tiempo.
Los fondos de los 34 museos nacionales han sido trasladados a refugios seguros, según les ha confirmado el Gobierno sirio, pero algunos ya habían sido atacados y aún se desconoce qué se ha perdido en este intervalo. Nadie de la UNESCO ha podido entrar en Siria y verificar esta protección, lo que añade aún más incertidumbre sobre la realidad en el terreno. Las imágenes de satélite y los testimonios de fuentes y refugiados son los que permiten aproximar el diagnóstico.
El Fondo de Patrimonio Mundial (
Global Heritage Fund) emitió en 2012 un informe, elaborado por la investigadora de la universidad de Durham Emma Cunliffe, que desde su título hablaba del “daño al alma” de Siria que se estaba generando con su pérdida de riqueza cultural. Como recuerda la autora, el país ha sido hogar deseado desde la edad del bronce por pueblos que encadenan una larga enumeración: babilonios, asirios, hititas, griegos, sasánidas, persas, romanos, árabes, cruzados, otomanos… Todos sus vestigios, que conforman “un foco rico como ninguno otro en el mundo”, están en peligro.
Muchos de estos espacios, indica, se encuentran en primera línea de batalla, por lo que los castillos, mezquitas o villas reciben impactos directos o son usados como refugio, zona de acampada y hasta almacén de municiones. Se convierten, pues, en objetivos del contrario. A ello se suman, indica Cunliffe, “las dificultades económicas crecientes” entre la población siria y la menor seguridad de los recintos, lo que facilita el acceso de los ladrones.
En marzo de 2011, cuando comenzaron los primeros levantamientos populares contra Damasco, trabajaban en el país 78 equipos de arqueólogos, con amplia presencia europea, indica la UNESCO. Ninguno queda ya sobre el terreno, el infierno en la tierra. Su labor profesional y cuidada ha sido sustituida por al menos 350 excavaciones ilegales corroboradas por el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos, un grupo opositor instalado en Londres que cuenta con informadores en el país. Naciones Unidas confirma la información de la agencia estatal de noticias libanesa que indica que, en el último año, se han interceptado 86 mosaicos robados en Siria, ya devueltos a la Administración Asad. Su valor es “incalculable”.
Las tropas afines a Asad también se hicieron hace un año con el control del
Crac de los Caballeros, castillo cruzado del siglo XIII de Al Hosn, cerca de la frontera con Líbano. Los rebeldes se habían ocultado en él desde noviembre de 2013. Aunque las primeras imágenes de televisión mostraban la estructura casi completa, se han localizado impactos de mortero en la base del edificio y también en una de sus torres, “seriamente dañada”, indican los disidentes
Comités Locales de Coordinación (LCC).
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El Crac de los Caballeros.
Sostienen que en los alrededores hay “cuantiosos escombros”, retirados del interior. En los 40 pueblos protegidos en el noroeste, con ejemplos de vida rural desde el siglo I, han desaparecido piezas de templos y baños, mientras que en Bosra, famosa por su teatro ordenado construir por Trajano, está en medio de fuertes combates y, desde verano, se usa para ocultar fosas comunes. Palmira, el reino de Zenobia, centro de caravanas, la novia del desierto con sus columnatas y sus gradas, ha sido saqueada “intensamente” por soldados del régimen; mientras, la ciudad vieja de Damasco ha sufrido disparos aislados por la proximidad del frente.
Los tesoros de Alepo ya no existen. Su ciudadela medieval, que guardaba restos del primer milenio antes de Cristo, sus madrasas y mezquitas, Al Medina y su zoco, el mayor cubierto del mundo… todo ha sido arrasado, dañado o destruido por bombardeos, o quemado por los fuegos de las explosiones. En la zona, desde septiembre de 2012, combaten con fiereza miembros del Ejército regular y del Ejército Libre de Siria. Varios grupos islamistas se han vanagloriado a principios de este año de la eliminación del Palacio de Justicia y el Ayuntamiento, edificios centenarios de esta “encrucijada de culturas”.
El Fondo de Patrimonio Mundial añade más nombres al desastre: la ciudad de Apamea y sus murallas medievales, los monasterios de Seydnaya y Santiago El Mutilado, de la época de Justiniano, contra los que hasta se han tirado barriles bomba, añaden los Comités; los cascos históricos de Hama y Homs... Ha habido saqueos en los museos de estas dos ciudades y en Deir Ezzor e Idlib (capiteles, ánforas), en Apamea (ha habido mosaicos arrancados con excavadoras) y Raqqa (donde faltan esculturas de hace 3.000 años y donde islamistas del ISIS, Estado Islámico de Irak y Levante, al mando en la zona, han destruido material “ofensivo”)