Re-aprender a relacionarnos con nosotros mismos
>> 23 DE ABRIL DE 2014
Todos nos relacionamos a diario con muchas personas, ya sea en el trabajo, en la calle, en nuestras casas o a través de las redes sociales. A algunos les dedicamos solo un saludo frío, con otros nos detenemos a intercambiar algunas palabras y con algunas personas, con las que nos sentimos más conectadas, hablamos sobre nuestros problemas y sueños.
Sin embargo, inmersos como estamos en ese mar de relaciones, a menudo pasamos por alto una persona muy especial: nosotros mismos. De hecho, muy pocas personas dedican unos minutos al día de introspección. Aunque puede parecer un contrasentido, lo más usual es que nos obviemos por completo y funcionemos en piloto automático o que nuestro pensamiento llame nuestra atención a través de un diálogo interior que a menudo solo sirve para generar tensión y malestar.
De una forma u otra, lo cierto es que descuidamos la relación con nosotros mismos y, cuando nos dignamos a prestarnos atención suele ser para recriminarnos por algo que supuestamente hemos hecho mal. En definitiva, si mantuviésemos con nuestra pareja o nuestros hijos la misma relación que mantenemos con nosotros mismos, es probable que estos nos abandonasen por indolente y antipática.
No obstante, recuerda que la forma en que te trates puede determinar no solo tu estado de ánimo durante la jornada sino incluso la consecución de tus sueños y tu nivel de satisfacción con la vida. Por tanto, no es algo que debas tomarte a la ligera.
1. Trátate como tratarías a un niño pequeño. Imagina que en tu interior hay un niño pequeño. ¿Cómo lo tratarías? ¿Lo ignorarías durante todo el día y le hablarías solo para recriminarle? ¡No lo creo! En vez de eso, te preocuparías por él, te mantendrías atento a sus señales de incomodidad e intentarías consolarle cuando se sienta mal. De la misma forma deberías tratarte a ti, teniendo en cuenta que las palabras que te dirijas pueden afectar tu autoestima y pueden convertirte en una persona segura de sí o en alguien temeroso que no se atreve a afrontar los riesgos.
2. Escucha a tus pensamientos. No se trata de que caigas en el juego de lospensamientos rumiativos que te sumen en un círculo vicioso marcado por la ansiedad sino de que intentes entender de dónde han surgido. Es probable que descubras temores que no conocías y esa parte de tu personalidad que no estabas dispuesto a aceptar saldrá a la luz. Al principio puede ser un poco doloroso pero es un proceso vital para que aprendas a aceptarte tal cual eres, con tus fortalezas y tus defectos.
3. Siente tus emociones. No intentes reprimir o ignorar lo que sientes porque eso no hará que el problema desparezca, tan solo conseguirás enterrarlo en algún lugar del inconsciente, donde continuará haciendo daño. En vez de eso, date permiso para llorar o enojarte. Las reacciones emocionales intensas son normales cuando vivimos periodos de gran estrés, si dejas que fluyan con libertad, te sentirás liberado y podrás retomar la rutina cotidiana con mayor rapidez.
4. Sé condescendiente. A menudo nos negamos muchas cosas porque creemos que no somos merecedores de ellas. Sin embargo, para relacionarte mejor contigo mismo es fundamental que aprendas a ser más tolerante con tus errores y que comprendas que un fallo no te hace peor persona. Además, cuando logres alcanzar una meta, prémiate, date un pequeño capricho que te haga sentir bien. Es sorprendente pero al asumir esta actitud, te sentirás automáticamente mejor contigo mismo.
5. Analiza tus comportamientos. Cada día, antes de poner la cabeza en la almohada, piensa en esos comportamientos, actitudes o reacciones que has tenido pero que no te gustaron. Intenta descifrar sus causas y piensa en respuestas alternativas que te hubiesen agradado mucho más. Por ejemplo, si durante el día te comportaste de manera grosera con un compañero de trabajo porque este hizo una crítica que no te gustó, piensa en cómo podrías haber reaccionado de manera más asertiva. De esta manera, la próxima vez que te ocurra algo similar, sabrás cómo comportarte. Al hacer este pequeño ejercicio no solo estás aceptando un error sino que también estás trabajando para evitar que vuelva a ocurrir en un futuro. Te conviertes en una persona mejor.