Siempre nos han intrigado los sueños, los que recordamos y los que se nos olvidan; también los que nos cuentan otros. Y es que soñamos durante toda la vida, todos los días, ya desde niños. Al principio, el sueño y la realidad se confunden, parece como si no hubiera separación entre ambos. Más tarde, nos enseñan a distinguir lo soñado, como si fuera mentira, de la realidad, lo exterior, lo que ven los sentidos, que es la verdad. Nadie nos habla de que vivimos en dos mundos paralelos, el de la consciencia y el de la inconsciencia con sus propias reglas cada uno. Y es que, si hay algún escenario psíquico específico donde se manifieste lo no consciente es, precisamente, en los sueños. De ellos Freud decía que constituyen el camino regio de acceso a lo inconsciente (nótese que el genero que se utiliza es el neutro, puesto que lo inconsciente no es masculino ni femenino). Se puede decir que, como consecuencia de la incursión diaria en el mundo de la alucinación onírica, todas las noches “enloquecemos” temporalmente para retornar a la vida ordinaria al despuntar el día, sin sufrir daño. Es lo normal y a nadie debe asustar.
Lo que predomina en los sueños son las imágenes, muy vivas, pero desconcertantes, aparentemente caóticas, por lo que optamos por no darles la importancia que tienen. Luego, para reforzar esta tendencia despreciativa entre nuestros pagos, vino Calderón de la Barca con aquello de que lo sueños, sueños son…
No obstante, desde la antigüedad más remota, siempre ha habido gentes que se han aplicado a descifrar, de modo intuitivo, el probable significado de los sueños. Recuérdese la interpretación que le hizo José al faraón de Egipto, a partir de que éste soñara con las vacas gordas y flacas. Pero no es hasta que empieza el Psicoanálisis, como escuela psicológica, cuando el tema de los sueños adquiere un tratamiento científico (científico desde el punto de vista de las ciencias humanas, no de las ciencias físicas). Es el libro de Freud La interpretación de los sueños el que marca el antes y el después en esta materia. Esta obra afirma que los sueños proporcionan un material muy útil para entender lo que le está pasando en la persona. Nuestro lado irracional se comunica a través de ellos estableciendo un puente entre la vida consciente y la inconsciente; otros han dicho que son poemas que nos escribimos a nosotros mismos, con su correspondiente contenido “enmascarado”, no directo.
Pero, nada en la Naturaleza es inútil, por lo que si existen los sueños, necesariamente habrán de expresar algo, por lo que habremos de buscar su mensaje. Son representaciones de la fantasía, formas de pensamiento, que nos hablan cuando la persona está en reposo, inconsciente. Estos “recados” pueden estar avisándonos de algo, actual o futuro, sí, sí, futuro, aunque de forma simbólica, encubierta.
Su origen está en la masa de ideas, sentimientos, deseos, que bullen en nuestro interior y que pugnan por manifestarse. Tiene un contenido “manifiesto”, que es lo que aparece en escena, y otro “latente”, los pensamientos importantes, que constituye el mensaje profundo. Normalmente, esos pensamientos son los que la persona no quiere confesarse, no quiere ver, son los políticamente incorrectos.
Hemos de decir que, los deseos y las ideas se necesitan mutuamente, los primeros aportando la energía necesaria y los segundos, la representación iconográfica. Se advierte, pues, una cierta estructura en el sueño que proporciona una posición a cada elemento presente, por lo que una “lectura” directa del sueño es rara y poco fiable. Se entenderá, fácilmente, que la “condensación” de elementos heterogéneos en uno solo, o el “desplazamiento” en forma de metáforas y metonimias, o la utilización de “símbolos” peculiares, y muy personales, impiden la lectura y comprensión directas del sueño. Será necesario en consecuencia, un trabajo psíquico, personal y asistido, si queremos saber algo sobre nuestros sueños.
En cuanto a para qué sirven los sueños, podemos decir que para conocernos mejor. Constituyen un proceso expresivo que no miente, aunque sea ambiguo. Sirven para clarificar aspectos desconocidos, reprimidos o negados de uno mismo. También nos mostrará las aficiones, los apegos y el estado de nuestro psiquismo en un momento dado ¿sano?, todo ello de manera simbólica. De por qué se olvidan, podemos decir que es por su extrañeza, su desorden lógico e incoherencia, pero, es su modo de decir. De sus clases, muchas, hablaremos en otro momento.
Un mensaje final: si queremos que nos sean útiles los sueños, habremos de buscar más en serio su enseñanza.
Por Carlos Espina, psicólogo.