Aunque aún no cumple los 50, Carlos Chaguaceda (León, 1966) es una cara muy conocida en el entorno del periodismo y la comunicación corporativa. Y uno de los más claros ejemplos de ida y vuelta entre los dos mundos, tan interdependientes el uno del otro. Empezó su carrera como redactor económico, pasando por Expansión, La Gaceta de los Negocios y Antena 3 –donde fue jefe de economía, subdirector de informativos y corresponsal en Bruselas– y hasta el pasado diciembre fue director de comunicación corporativa de Coca-Cola, compañía en la que ha estado durante más de una década.
Durante su paso por la multinacional fue presidente del Instituto Coca-Cola de la Felicidad, un cometido que le llevó a interesarse por todo lo que la ciencia puede explicarnos sobre nuestras emociones. La puesta en marcha de esta iniciativa llevó a Chaguaceda a conocer a divulgadores como el neurocirujanoMario Alonso Puig o Eduardo Punset. Y todo lo aprendido durante estos años se refleja ahora en el libro El mono feliz. Descubre cómo la ciencia explica nuestras emociones (Plataforma Actual), en el que Chaguaceda explica de qué manera nuestro cerebro nos permite ser felices.
Estas son las principales ideas que Chaguaceda explora en el libro, tal como las ha diseccionado en su visita a la redacción de El Confidencial.
1. La razón es secundaria, lo que nos rigen son las emociones
Chaguaceda explica que nuestro cerebro es el resultado de un largo proceso evolutivo en el que se ha ido dotando de capacidades más complejas pero, aún así, no se ha modificado la base primitiva en la que se sustenta.
“Como el hombre es un ser racional tendemos a pensar que todo lo que hacemos es racional”, explica el periodista. “Pero lo que ha ido descubriendo la ciencia es que las intuiciones y las emociones pesan más que lo racional. Lo subjetivo siempre está por delante de lo objetivo”.
Nuestro cerebro capta información como una esponja pero sólo somos conscientes de la parte que captamos racionalmente
El exdirectivo de Coca-Cola pone un ejemplo:“Cuando ves a alguien no sabes si te cae bien o mal, pero de hecho te está cayendo bien o mal. Yo soy consciente de que antes de abrir la boca la persona que está delante de mí se ha hecho una idea de mí, por cómo he sonreído, por cómo llevo el pelo, por cómo me he dirigido a él… Nuestro cerebro capta información como una esponja pero sólo somos conscientes de la parte que captamos racionalmente. Capta cosas de la que no nos damos cuenta”.
2. La realidad objetiva no existe
“El análisis y los datos que obtenemos de la realidad pueden ser objetivos, pero la construcción que haces es siempre subjetiva”, explica Chaguaceda.“Tú puedes medir una distancia, pero si esta es larga o corta lo decides tú”.
El periodista pone como ejemplo un viaje en coche: “Cuando haces un trayectolos kilómetros se te hacen más cortos cuando ya los has recorrido, aunque la distancia es la misma. Si estamos en Madrid y vamos a Alicante hasta que no hemos pasado el desvío de la A-3 y la A-4 no pensamos que estamos llegando, pero cuando estamos volviendo a 150 km ya estamos, porque todo es más reconocible. De la misma manera que siempre pensamos que está más cerca el tiempo por venir que el tiempo que ha pasado”.
(E. Villarino)
3. Todos nuestros pensamientos están condicionados por la subjetividad. Por eso es importante el diálogo
Esta reconstrucción subjetiva de la realidad, que todos realizamos de forma inconsciente, hace que nuestros pensamientos, que consideramos tan racionales, estén en verdad totalmente condicionados por nuestros deseos y nuevas creencias.
“El cerebro siempre capta mejor los argumentos en los que ya creías”,explica Chaguaceda. “Primero está la creencia y luego está la razón. Por eso a los que tienen una determinada postura su cerebro les da la respuesta que necesitan. Como yo creo que la reforma fiscal es buena o mala a partir de mi creencia mi cerebro me da los argumentos que la sustenta. Por eso los contrarios a la reforma sólo encuentran los peros y los que no los favorables”.
Tenemos que entender que cuando estamos discutiendo de un tema es porque tenemos visiones diferentes, no porque la realidad sea intrínsecamente diferente
En opinión del periodista, es necesario que aprendamos a analizar las emociones, para así ser más comprensivos con las subjetividad propia de toda interacción social: “Tenemos que entender que cuando estamos discutiendo de un tema es porque tenemos visiones diferentes, no porque la realidad sea intrínsecamente diferente. Cuando se plantea sobre la mesa un argumento entre un par de comunidades y el resto se suele hablar de ‘datos objetivos de la situación’. Pero es que esto no existe, tú tienes una visión y yo tengo otra. No todo es negro y blanco, la vida es gris. Hay que encontrar términos medios, puntos de conexión”.
4. El egoísmo funciona, pero el altruismo más
“El egoísmo”, explica Chaguaceda citando a Juan Luis Arsuaga, “tiene un componente evolutivo, porque entre otras cosas somos un conjunto de genes, y si no pensáramos que merecemos sobrevivir más que el de al lado nos dejaríamos ir. Si hemos sobrevivido es porque tenemos una pulsión a la supervivencia. Y dentro de un grupo el egoísmo tiene un premio, en términos evolutivos”.
Ahora bien, matiza el periodista, como el ser humano es un ser social, solo el altruismo entre los miembros del grupo permite que éste triunfe: los grupos que colaboran obtienen mejores rendimientos que los que no lo hacen.
“Esa necesidad de ser egoístas y colaboradores al tiempo nos mantiene en una balanza”, explica Chaguaceda. “Si tú tiras todos los balones a puerta y los metes igual, serás el mejor de tu equipo, pero tu equipo irá de pena, y a los equipos que colaboran les va mejor, y como les va mejor a todos, a ti también”.
(E. Villarino)
5. Las emociones nos conectan, pero pueden ser un problema
Esta dualidad del ser humano entre el egoísmo y el altruismo hace que nuestras emociones no siempre nos lleven por el buen camino.
Las emociones se contagian y pueden unirnos. “En la calle no conoces a la gente de nada, pero si hay un incendio, o pasa algo gordo, seguramente la capacidad de conectar entre nosotros sería muchísimo mayor”, explica Chaguaceda a modo de ejemplo.
No puede ser que después de años de intentar salir de la superstición y llegar a la razón ahora digamos que la razón no sirve
Pero si no controlamos estas emociones, apunta el periodista, también pueden aislarlos: “Si la emoción predominante es yo soy de Villarriba de arriba y tú de Villaarriba de abajo, mal vamos. Hay que dar peso a las emociones, pero no se trata de dejar la sociedad en manos de las emociones, porque si no un día se nos va la cabeza. La capacidad de leer los emociones de los demás es necesaria para progresar, eso es lo que hay que reivindicar, pero no puede ser que después de años de intentar salir de la superstición y llegar a la razón ahora digamos que la razón no sirve”.
6. Todos los humanos somos muy parecidos…
“Somos 7.000 millones de personas en el mundo y no hay 7.000 millones de tipos de sonrisas, hay sólo siete”, apunta Chaguaceda. “Yo creo que, aunque creamos que somos muy distintos, somos muy parecidos. Nada se parece más a un ser humano que otro ser humano. Si ves el fútbol la emoción es que gane tu equipo y no el otro, pero si fueras un marciano verías que sentimos lo mismo en situaciones idénticas”.
7…Pero somos imprevisibles
Sí, los humanos somos muy parecidos, pero en lo que más nos parecemos es en nuestra subjetividad, lo que nos hace imprevisibles. “Todos en función de donde nos pongan actuamos de una u otra manera”, explica Chaguaceda.“Sabemos que somos todos tremendamente parecidos, pero luego somos imprevisibles: ante la publicidad, la política, la viralización… Mira lo que pasa con las redes sociales. Hay vídeos que lo petan y todas las compañías buscan replicarlo, pero nadie lo consigue. Somos previsibles en cómo vamos a valorar las cosas pero luego somos imprevisibles sobre qué vamos a hacer”.