No quiero cuentos ni quimeras. No las necesito ni nunca me he creído nada más allá de lo que he vivido y/o sentido. No quiero luchas sin esfuerzo ni subidas que puedan hacerse sin tesón y sacrificio. No me interesa nada de eso, pero tampoco me interesa lo antagónico. Que me engañen, que me opriman.
Eso tampoco me lo creo, nadie debería hacerlo porque creerlo es el paso previo a soportarlo. No hay que confundir la fortaleza con la psicopatía y la insensibilidad, pero tampoco el instinto de superación con la “tomadura de pelo”. Por todo ello, no le exijo a nadie que me entregue privilegios, sino que no me arrebate lo que es mío. Al sistema, a mis amigos, a mi pareja.
Yo haré lo mismo por mi parte. Simplemente quiero sitios que me hagan fluir y personas que no hagan sufrir. No es un privilegio, es un camino frondoso pero limpio.
Mi derecho de no remar a contracorriente y a no luchar contra nadie
Ya sé que el viento no sopla siempre a favor. Que hay huracanes, tornados, remolinos de viento, tormentas que arrasan con todo. A veces toman con ira los senderos que un día le fueron arrebatados. No es mi caso ni el de la mayoría de personas que solo desea y deseamos una vida digna y en paz.
En el punto exacto que se sitúa entre la masa recién moldeada y los primeros signos de chamusquina, toda persona empieza a conocer lo que es normal, exigible e inaguantable. Es por ello que no quiero remar más a contracorriente. No quiero llegar a discusiones sin tan siquiera haber pasado por un diálogo o un intercambio de palabras con sentido.
Tengo tanto para ofrecer que me comprometo a no perturbar a nadie. No propongo adivinanzas sobre comportamientos, sino explicaciones sobre la constancia de los hechos. No quiero que solo me den malintencionadas inferencias para que yo realice injustas diferencias.
Aseguro retirarme de cualquier camino si es eso lo que alguien de mi alrededor desea. Sin dramas, sin medias verdades y sin que sea la última persona en enterarme. A cambio tengo más espacio, para fluir, expandirme y vivir. Para no dar hueco a pensamientos que no son los míos. Cuando no fluimos y vivimos una vida sin estímulos positivos, la gente sin demasiadas buenas intenciones encuentra carta blanca en cerebros y vidas vacías.
Es una estrategia de control, social e individual. Si no fluyes en tu rutina y estás inmerso en algo significativo, te atrapan porque saben que acabarás sin fuerzas. Adelántate, no tengas miedo y sí decisión. Muévete, no estás pegado a ningún sitio. Pide ayuda si es necesario, es un acto valiente.
La vida es un suspiro, que se estanca cuando no se exhala
La vida es un suspiro, tan corto y fugaz para algunos como largos son sus períodos de miedo. Por tanto, elegir sitios que me hagan vibrar y personas que se abstengan de hacerme sufrir, es el mejor antídoto que puedo elegir para sumergirme mi vida y no en el veneno de algunos.
Toda cicatriz nos da la enseñanza de saber que podemos sanar, aunque no podamos olvidar del todo. Eso sería terrible, sería perder nuestra historia y nuestra capacidad de sanar que nos dio la herida anterior a esa cicatriz.
Toda persona libre y cariñosa quiere volar, a la vez que permanecer en un nido confortable en los tiempos de tempestad. Lo que más caracteriza a las personas libres es querer darse ese placer por sus propios medios y apartar toda opresión que se lo impida.Compartir
Son esas marcas las que nos enseñan la diferencia entre las personas que nos exigen porque saben que podemos mejorar, que estimulan nuestra capacidad para realizar un trabajo bien hecho, y aquellas que nos infravalorizan, menosprecian e incluso nos maltratan.
Por todo ello, que no te parezca un “cuento chino” contado a ti misma eso de fluir y no sufrir. Eso no te exime de trabajo, de dolor, de cansancio o de decepción. Solo te das a ti misma la justa opción de dos remos firmes y un horizonte, a veces en calma y otras agitado, pero no siempre con un viento enarbolado y enfurecido hacia ti. Elige sitios para fluir y personas que te acompañen en ello.