Vasile 'veta' a Terelu Campos
28 de enero. Plató de Sálvame. "No quiero fijar fechas. Me da miedo que luego no contéis conmigo [ahí estuvo fina], pero creo que en la vida uno debe tomar decisiones y hay que arriesgarse. Ha llegado un punto en el que creo que es necesario parar".
Terelu Campos, ese día una de las lamentatrices de Jeremías, anuncia y llora su baja laboral voluntaria por un "estrés" que era casi depresión. Un tipo de trastorno, el suyo, que a día de hoy está catalogado ya como una "enfermedad rara" por la OMS, porque a Terelu no le ha impedido honrar, 19 días y 500 noches, por el bulevar de los sueños rotos y otros antros del Madrid castizo y la Málaga cristiana, las letras del Sabina más desfasado, peces de hielo y besos con sal incluidos.
Llegado el florido mes de mayo y con él las facturas de más y los dineros de menos -los que cuesta un balcón en plena calle Larios el Jueves y el Viernes Santo, por ejemplo-, Terelu, practicanta en sus ratos libres, se 'autoexpide' un parte de alta también voluntaria que le permite regresar al calor de los focos que hace apenas unos meses le abrasaban. Pero va a ser que no. O, dicho de otro modo: "Me da miedo que luego no contéis conmigo". Y amén.
La cara de Terelu al recibir la noticia. Esa es la clave. Porque en ese momento sintió lo que es el estrés y la depresión por primera vez en su vida. Enterró a Sabina en cuestión de segundos. Y entonces hizo la pregunta clave. Pero no, no es una decisión de los responsables de La fábrica de la tele, productora de Sálvame. Este parte de baja, por lo que parece permanente, sí viene firmado por un doctor titulado: Paolo Vasile.
Huele a venganza
La historia de las Campos y Vasile daría para un novelón de Corín Tellado. De hecho, creo que ya lo ha escrito. Tu me pediste más dinero, yo te mandé a tomar el aire, tú me llamaste "gilipollas" en el directo de Antena 3, yo te di una segunda oportunidad... ¿Y ahora? Ahora huele a venganza y no ha sido Tarantino. Kill Bill.
Pues eso. Que Terelu quiere volver, pero Paolo no la deja. Y esta información va a misa tanto o más que Tamara Falcó. La colaboradora ha perdido su silla en Sálvame y, lo que es peor, también en Qué tiempo tan feliz, el programa de su madre, que ya debe tener otra vez el "gilipollas" en la punta del pico. De todos modos, no haremos sangre con Marité, porque bastante mal la ha tratado ya la vida.
Terelu Campos y su madre
Cuarenta años trabajando por y para su hija, con el refajo más o menos remangado, pero trabajando al fin y al cabo, para que la otra se acabe dando de baja por "estrés". Cuando Marité dirigía las mañanas de Antena 3, su hija presentaba La granja en aquella cadena; cuando Marité se arrodilló de nuevo ante Vasile, su hija fue a parar a Sálvame. Y así hasta infinito. Estas extrañas coincidencias, que a Angela Lansbury le servirían para llevar a alguien a la cárcel, hicieron que algunos malvados de pasillo bautizaran a la hijísima como "la cláusula". Sin embargo, preguntada a calzón quitado sobre este extremo por sus compañeros de Sálvame, ella negó que allí se hubiera escrito un crimen.
La que quiso ser tercera infanta
Seguirán viendo a Terelu en Telecinco porque sus contratos con Publiespaña -la empresa que gestiona las arcas de Vasile- siguen en pie. Así que aparecerá de cuando en cuando en pantalla anunciando un producto adelgazante de esos que, visto lo visto, no adelgazan.
Puede incluso que la acaben repescando, porque Jorge Javier Vázquez se irá a Punta Cana en julio y habrá que sustituirle. No obstante, al menos hoy por hoy, pinta en bastos para la señora Terelu Campos. Y pinta en bastos por una razón fundamental: su falsa percepción de la realidad.
Rosa Benito y Belén Esteban en 'Sálvame'
Ella lo había planificado todo. Se había visto en la portada de cuatro revistas y había olido el negocio. Así que pretendía coronarse como la tercera infanta de la tarde, tras los pasos de Belén Esteban y Rosa Benito, dos damas del under que han hecho de su vida un espectáculo; que cuando su historia se 'quema', se les da estratégicamente un descanso de tres meses; que cuando vuelven, se hacen un Deluxe y ganan en una noche todo lo que han perdido en ese parón. Ya se veía Terelu sentada frente J.J. un viernes por la noche con un cheque de 30.000 euros entre pecho y espalda. Se olvidó quizá de que las otras dos pájaras disparan los audímetros y de que ella a lo máximo que aspira a disparar el azúcar de algún octogenario.
Ella lo había planificado todo, pero Vasile ha dicho que no. Y Terelu, ahora sí, puede decir que ha entrado en depresión.